Lo prometido es deuda y la deuda ha sido cabalmente saldada: hace unos días se realizó el concierto, anunciado en noviembre de 1996, para estrenar las ocho obras elegidas de entre las que crearon los alumnos del curso que dio en México el gran compositor italiano Franco Donatoni. Organizado por Víctor Rasgado y Juan Trigos, quienes coordinaron las actividades de Donatoni en México, el concierto fue protagonizado por el Quinteto de Alientos de la Ciudad de México y la pianista Ana María Tradatti, dirigidos por Eduardo Sánchez Zúber. En seguida, una reseña de lo escuchado esa noche.
Música para cuatro (Alejandro Castaños, México). La pieza presenta ciertos procedimientos melódicos y contrapuntísticos tradicionales, enfocados bajo ópticas actuales, así como algunas exploraciones de técnicas instrumentales contemporáneas, particularmente en la escritura para el clarinete. Una buena parte del carácter sonoro de la obra está dado por el tratamiento incisivo de las partes del oboe y el clarinete.
Música para piano y quinteto de alientos (Juan Pablo Medina, México). A lo largo de este sexteto, Medina propone (y logra) un tratamiento sonoro en el que se pone de manifiesto cierta espacialidad del discurso musical, con interesantes apuntes de un estructuralismo en pequeña escala que dan a la pieza un compacto perfil formal. Todo ello, complementado con atractivas sugerencias de color, ancladas fundamentalmente en el empleo de la sordina en el corno.
Impulsos (Cecilia Medina, México). Piccolo, flauta, oboe y clarinete son tratados casi como una unidad sonora indivisible en casi la totalidad de la obra de Cecilia Medina. Esta unidad tiene como contrapartida sonora al piano, y ambos elementos son trabajados a partir de células motívicas muy características. En general, el discurso del piano es más complejo que el de los alientos y funciona como soporte a las secciones en las que, como contraste al planteamiento unitario mencionado antes, cada instrumento de aliento tiene momentos de protagonismo individual.
Time lag (Omar Gaytán, México). La obra de Gaytán se caracteriza, en el contexto del resto de las piezas del programa, por la búsqueda de texturas sonoras más densas y complejas. Otro elemento destacado del discurso del compositor es la presencia de numerosos momentos en los que el desarrollo formal está marcado por movimientos paralelos de engañosa sencillez.
Pulso herido (Marcelo Toledo, Argentina). El compositor utiliza el contraste de registros como principal línea de conducta, complementada con un interesante uso de los microintervalos y un refinado sentido del color. Destaca también la alternancia de secciones de textura compacta con otras más fragmentarias y disjuntas; hacia el final, Toledo crea una rarificada atmósfera a base de efectos y modos de producción sonora.
Accumulatio vocum (Mauricio Vázquez, México). Discurso nervioso y enérgico, marcado por grados diversos de intensidad, sorprende en su final por el inesperado contexto melódico encargado al clarinete como conclusión de la pieza.
De las fuentes y la memoria (Javier Parrado, Bolivia). Microintervalos, multifónicos, sutiles toques colorísticos y un buen empleo del corno inglés que alterna con el oboe, son las características de la pieza de este compositor.
Da caccia (Selena Kay, Inglaterra). El corno es el protagonista indiscutible de la obra de Selena Kay, no como solista, sino como ancla del trabajo colectivo del sexteto, sobre todo en la primera sección de la obra. El empleo del piccolo no sólo añade interesantes acotaciones tímbricas, sino que sirve además para conducir a los demás instrumentos a sus respectivos registros agudos.
De la audición y escueta descripción de estos ocho estrenos mundiales, preparados e interpretados con calidad y compromiso por los seis músicos y el director, se desprende que los jóvenes compositores han realizado un trabajo serio y competente, de buenas bases técnicas, y con grados diversos de expresividad y habilidad formal, quedando claro que hay talento y oficio pero, sobre todo, que hay estudio, trabajo y dedicación. Será interesante seguir la huella de los cinco compositores mexicanos que participaron con sus obras en este singular concierto, cuya consecuencia más importante fue la de constatar, a través de la personalidad claramente individual de cada uno de ellos, que es más fácil clonar ovejas que compositores, y que los donatoninos no son necesariamente epígonos o imitadores de su maestro sino que tienen plena capacidad para asimilar sus enseñanzas de modo personal. ¡Enhorabuena!