Marzo, que está por concluir, nos ha regalado algunas sorprendentes tajadas de esperanza que, si las unimos a la apertura nevada de esta primavera, nos conducen a la tradicional quinteta que siempre, al menos en la fiesta taurina, se completa con un quinto burel que, según el refrán, nunca es malo.
Antes de la iniciación mencionada de esta poética estación, se produjeron cuatro acontecimientos políticos de importancia:
1o. La iniciación del proceso electoral federal que incluirá, por primera vez, la designación de un funcionario de primera importancia, quien por mucho tiempo fue elegido por el jefe de la nación, como su colaborador directo.
La iniciación de este periodo electoral ha provocado una notoria inquietud cívica ribeteada de una franja partidista o chambista, que seguramente provocará la reducción del abstencionismo y la firmeza en la decisión ciudadana de exigir respeto al resultado verdadero del proceso, cualquiera que sea.
2o. El segundo paso significativo es un viaje presidencial al Japón, país que por sus características de centro hegemónico relativamente independiente de uno de los imperios capitalistas sobrevivientes y fuente deseable de recursos financieros invertibles en México, representa la posibilidad de un discreto apoyo al desenvolvimiento mexicano. Sin que esa esperanza nos lleve a imaginar que Japón, por ayudar a México, esté dispuesto a enfrentarse al poderoso imperio yanqui, sí permite ilusionarnos con la idea de que, por su propio interés económico, el Imperio del Sol Naciente podría jugar el papel de auxiliar agazapado de las semicolonias yanquis que luchan por su liberación.
3o. Un tercer acontecimiento fue la decisión descertificadora de la Cámara de Representantes de Estados Unidos que tuvo tal cinismo y soberbia que hizo reaccionar a México entero, incluyendo hasta al presidente Zedillo, contra una agresión claramente lesiva a la soberanía de la nación y a la independencia de su gobierno.
La irritada respuesta de México entero dio a Clinton el arma necesaria para combatir con éxito la campaña contra ``la certificación'' que él mismo había otorgado a nuestro país, si no precisamente por su éxito, sí al menos por su declarada decisión de luchar contra el narcotráfico.
Pero los mexicanos esperamos más: que de una vez para siempre, el gobierno yanqui prescinda de las leyes y prácticas abusivas y extraterritoriales del imperialismo contra la soberanía y la independencia de México y las de todos los países hermanos de América Latin, la América nuestra. Hoy el pueblo ha comprobado, por fortuna, que una actitud ciudadana firme y unificada obligará al gobierno, a pesar de su tendencia proyanqui y neoliberal, a exigir a la potencia del norte que respete la soberanía y dignidad de nuestro país, que tantos agravios ha sufrido en los años recientes con el ominoso silencio de nuestros gobernantes sometidos.
Confíamos en que esta gran victoria de la nación entera no se frustre por las necesidades financieras o por las convicciones neoliberales de nuestro actual gobierno, que tanto lo sujetan a las decisiones norteamericanas. Confíamos en que el gobierno de México encontrará el camino para sustituir con evidente ventaja nacional, la ayuda imperialista extranjera por el apoyo popular interno.