Luis Linares Zapata
Transición y Televisa

La prolongada y dolorosa etapa inicial de la transición democrática parece acercarse a su fin con el arribo de la primavera. Lo sucedido en Morelos se presenta ya como una parvada que anticipa un verano terminal para las antiguas costumbres electorales. Las próximas elecciones serán, para regocijo de los que apostaron al mejoramiento del electorado y a la maduración partidista, las más competidas y parejas. El 6 de julio fijará el momento en que el voto cuente y se cuente y los partidos entren a la contienda en similares condiciones para el triunfo.

Y con ello, de manera coincidente pero natural, el largo periodo de hibernación y florecimiento protegido de Televisa entrará en un rejuego sujeto a distintas normas para accionar. No sólo es sintomático el desvanecimiento de su priísta y presidencialista conductor, también lo es la aparición en escena de una generación que hereda los títulos y acciones, pero deja sujetas a cuestión sus capacidades de mando efectivo y revela un liderazgo endeble que aún requiere de apoyos laterales. Se duda de su habilidad para adaptarse a un mutante escenario externo que requiere de equilibrios entre entretenimiento e información, entre deporte y extensionismo cultural y no a discriminaciones subordinadas a la tiranía del ingreso, rating, inversiones o utilidad.

De similar manera como el poder y conducta de la sociedad, con sus partidos políticos incluidos, comenzarán una larga trayectoria bajo la rectoría de la llamada cultura ciudadana; así Televisa tendrá que adecuarse, en la lucha por su sobrevivencia, a los dictados de un mercado más hostil y al descampado de una inevitable incertidumbre electoral y partidista. En todo caso, una de las pocas seguridades del ámbito público dice que las emanaciones del éxito ya no provendrán, de manera indisputable, desde lo alto de la pirámide del poder sino que, cuando menos, serán influenciadas por las pulsaciones de una sociedad que se acomoda, orienta y reparte al son de fuerzas y efluvios de difícil captación.

Para Televisa la época del dispendio de sus directivos y las facilidades desmesuradas que recibió del sistema establecido que siempre la vio como aliada, entró hace varios años en su momento declinante. Sus dolores y retobos han sido lentos y torpes, tanto para reconocerlo, como para conciliarlo con una postura y visión de mejor corte empresarial. El costo no se ha dejado de sentir a pesar del maquillaje de las apresuradas ventas de activos, el achicamiento de su plantilla laboral, el recorte de gastos superfluos, los titubeos de su línea informativa y las inocultables tensiones entre accionistas. La lucha por la inversión publicitaria no es sino fase adicional de un entorno plagado de inconsecuencias y traumas.

El favor público, la cercanía con la inteligencia, la visión del rumbo por el que transcurre el cauce de la actualidad nacional, su apertura política y asimilación de las nuevas reglas ciudadanas es un legado, un capital humano que aún le queda lejos y grande a Televisa, a su directorio y entramado organizativo.

Durante años usufructuó el productivo y generoso desarrollo estabilizador. Atenida a la centralidad presidencialista, asimiló las señales que le impusieron un papel subordinado bajo condiciones específicas de protección y cuasi monopolio. Vivió, junto con el país, el crecimiento acelerado de un Estado benefactor acorde con las inclinaciones de sus ejecutivos de entonces. También manipuló en su provecho, la dilatada decadencia del mercado protegido con sus usos de recursos sin controles rigurosos ni exigentes parámetros de rendimiento. La misma ley que la rige fue hecha a su medida. Se habituó al mando sin contrapesos de su ahora convaleciente guía y presidente dentro de un ambiente de complicidades redituables para muchos de sus socios y directivos. El talento creador fue menguando en la medida de su rigidez interior, el desprecio por el valor colectivo (``infelizaje'') y la nula competencia.

Pero fluctuar entre las pasiones partidarias es más que una necesidad, es un signo de los tiempos. Si analiza la manera como su rival, Televisión Azteca, no penetró el favor priísta tan buscado y sí enajenó a la oposición con su cinismo, Televisa debe flexibilizar su anterior postura, atraer las voces que marcan ritmo y orientación de la población e invertir en aquéllos que le sostendrán a través del cambio, si quiere contribuir a la transformación de la sociedad y con ella prevalecer.