ACTO EN LA PLAZA DE MAYO, A DOS MESES DEL HOMICIDIO DE CABEZAS
Stella Calloni, corresponsal, Buenos Aires, 25 de marzo Ť Con cientos de velas encendidas, fotografías recubriendo el césped de la Plaza de Mayo, frente a la casa gubernamental, antorchas atadas a las rejas del monumento de la pirámide que ardieron toda la noche, trascurrió la vigilia en homenaje al reportero gráfico José Luis Cabezas, asesinado el 25 de enero, sin que se haya esclarecido el crimen, después de dos meses de tensa espera.
En esta persistencia contra la estrategia del olvido, la indiferencia, la desmemoria, los periodistas soltaron hoy palomas y globos, estuvieron en una radio abierta que funcionó todo el día y donde cada uno pudo expresarse. El rostro de Cabezas está en todas partes. Su fotografía es levantada en alto en los estadios de futbol, está en los transportes colectivos, en las escuelas, en los teatros, en los camiones de carga que transitan las rutas del país. Sus ojos, su mirada nos sigue en forma permanente. ``A la perversa estrategia del olvido y la impunidad oponemos la estrategia de la memoria, de la verdad, de la luz,'', dice a La Jornada Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz, al analizar el fenómeno que se ha producido en la sociedad. Hay un antes y un después, un quiebre visible. ``El asesinato de Cabezas fue una señal, después de muchas señales. Fueron probando, amparados en la impunidad: gatillo fácil, muertes en oscuras comisarías, pero también surgieron las marchas de silencio, los reclamos. La población recurrió a la prensa. Los casos más humildes, los que antes quedaban en la oscuridad salen a la luz. La justicia no responde, pero la verdad está en las calles. Se intenta un ocultamiento sistemático bajo la apariencia democrática, pero la realidad nos muestra que no sólo continúan violando los derechos humanos, sino que los gobiernos han generado mecanismos de impunidad que afectan la vida y el futuro. Se insta a la negación del derecho a la justicia. Por eso esta multiplicación de los panes, de la exigencia de la verdad, muestra que ya no hay disposición a dejar que nos cubran las sombras''.
De alguna manera se puede comparar esto con lo sucedido en Estados Unidos y Guatemala, cuando la abogada estadunidense Jennifer Harbury decidió que el asesinato de su esposo, el líder guerrillero guatemalteco Efraín Bamaca, no quedara impune. Parecía una lucha solitaria, pero movió montañas, tiró del hilo y desenredó una madeja que puso en evidencia lo que todos sabían, pero de lo que se hablaba en voz baja. Lo mismo sucedió aquí.
Intelectuales, artistas, actores, sindicalistas, amas de casa, deportistas, catedráticos se han puesto al frente de la demanda de justicia. La Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA) ya repartió casi un millón de fotos de Cabezas. Ahora acaba de difundir enormes carteles donde aparecen figuras como el escritor Ernesto Sábato o la cantante Mercedes Sosa, entre otros. Dicen: ``Yo no olvido a Cabezas''. En La Plata, los familiares de cinco delincuentes menores detenidos y acusados en circunstancias irregulares de ser responsables del crimen del reportero, exhiben las fotografías con su rostro donde dice: ``No olviden a Cabezas''. Abajo han pegado las fotos de los cinco acusados y escribieron: ``Y no nos olviden a nosotros; somos inocentes''. Es un hecho cultural y así lo reconocen todos.
Aunque Ernesto Sábato está en un momento de encierro consigo mismo, afectado por este regreso de los fantasmas, después de que se vio obligado a recorrer los caminos del horror al reconstruir las desapariciones de miles de argentinos, está al frente en la demanda de justicia.
``Esta acción de la gente renueva la esperanza. Yo he sostenido que creo en los jóvenes. Creo que cuando ellos me hacen preguntas, cuando se interrogan, lo hacen porque están esperanzados. No los veo entregados a la frustración, a la decepción. No se ven dispuestos a aceptar la propuesta del salto hacia la nada que les hacen''. Hace pocos días recordó a La Jornada que ``sólo hay una salida que ya definieron los mejores pensadores de la humanidad. Es la formación de una democracia responsable sobre la base de la libertad, pero también de la justicia social. No la libertad válida para los que tienen posiciones privilegiadas , sino para todos, los que trabajan de sol a sol; los hoy desocupados están también desaparecidos''. Sábato piensa que el crimen de Cabezas marca el antes y el después. Resume acumuladas demandas.
Cada testimonio parece ir al fondo de la cuestión: el suceso es una señal, el principio de un cambio, ``remueve fermentos ocultos'', como señala Noé Jitrik, escritor que radicó en México. El separa los cambios culturales que se producen con lo que llama los ``cambios de civilización''. En el primer caso habla de ``irrupciones, incidencias tecnológicas, ampliación de horizontes'', entre otros diversos elementos. En tanto, en lo que denomina ``cambios de civilización'', habla de la modificación de sistemas de referencia que todos teníamos y que de repente se remueven mediante movimientos bruscos, cambiando sistemas de relaciones, de valores. Nos ponen ante un momento muy angustiante de no saber adónde vamos. ``Estamos viviendo lo que estaba contenido. Es quizás algo universal, pero para nosotros muy cercano; uno no vive lo universal. Por eso de pronto vemos cómo a ciertos episodios se le da una trascendencia que sorprende, una trascendencia de cambio. Tan graves fueron el asesinato del soldado Omar Carrasco (1994) dentro de un cuartel, dentro de una institución que debía cuidarse y también otros crímenes, como el del periodista Mario Bonino. La población se movilizó, pero nunca como ahora. Fue como el sonido de una alarma terrible, algo que indicó al conjunto que se trataba de una señal. Entonces hubo un reconocimiento de la gravedad y la intensidad de esa señal. Ya no se trata sólo de exigir que se encuentre a los culpables; esto va más lejos. Estamos percibiendo más. Lo vemos en la desesperada actitud de la gente en el poder por apresurar plazos, por saquear lo que aún haya que saquear, como si el tiempo se acabara''.
El caso de Cabezas no aparece aislado de los visibles cambios que se van observando en los rechazos a las privatizaciones, un lenguaje que muestra otros despertares, advierte Noé Jitrik. Por eso, el caso Cabezas no terminará cuando se descubra a los culpables y está actuando como ``un golpe de magia sobre la gente''. En el Teatro San Martín de esta capital, a pesar de las amenazas de bombas, funciona una exposición de fotografías realizadas por Cabezas. Dos mil 500 personas pasaron por día. Más de 10 mil catálogos fueron impresos, de los cuales no queda nada. Pero hay algo más. La gente espontáneamente comenzó a escribir mensajes tales como: ``no te mataron, te hicieron todo nuestro''. O como escribió alguien: ``¡Qué dolor! Fue necesario cerrar tus ojos para abrir los de todos nosotros. Gracias''.