La jornada electoral del domingo en Morelos arroja un doble balance positivo que debe ponderarse como un avance sustancial de la cultura democrática en el país.
Por una parte, la realización misma de los comicios se desarrolló en forma pacífica y civilizada, con un nivel de participación elevado que se impuso sobre el abstencionismo que hacían temer las predicciones, y con irregularidades menores y aisladas. El mismo domingo el gobernador Jorge Carrillo Olea admitió, ante lo que se veía ya como un grave retroceso del partido oficial, que harían en su gobierno rediseños y ajustes acordes con la nueva correlación de fuerzas electorales en el estado. La única disonancia relevante en este panorama de civismo esperanzador ha corrido a cargo del dirigente estatal priísta Juan Salgado Brito, quien ayer se negó a reconocer las tendencias, claramente desfavorables para su partido en lo que hace a la composición de la próxima legislatura local y a la presidencia municipal de Cuernavaca.
El otro dato positivo es que, según los resultados preliminares disponibles, en Morelos puede hablarse de la superación de los carros completos o semicompletos, de los unanimismos sociales y de las mayorías aplastantes, tan característicos de una cultura política que no guarda ya ninguna correspondencia con la pluralidad, la diversidad y el desarrollo ciudadano que ha logrado la sociedad mexicana contemporánea.
De acuerdo con esos resultados, Morelos va a estrenarse en la coexistencia entre fuerzas políticas distintas en diferentes niveles e instituciones de representación popular: el Ejecutivo estatal priísta, el Congreso con mayoría perredista y el ayuntamiento de la capital morelense en manos del PAN tendrán que interactuar, negociar y desarrollar sus respectivas atribuciones en un marco de respeto, colaboración y civilidad, so pena de sacrificar la gobernabilidad del estado, una consecuencia que las tres fuerzas políticas, y el conjunto de la población morelense, tendrían que lamentar.
Cabe esperar que las diferencias y los reclamos que puedan suscitarse a raíz de los resultados y la calificación de la votación sean resueltos de manera satisfactoria, apegada a derecho y por las vías institucionales que corresponden. En suma, los comicios deben constituirse en el principio de la solución de los acuciantes conflictos que padece Morelos, y no en fuente de problemas adicionales para la entidad.