Víctor Kerber
El turno es para Greenspan

El destino de México fluctúa entre los índices del Dow Jones y el estado de ánimo de los congresistas estadunidenses. Ese es nuestro drama como nación dependiente que somos de un único polo al que, con entusiasmo opíparo, le aplicamos la categoría de socio, y a su presidente la de aliado.

Pero cierto es que nuestro rumbo no necesariamente se define a través de los debates en el Palacio Legislativo de San Lázaro ni en las reuniones del ACE (Acuerdo para el Crecimiento Económico) ni en los corrillos de Los Pinos, sino en Washington. Quedó comprobado con la liorna de la certificación de México por su lucha contra el narcotráfico, misma que exhibió nuestras vulnerabilidades. El Senado de EU nos pasó de panzaso, aunque todavía demanda ``progresos significativos'' si no queremos vernos de nuevo en trances como el de las pasadas dos semanas. De hecho ya se considera atender el favor con ``extradicciones temporales'' para algunos casos.

Superado por el momento el asunto de la certificación, se presenta sin embargo otro menos manejable y quizá más punzante para la economía del país, ya que todo parece indicar que ahora sí el presidente de la Reserva Federal de EU elevará las tasas de interés durante la próxima reunión del Comité Federal de Mercado Abierto del banco central estadunidense. De hecho, aún antes de que se efectúe dicha reunión, el martes 25, los mercados financieros han empezado a mostrar nerviosismo; un nerviosismo que si bien no es privativo de México -puesto que en diversas latitudes se han manifestado bajas en los índices de inversión-, sí puede darse el caso de que ante la eventualidad de un incremento en las tasas de nuestro vecino, las turbulencias para nuestra economía sean mayores. Eso hay que atribuirlo precisamente a nuestra condición subalterna.

La decisión del señor Greespan será definitiva para nosotros, aunque, a decir verdad, el problema para él consistirá en cómo justificar la medida. La economía de EU ha crecido en forma saludable desde que Bill Clinton asumió el poder en su primer periodo con baja inflación, solidez en el dólar y una manifiesta expansión industrial que conlleva mayores empleos para los estadunidenses. No obstante, se presupone que tanta bonanza no puede sostenerse demasiado tiempo sin que comiencen a subir de nuevo los precios y se ingrese en otro ciclo inflacionario. Pero éste es solamente un supuesto, ya que la inflación en realidad no se ha acelerado y, más aún, los índices de precios al consumidor bajaron 0.4 por ciento durante febrero.

Lo que teme la Fed es quedarse atrás de la curva inflacionaria y verse precisada después a aplicar medidas aún más duras. Es una carrera de resistencia que tiene divididos a legisladores, industriales, comerciantes y financieros. Por lo pronto, el mercado accionario en EU se comporta en forma errática y se lleva consigo al mercado mexicano, que sube y baja como el chorrito.

¿Cuál es el riesgo que corremos? En el corto plazo, que se desaceleren los ritmos de flujo de capitales, lo cual inmediatamente repercutiría sobre el tipo de cambio, la bolsa de valores y los réditos bancarios. En el mediano plazo se manifestarían presiones adicionales en el servicio de la deuda externa por el incremento automático en los intereses sobre el principal. Sin embargo, una elevación en las tasas de interés a corto plazo -de aproximadamente un cuarto de punto en los réditos, según pretende Greespan- puede ser que a la larga beneficie a la economía mexicana si en realidad está lo suficientemente madura para soportarlo, ya que el mecanismo se introduce para moderar la hiperexpansión estadunidense -con ritmos de crecimiento superiores a 2.2 por ciento calculados para 1997.

Esto no aminora nuestro drama. La economía mexicana, de hecho, sigue siendo vulnerable al capital externo, además de que la deuda continúa ejerciendo presiones sobre nuestro desarrollo, no obstante las colocaciones del gobierno en los diversos mercados. En México todavía resulta difícil hablar de largos plazos si los fantasmas de las crisis cortoplacistas continúan asolando lo que nos queda de soberanía. Ayer por la certificación, y hoy por una decisión técnica fuera de nuestro control.