Iván Restrepo
Vuelven los incendios
Hace ocho años, en una zona cercana a la ciudad de Cancún, se inició un pequeño incendio forestal; uno más de los tantos que ocurren en el país entre febrero y junio. Las instancias gubernamentales responsables de la protección de los recursos naturales y la seguridad ciudadana, estimaron que las llamas pronto serían controladas y no pasaría a mayores. Tres semanas después, cuando las llamas y columnas de humo eran una enorme mancha negra en el destino turístico más caro del país, el presidente municipal de Cancún todavía restaba importancia a lo que sucedía alegando que ``las lluvias estaban por llegar y apagarían el fuego''.
Pero no todos en Quintana Roo eran tan optimistas e irresponsables. Diversos grupos ciudadanos, destacadamente el grupo ecologista GEMA, insistían en la necesidad de un frente común para impedir que el incendio continuara extendiéndose, y que, de ser necesario, se acudiera al vecino país del norte en busca de ayuda, habida cuenta que México no cuenta con aviones cisternas para atacar este tipo de siniestros. La acción gubernamental llegó demasiado tarde y lo que iba a apagarse con las lluvias terminó en gran tragedia ambiental, tal y como lo documentó, día a día, nuestra reportera Rosa Rojas: más de cien mil hectáreas forestales consumidas por las llamas con incalculables efectos en flora y fauna de la zona.
Como es costumbre, abundaron las declaraciones en el sentido de que las investigaciones para dar con los culpables se llevarían hasta sus últimas consecuencias; que si bien el área afectada sumaba decenas de miles de hectáreas, los daños al medio no eran de la magnitud que muchos pensaban; que se pondrían en marcha programas para evitar se repitieran hechos tan lamentables, procediendo de paso a estudiar y mitigar, en su caso, los efectos ocasionados por el incendio. Por supuesto, nunca se supo quién o quiénes propiciaron el incendio, aunque se sospechó que bien pudo haber sido provocado por interesados en destruir áreas forestales con fines especulativos, habida cuenta la cercanía de la zona afectada con Cancún y el corredor turístico que desde esta ciudad llega hasta Tulum.
Ahora, otro incendio de proporciones muchísimo menores despierta indignación. Se trata del registrado en el parque nacional El Tepozteco, a 40 minutos del Distrito Federal. Aunque según afirman las autoridades ambientales, los daños a los recursos naturales fueron mínimos, la decidia y falta de coordinación para atacar a tiempo el problema causaron la muerte de dos campesinos de la zona que, junto con integrantes del Grupo Cívico Forestal ``Tejón'', integrado por jóvenes de Tepoztlán, acudieron desde un principio a sofocar el siniestro. Cinco días después fallecía un soldado que participaba, junto con 300 compañeros más, en tareas similares.
Cabe señalar que el incendio se inició un día antes de las elecciones locales, lo cual impidió que las instituciones oficiales a las que se acudió en busca de ayuda (Semarnap, Profepa, Protección Civil, Secretaría de Desarrollo Ambiental del estado) atendieran de inmediato las peticiones ciudadanas, dejando la tarea a grupos cívicos voluntarios con los resultados en pérdidas de vida de las que ninguna autoridad ahora se responsabiliza. Aunque, ¡lotería!, parece que sí hay culpables, a no ser que se trate de una maniobra para eludir responsabilidades: la titular de la Secretaría de Desarrollo Ambiental de Morelos, doctora Ursula Oswald Spring, deslindó de cualquier responsabilidad de lo ocurrido al gobierno para el que trabaja, pues desde mediados del año pasado la entidad firmó con la secretaria Julia Carabias un acuerdo de descentralización de los parques nacionales. Pero como la Semarnap ``no ha trasladado la responsabilidad al gobierno del estado, ella es la responsable del control y prevención de los incendios forestales''.
Aun si es verdad lo anterior, resulta increíble que ésa sea la respuesta a algo evidente en Morelos y en el resto del país: la falta de capacidad del gobierno para atender las contigencias ecológicas y para proteger nuestras riquezas naturales, como bien lo documentaron en sus envíos Francisco Guerrero y Alma E. Muñoz, reporteros de La Jornada. Lo ocurrido muestra, una vez más, la urgencia de apoyarse en las comunidades locales, que harían mejor su tarea de contar con herramientas, equipos adecuados y capacitación. Resalta, por enésima ocasión, lo conveniente de hacer menos declaraciones y anuncios en el sentido de que hay planes para evitar que las llamas consuman nuestros bosques y selvas, cuando ni siquiera se procede coordinada y oportunamente y cada quien se lanza la pelota de la irresponsabilidad y la decidia, como acaba de ocurrir en Morelos, y cuando apenas se inicia la temporada de incendios en el país.