La Jornada 18 de marzo de 1997

En Chiapas, los indígenas que más violencia sufren son los que no optaron por la guerra: Jan de Vos

Blanche Petrich/ II Ť Los ataques de las fuerzas del orden de Chiapas a las comunidades del norte de la entidad -la más reciente a la comunidad de El Bosque- van dirigidos contra la base social desarmada del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, grupo civil que en 1994 no ``votó'' por la lucha armada sino que optó por establecer alianzas con los alzados ya en la etapa de los fusiles mudos y las esperanzas, cuando aún latían, de la mesa de San Andrés Larráinzar.

El análisis del ex jesuita belga Jan de Vos dirige el dedo justo a ese punto: ``Esa es la guerra. El término posmoderno es guerra de baja intensidad, pero lo que ocurre es premoderno, la matanza en San Juan El Bosque''.

La violencia, señala, se ha ensañado justo con lo más vulnerables, los indios del norte del estado, porque por el diseño de la negociación quedaron fuera de lo que se considera zona de conflicto y por lo tanto objeto de pacificación. ``Son los más desprotegidos'', explica.

De lo que se desprende de esta percepción del investigador Jan de Vos, es que la estrategia contrainsurgente pretendería ``carcomer la periferia del núcleo'' del movimiento zapatista.

De Vos es sumamente crítico del rol de la Iglesia en la zona pero a la vez le reconoce a la diósesis de Samuel Ruiz haber empujado la historia de Chiapas varios siglos hacia adelante. Acepta asimismo que la Iglesia chiapaneca sigue llenando los espacios que el gobierno, ``por no cumplir con sus responsabilidades'', ha dejado vacíos, ``un vacío que la sociedad civil aún no logra llenar''.

Pero el hecho de que las iglesias -diocesanos, seglares, jesuitas, dominicos, protestantes, lo que sean- sigan en ``situación de misión'' en Chiapas no lo ve como algo positivo. ``Es algo muy premoderno, algo que a lo largo va a desgastar a los agentes religiosos. Yo no puedo concebir que a fines de siglo sigan habiendo clérigos que no sólo cumplen su tarea de denuncia y acompañamiento sino que se lanzan a organizar a la gente. Lo ideal fuera que sean ellos mismos (la gente), u otros civiles, quienes organicen, no los religiosos'', evalúa. Peor aún, son clérigos que han llegado al estado. ``En Chiapas -apunta- no hay una Iglesia autóctona.''

Cuatro caminos; la raíz, entre ellos

Sin haber cruzado las etapas de la descolonización, la Independencia y mucho menos la Revolución, las comunidades indígenas fueron ``objeto de misión'' por corrientes religiosas tanto católicas como protestantes, indigenistas -la ya agonizante escuela del INI-, la corriente de izquierda (los norteños, los pepes, los chapingueros) y finalmente la lucha armada, implantada primero por el Frente de Liberación Nacional y después por el grupo del subcomandante Marcos.

Confluyen en estas fuentes de organización de los pueblos indios varios radicalismos, el ``histórico'' de la izquierda y el de la teología de la liberación, que encuentra su simbiosis con el radicalismo histórico de los ``curas revoltosos'', Hidalgo y Morelos.

Son ``los caminos'' que se presentan y son recorridos en la historia contemporánea. El corazón de todo este fermento es la diócesis de San Cristóbal y el movimiento migratorio que baja de Los Altos a colonizar la selva Lacandona. Pero hay un cuarto camino, el radicalismo indígena. ``Radicalismo en el sentido de raíz; no por casualidad una de sus organizaciones se llama slop, raíz en tzeltal''. Esta última es la más profunda, la única autóctona, la que al ex jesuita Jan de Vos más le preocupa que prevalezca y logre ejecutar su protagonismo.

Aquí el ex cura de nacionalidad belga enfoca el objeto de su análisis en las comunidades que asumieron de manera más intensa esta síntesis de ``los cuatro caminos'', porque -y aquí está la aportación de los pueblos indios- no optaron por una sola escuela, por un solo camino, sino ``caminaron'' por los cuatro simultáneamente, incluido el de la lucha armada, el correspondiente al Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

No terminará el asombro del ex jesuita ante el fenómeno que le tocó observar y acompañar: las nuevas generaciones de tzotziles, tzeltales y choles que salen de sus comunidades sin tierras y avanzan hacia la gran aventura de colonizar los terrenos de la Lacandona.

Entre los sesenta y los setenta la demografía de la zona salta de entre 60 y 80 mil habitantes a entre 200 y 250 mil. Es decir, el sentido de fundar lo que la Iglesia llama la nueva comunidad cristiana y los izquierdistas la nueva cultura comunitaria. Nada de eso se asume como propio. Los indios restructuran todas las propuestas conforme a su propia raíz, su slop, fuerte como ninguna porque de ella dependerá que las nuevas generaciones desarraigadas de la tierra de origen no pierdan su cultura y sus valores milenarios.

En el proceso de digerir con valores propios las escuelas de fuera con la propia -los cuatro caminos: Iglesia, izquierda, lucha armada y raíz indígena-, muchas comunidades intentan andar por todas esas vías hasta que llega el momento de elegir: ``Vamos a la guerra''.

Pero justo donde enraizó el trabajo de las misiones jesuitas los indios no votaron por las armas. Votaron por el movimiento Xi Nich, cuya expresión más fuerte fue la marcha a México pocos meses antes del levantamiento del EZLN. ``Y no crean que eran muchos jesuitas. Son dos o tres. Por eso es tan ridículo el miedo que le tiene el gobierno'', según el analista belga.

De Vos advierte que no hay ruptura ni distanciamiento entre quienes optan por ``el cuarto camino'' -las armas- y los demás. Por el contrario, con el tiempo los que no se suman al EZLN al principio se van acercando, porque entienden que las demandas zapatistas son su misma causa y que su método, al contrario de sus propios caminos pacíficos, sí se escucha en el centro.

``La mala suerte es que los que en su momento no optaron por las armas son los que más sufren, los menos protegidos, porque están fuera de la mesa de diálogo y porque están desarmados, porque en el norte de Chiapas no opera la ley de conciliación y porque ahí no hay freno a los finqueros que siguen sembrando el terror y utilizando las diferencias entre los propios indios para armar a los más cercanos al gobierno, para hacer un terrorismo que nada tiene que ver con la guerra de baja intensidad'', explica.