Pobre ex procurador, se le vino el mundo encima; primero lo elevaron, lo pusieron en la cumbre, podía disponer de dinero en abundancia de poder, las personas mismas estaban a su disposición, como el Centurión del Evangelio, a uno podía decir ve, e iba; y a otro ven, y venía.
De una posición modesta pero propia, que se había forjado, de un momento a otro, por arreglos cupulares entre su partido y el gobierno, fue nombrado procurador general de la República, es decir, usando una figura académica: pasó de la primaria al doctorado sin haber cursado la preparatoria y así como subió, súbitamente, así también cayó, de golpe y porrazo, y ya caído, su antiguo compañero de gabinete, el licenciado Farell, quizá recordando viejos agravios que el PAN le infirió, ahora persigue a su ex colega y le atribuye el uso indebido de los fondos y recursos propiedad de la nación, previamente quitados a los delincuentes.
Y frente a esa acusación, su defensa se basa, según la prensa de la semana pasada, en pedir que se investigue también a los procuradores anteriores ya que él hizo lo mismo que hicieron ellos; si dispuso de bienes y dinero quitado a los narcos fue porque así lo habían hecho sus predecesores.
Por eso digo que pobre defensa. Si precisamente lo que se esperaba de un procurador panista era una conducta diferente, una rectificación en la forma de conducirse, un cambio en las prácticas para pasar de las viciadas y tradicionales, a otras nuevas, honorables, claras e intachables.
Parece que ya pasó el tiempo en que los legisladores de oposición devolvían los dólares no gastados a la caja de la Cámara de Diputados, cuando regresaban de un viaje oficial y les había sobrado algo de los viáticos; parece que el orgullo de ser político sin enriquecerse, sin cambiar de estatus económico, a despecho del cinismo al estilo Hank, quedó atrás.
Ahora la defensa de un político de oposición se basa en decir que actuó igual que los políticos oficialistas. De ese modo, los panistas no demuestran que son el cambio como pregonan; por el contrario, con casos como el del ex procurador, como el de Punta Diamante, como las escoltas y ayudantes que tienen a cargo del erario algunos de sus dirigentes, demuestran más bien que son el continuismo pintado de otro color.