La Jornada 22 de marzo de 1997

LLAMA CARDENAS A TEMERLE A LA CONTINUIDAD, NO AL CAMBIO

Rosa Icela Rodríguez y Alberto Nájar Ť Eufórico, Cuauhtémoc Cárdenas reapareció en un atiborrado Zócalo: ``¡La historia nos ha dado la razón!'', subrayó a la distancia de varios años como líder opositor.

Con el cúmulo de experiencia y el viento a su favor sostuvo que, contrario al PRI y al PAN, ``el Partido de la Revolución Democrática no cedió ni claudicó ante el acoso; por el contrario, advirtió de los riesgos que corría el país de persistir la depredación salinista, y hoy propios y extraños reconocen el triunfo de las fuerzas democráticas en 1988, y también el 22 de diciembre de 1994 (el error de diciembre) cuando hicieron crisis el entreguismo, la mentira y la corrupción''.


Carlos Payán y Porfirio Muñoz Ledo se saludan
en el Zócalo, ante la mirada de Demetrio Sodi.
Atras, Armando Quintero.
Foto: Francisco Olvera

Hoy, con todas las encuestas a su favor, el candidato del PRD a jefe de gobierno del Distrito Federal, explicó: ``por eso nuestra palabra cuenta, y cuenta fuerte, para construir y orientar en la toma de decisiones''.

Plantado ante miles de simpatizantes --los organizadores dijeron que 60 mil, los periodistas calculaban de 30 mil a 50 mil-- que a la menor provocación lo festejaban, Cárdenas arremetió contra el PRI y el PAN: ``Están manipulados por el salinato que los unificó, y a pesar de sus conflictos aparentes no han roto sus amarres''.

De vuelta al Zócalo, en su tercera experiencia como candidato opositor, expresó retador: ``Al cambio no hay que temerle. Tengamos miedo, sí, de la continuidad, a más de lo mismo''.

En su turno Andrés Manuel López Obrador prendió al tumulto, vestido de amarillo y negro. Marcó línea a los candidatos: ``No pierdan el tiempo en escuchar ofensas, ni en contestar insultos, pongan toda su atención en lo que dice la gente, en sus problemas, y asuman compromisos ante sus demandas''.

Con la fuerza que dan los triunfos electorales, el presidente nacional del PRD recomendó: ``no dejemos que el PRI y el gobierno nos lleven a su terreno; pongamos las reglas de una contienda política digna de quienes proponemos el cambio democrático''.

Una alegoría distinta, la del arranque formal de las campañas perredistas. Nuevos rostros en el templete --ahí el intelectual de lujo, Enrique González Pedrero; el Premio Nacional de Ciencias, René Drucker; líderes barzonistas; el medallista olímpico, Bernardo Segura-- y un mensaje inédito a la nación, el de Carlos Payán Velver en el Zócalo.

``Aquí, al lado de la vida, queremos poner un alto a la destrucción nacional proveniente de la inercia, de la intolerancia, de la exclusión y de los intereses económicos que han usado en su provecho a nuestras instituciones''.

La presentación del candidato a senador, director fundador de La Jornada, fue recibida con respeto y júbilo por los miles de perredistas. Payán Velver continuó: ``Enfrentamos la crisis de un régimen que no termina de derrumbarse pero que aún es peligroso para la soberanía, la paz, la integridad del patrimonio nacional y la vida de los mexicanos. Ese régimen ha condenado a la muerte lenta en la marginación y la pobreza a 40 por ciento de la población''.

Porfirio Muñoz Ledo abrió la ronda de oradores con un discurso optimista, de unidad y conciliación. El PRD, dijo, se encuentra ``en el momento más alto que hayamos alcanzado desde 1988'' y a punto ``de cosechar los frutos de tantos esfuerzos y sacrificios. No nos hemos equivocado en lo esencial y no lo vamos a hacer en adelante''.

Así, desde la tribuna hizo uso de sus dotes oratorios, y dejó claro el propósito de la campaña electoral: ``ganar el gobierno de la República y terminar con el absolutismo presidencial''.

De hecho, ``no es casual que hayamos elegido el 21 de marzo, natalicio del presidente Juárez, para iniciar esta campaña; fue él, tal vez como ninguno, quien probó que la mejor manera de resguardar la soberanía es la vigencia de las instituciones republicanas''.

Desde el sur, ``con el eco del mar campechano y de la selva'', Layda Sansores, candidata a la gubernatura de esa entidad, se estrenó en el Zócalo perredista con una advertencia al gobierno: ``que no se confundan porque el pueblo está cansado de contemplar por años el mandato sin réplica y el abuso que no tiene castigo. No han querido medir realmente cuál es el nivel de las aguas''.

El tono encendido de la senadora contagió a los dueños de la explanada. ``¡Vamos a ganar!'', pronosticó. ``A golpe de urna, el gobierno no tendrá otra alternativa que rendir la plaza al pueblo de México. ¡Los ejércitos del PRD van adelante, nada ni nadie podrá detenerlos!''.

Llena la plaza, para muchos candidatos el ascenso al poder empezó en las escaleras del templete, donde lista en mano estudiantes rechazados de la UNAM seleccionaron a quienes tenían derecho a contemplar el acto unos metros arriba de los demás. Así, los más conocidos o populares como Layda no tuvieron problema para pasar, pero otros, particularmente los aspirantes a diputados o asambleístas, sudaron la gota gorda e incluso se quedaron abajo, como Estrella Vázquez.

Laura Itzel Castillo tuvo que soportar los empujones y ninguneos de los muchachos, a pesar de que en tribuna Cárdenas y Muñoz Ledo hacían un homenaje a la labor de su padre, hospitalizado por una afección cardiaca.

Otra vez los ``¡Cuauhtémoc!, ¡Cuauhtémoc!, ¡Cuauhtémoc!'' retumbaron en el primer cuadro de la ciudad de México. La lluvia amenazaba; aparecieron los paraguas, y la maestra de ceremonias Mara Robles, adelantó el orden de los oradores, para permitir que Cárdenas ofreciera su mensaje antes de que las nubes se vaciaran.

En algún momento recordó la victoria arrebatada de 1988, pero esta vez, el tono fue distinto. E incluso hubo un mensaje con dedicatoria a quien corresponda: ``Debemos reconocer que en los responsables de la conducción política del país, hay una actitud política distinta a la del 88; sin bajar la guardia otorguemos el beneficio de la duda''.

Nueve años después, y rumbo al 6 de julio, aseguró, ``hoy tenemos un partido que no tuvimos en 88, con dirección firme y capacidad para movilizarse en una parte del país o en otra. Hoy todo mundo sabe que un atropello electoral no lo resiste el régimen''.

Ahora, en un nuevo contexto político, Cárdenas instó a no asustarse del cambio, porque ``derrotado el PRI nadie podrá ser despojado de su puesto en el mercado, ni la concesión del taxi, ni sus permisos o la escuela de sus hijos; el voto es secreto y es garantía contra las amenazas''.

Votar por el PRI, dijo, no garantiza nada nuevo y nada distinto, pues representa más crisis, pobreza, desempleo, contaminación, inseguridad y corrupción.

Y no dejó ir limpio al Partido Acción Nacional, ``al que no basta con denunciarlo como inculto, intolerante o censor desatado donde quiera que ha tomado el poder'' debido a que significa ``el discurso vacío, el programa inexistente, el cambio sin cambio''.

Fue más allá: los panistas ``son los signatarios de un pacto oculto con Carlos Salinas, con quien se comprometieron de lleno con su programa económico, y fueron cómplices en la ejecución corrupta de las privatizaciones, el agudizamiento de la crisis, la desnacionalización de la economía, el alza al IVA y el desempleo''.

La muchedumbre llegó de varias partes del país y los municipios conurbados donde gobierna el PRD. Para éstos y los capitalinos que los acompañaban, Cárdenas reiteró su oferta de encabezar la lucha por una ciudad limpia, segura, sin corrupción, con vivienda digna y salud para los habitantes; es, de hecho, su lema de campaña: crear en el territorio del Distrito Federal ``una ciudad para todos''.

Quizá como un augurio, ayer hasta el clima fue solidario con el perredismo. A lo largo de todo el mitin apenas cayeron algunas gotas como para recordar que la lluvia rondaba. Pero apenas concluyó el Himno Nacional, y la diputada Mara Robles agradecía las asistencias, un tremendo chaparrón despidió a los manifestantes y obligó a un rápido desalojo de la plaza.