La Jornada miércoles 19 de marzo de 1997

Gonzalo Martínez Corbalá
Petróleo, recurso estratégico
(Primera de cinco partes)

El petróleo es un recurso de enorme importancia en la economía mundial; ningún país, sin importar su grado de desarrollo, puede prescindir de él. México no es la excepción; en las diversas etapas de su historia moderna el petróleo ha jugado un papel estratégico que, en buena medida, ha determinado las condiciones en que hoy vivimos. En México el petróleo no sólo ha sido elemento fundamental para la industrialización, generación de divisas y empleo, sino que ha devenido en signo de soberanía, independencia e identidad nacional.

La propiedad de los recursos petroleros del país es patrimonio de la nación, lo cual permite que el Estado mexicano los administre en bien de las prioridades nacionales. Esto constata la importancia de la medida tomada hace más de medio siglo por Lázaro Cárdenas al expropiar la industria petrolera.

Además, la propiedad nacional sobre esa industria ha permitido aumentar la presencia económica de México en los mercados internacionales y el grado de autonomía respecto del exterior, y ha sido importante fuente de recursos para nuestro desarrollo económico y social.

El petróleo ha sido objeto de enardecidas disputas internacionales desde la existencia de un mercado mundial para este producto. Podemos situarlas desde la década de los años veinte, cuando la lucha se daba entre la Standard Oil, la Royal Dutch Shell, la Exxon y la Anglo Persian Oil, que más tarde se transformaría en la British Petroleum.

Estas compañías, buscando solucionar los dilemas de la sobreproducción y el exceso de capacidad en el sector, llegaron al primer acuerdo internacional sobre las participaciones en el mercado petrolero, en el castillo de Achnacarry, en Escocia, en 1928.

Un caso que ilustra el gran poder económico y político que los cárteles petroleros adquirieron en poco tiempo es el de Irán en 1951, cuando las propiedades de la Anglo-Iranian Oil Co. (AICO) fueron nacionalizadas por el gobierno de ese país, encabezado por su primer ministro Mohammed Mossadeg.

El 4 de julio de 1952 se reunieron en Washington el secretario de Estado Dean Acheson, el embajador británico Oliver Franks y Averell Harriman para analizar los factores que estaban determinando la actitud de los iraníes, además de los de índole estrictamente económica.

El gobierno de ese país reclamaba una mayor participación en la explotación de su petróleo para quedar en los términos vigentes entre las compañías estadunidenses que explotaban yacimientos en Venezuela y Arabia Saudita y los gobiernos de estas naciones que reci- bían una participación de 50 por ciento. La compañía petrolera no aceptó esta propuesta y el gobierno de Irán procedió a la expropiación.

Pese a las consideraciones políticas que se plantearon en esta reunión, en la que se reconoció que estaba pesando mucho el mal ambiente que tenían en Irán no solamente la AICO, sino los ingleses en general, y de la recomendación de llegar a un acuerdo con el gobierno iraní, la AICO se negó a aceptar las condiciones de éste, y las grandes trasnacionales estadunidenses se solidarizaron con ella emplazando a un boicot mundial con características de embargo sobre el petróleo iraní. Con esta medida lograron bajar significativamente las exportaciones iraníes, que pasaron de un total de 400 millones de dólares en 1950 a menos de 2 millones en el periodo de 1951 a 1953.

El Departamento de Estado conminó a las empresas estadunidenses a abstenerse de buscar concesiones en Irán, mientras que los países vecinos no tuvieron ningún inconveniente en proporcionar a los británicos, a través de la propia AICO, todo el petróleo que obtenían de Irán.

La resultante crisis financiera que enfrentó el gobierno de Mossadeg provocó una gran inestabilidad interna, que desembocó en su derrocamiento en 1953.

Al ser analizado el fenómeno en el Senado estadunidense se concluyó que ``después de que el Sha se vio obligado a abandonar el país por la presión de las violentas demostraciones populares en su contra y de su padre, el ejército tuvo que intervenir, y en una sangrienta lucha en las calles depuso a Mossadeg y restituyó al Sha en el trono, en un movimiento que fue asistido clandestinamente por la CIA''.

Hasta entonces México era el único país que pudo realizar con razonable éxito la nacionalización de su petróleo, a pesar de haber enfrentado el enorme poder político y económico de las trasnacionales petroleras.