Por primera vez desde los días del Frente Democrático Nacional, la izquierda democrática representada por el PRD se ha situado en condiciones de ganar el gobierno de la ciudad de México y entrar seriamente a la disputa de la mayoría en la Cámara de Diputados en las elecciones del próximo 6 de julio. De materializarse esas posibilidades se daría un vuelco a la situación política nacional; sería la entrada del país a un proceso de tránsito a la democracia completa. Pero aun si sólo se reedita a nivel federal la situación existente en el estado de México, en la cual ninguno de los partidos tiene mayoría en la Cámara, significará un cambio importante en la correlación de las fuerzas políticas nacionales. Puede ser un fuerte golpe a la hegemonía priísta, muy debilitada en los últimos años merced a los avances de la oposición y a la crisis y agotamiento del partido que desde 1929 gobierna al país.
Los avances electorales del PRD en Guerrero, estado de México y el domingo último en Morelos, indican sin lugar a dudas que franjas importantes del electorado en esta zona del país están dando un viraje en favor de las fuerzas de izquierda y democráticas. Abandonan sus ilusiones y su confianza en el partido oficial y buscan otra opción, pero no en la derecha panista, sino en el PRD que empieza a inspirar confianza como fuerza política alternativa.
En Morelos, antiguo bastión del priísmo, esto ha sido claro por completo en las elecciones recientes. Se creó en este estado una nueva situación política en la cual el gobierno de Carrillo Olea va a tener que aprender a gobernar, a hacer política, a negociar con otro partidos, pues el PRI dejó de ser la fuerza decisiva: la mitad de los municipios está en manos de la oposición, y en la Cámara local ningún partido tiene mayoría, de tal suerte que no se podrá gobernar ni legislar sin la búsqueda de acuerdos entre los partidos. De esta manera la democracia sale ganando.
A su vez, los resultados de varios sondeos de opinión indican que también en el DF las preferencias del electorado empiezan a inclinarse en favor del PRD y de Cuauhtémoc Cárdenas, su candidato a gobernador. Por primera vez el partido del sol azteca ocupa el primer lugar en las encuestas de Reforma y del Centro de Estudios de Opinión de la Universidad de Guadalajara. Aunque sólo indican la opinión de los encuestados en el momento de ser interrogados, confirman la existencia de corrientes sociales, que pueden ser mayoritarias el 6 de julio, favorables a una salida democrática y popular a los graves y complejos problemas de gobierno de la ciudad de México. Lo anterior no debe sorprender demasiado. Ya en 1988 los partidos del Frente Democrático Nacional ganaron la ciudad, y ésta ha sido escenario de los más importantes movimientos políticos y sociales inspirados por las fuerzas democráticas y de izquierda, con hondas raíces en la historia de la capital.
Sin embargo, sería un error imperdonable de los militantes y dirigentes del PRD, así como de sus aliados, dejarse llevar por las tentaciones triunfalistas. De aquí al 6 de julio puede ocurrir cualquier cosa. El PRI y el PAN, aliados hasta hace muy poco y en el fondo coincidentes en sus proyectos de país, aunque ahora en medio de un escandaloso divorcio, van a hacer todo lo posible por cerrarle el camino al PRD y derrotarlo el 6 de julio. Este sólo podrá mantener su ventaja del momento de arranque si consigue inspirar confianza, con sus propuestas políticas y la forma de presentarlas, de que es capaz de gobernar sin sacudidas bruscas, y con el apoyo de la sociedad enfrentar y tratar de resolver, sin prometer milagros, los problemas graves de la ciudad creados por varios sexenios de gobiernos priístas.
El repunte del PRD indica también que la salida a 70 años de dominación priísta no será fatalmente una salida por la derecha panista, sino que existe otra alternativa democrática y popular, progresista y de cambio, de cara a los intereses de la mayoría de mexicanos.