Es pertinente reiterar que desde hace muchos años, en México la política de combate a las drogas tiene dos características que han sido fundamentales: por un lado, ha sido una política integral, y por otro una política participativa. Integral porque en el combate a las drogas es necesario considerar los diversos eslabones que conforman la cadena del tráfico, la producción y el consumo de las mismas. Si no tenemos una concepción integral con estos tres elementos fundamentales, creemos --al igual que muchos otros países del mundo y organismos internacionales-- que los esfuerzos serán inútiles. Este grave problema debe resolverse de manera más eficiente y participativa; el gobierno de México trabaja de manera conjunta con la sociedad mexicana en lo interno y busca trabajar en el contexto internacional, en el mejor esquema de la cooperación internacional, entendiéndola como la suma de voluntades de los diversos países que, de manera respetuosa, se conjugan para poder afrontar problemas que les son comunes.
Los Centros de Integración Juvenil son un magnífico ejemplo de como México ha impulsado, desde hace 27 años, una política clara de prevención del consumo de drogas. No es algo que estemos inventando en este momento. Se han construido en el territorio nacional y están operando más de 60 centros regionales, que concentran sus esfuerzos en una población que oscila entre los 10 y los 18 años, edades en las que podemos tener un mayor impacto de carácter preventivo. Solamente en el año pasado se atendió a 1.2 millones de jóvenes que recibieron la orientación, el apoyo y en su caso la terapia necesaria para evitar que cayeran o continuaran usando drogas de diversos tipos.
El Consejo Nacional contra las Adicciones ha permitido también una articulación de esfuerzos dentro del Sector Salud, y en este esquema integral de nuestra política de combate a las drogas trabajamos cercanamente con el sector Educativo, con el sector de Gobierno y Justicia, Defensa Nacional y Trabajo. Es decir, en nuestros Programas de Combate a las Drogas el gobierno de la República ha establecido una coordinación intersectorial; y en el marco del nuevo federalismo hemos avanzado también en el último año, de manera muy importante, hacia la participación municipal.
Estas consideraciones son fundamentales, porque debemos tener una concepción muy clara de la naturaleza del problema y de su magnitud.
Ningún país tiene derecho a asumir que la amenaza de las drogas es externa, si no reconoce que el fenómeno de la demanda, es decir el fenómeno del consumo, es interno y es un factor determinante en la cadena internacional del narcotráfico. Esto lo dicen no solamente el gobierno mexicano y la SSa: así lo reconoce el Programa de Naciones Unidas para el Control de Drogas y la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas de la Organización de Estados Americanos. En este contexto conviene revisar algunas cifras que nos pueden permitir ubicar con objetividad esta faceta del problema que, insisto, no ha sido cabalmente considerada por algunos países: la referida al consumo, a la demanda, a lo que en otras ocasiones he señalado y hoy reitero, es sin duda la palanca más poderosa que activa el proceso del narcotráfico internacional.
Estudios derivados de una de las mesas de trabajo del Grupo de Contacto de Alto Nivel nos permitieron elaborar en diciembre de 1996 un documento titulado ``Diagnóstico conjunto en materia de reducción de la demanda de drogas''. Algunos datos comparativos nos permitirán ilustrar muy claramente las dimensiones del fenómeno. En los Estados Unidos de Norteamérica se ha estimado que aproximadamente 72 millones de personas han consumido alguna droga ilícita alguna vez en la vida.
En nuestro país se ha estimado, con metodologías similares, que 1.6 millones han usado alguna droga ilícita en el curso de su vida.
Ajustando, desde luego, para las diferentes tasas de población de Estados Unidos y de México, esto nos permite inferir que por cada mexicano que ha usado alguna droga ilícita a lo largo de su vida existen nueve norteamericanos que lo han hecho. Analizando otros parámetros, como puede ser el uso de alguna droga ilícita durante el último mes, encontramos que 12.6 millones de norteamericanos lo han hecho, en contraste con 186 mil mexicanos; esto nos da una relación de 14 a 1. Y si nos concentramos en dos de las drogas ilícitas que tienen tasas de consumo más altas en los dos países, la marihuana y la cocaína, encontramos relaciones de 23 a 1 para el caso de la marihuana, y de 7 a 1 para el caso de la cocaína.
Es claro que existe un contraste marcadísimo en los niveles de consumo en los dos países, lo cual de ninguna manera --quiero ser muy explícito-- significa que México no considere que el consumo de drogas, sobre todo entre sus jóvenes, no sea un problema de salud pública de la mayor importancia. Por ello es que continuamente estamos revisando y fortaleciendo nuestros programas de prevención.
Nos preocupa, por ejemplo, que la prevalencia del número de aquellos que han consumido alguna droga en el curso de su vida --que en promedio, en el territorio nacional, es de 3.9%-- aumente a 5.3% en los estados del norte del país. Nos preocupa que las ciudades en donde ha ocurrido el mayor incremento en el uso de cocaína sean Mexicali, Tijuana y Ciudad Juárez.
A finales del año pasado se realizó una visita a nuestro país por parte de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de Naciones Unidas, la JIFE, como se le conoce internacionalmente. El reporte de la JIFE tiene muchos elementos que son importantes y solamente señalaría en esta ocasión tres que, me parece, son pertinentes. En primer lugar, el reporte de la JIFE señala que en Norteamérica la más baja prevalencia en el abuso de drogas se presenta en México, mientras que la más alta se da en Estados Unidos; también señala que en México el cultivo de canabis, la elaboración ilegal de anfetaminas y el tráfico de cocaína y otras drogas son problemas que están importantemente conectados con el abuso de drogas en Estados Unidos. Finalmente, el propio informe de JIFE también refiere que el punto más débil en México es la fiscalización del movimiento lícito de sustancias controladas, pues hay un mercado ilícito creciente para estas sustancias en nuestro país. Desde luego, hemos tomado muy en cuenta esta última observación de la JIFE, y es por ello que estamos trabajando en una nueva ley de precursores químicos que nos permitirá tener una mayor fiscalización de ese mercado de sustancias lícitas, pero que pueden desviarse a un mercado ilícito de las mismas.
Creo que las cifras que he comentado son contundentes. Quienes hoy nos juzgan, lo hacen desde el país que es el principal consumidor de drogas ilícitas del mundo. Simple y llanamente esto es inadmisible.
Debemos regresar la discusión y el análisis del problema, porque no está resuelto, a los foros inteligentes, racionales, informados, respetuosos. Al grupo de contacto de alto nivel y a las mesas de trabajo que de él han emanado, para recuperar nuestra capacidad de diálogo y de verdadera cooperación internacional, con respeto a la soberanía y la dignidad de las naciones, como lo ha señalado clara y reiteradamente el presidente Zedillo, y buscando proteger los intereses de nuestros pueblos, como lo ha señalado también el presidente Clinton, quien no comparte los puntos de vista de quienes, sin tener derecho alguno ni autoridad moral para ello, se han puesto a juzgar a nuestro país sin considerar el grave problema que tienen ellos en lo referente al consumo de drogas y a ese mercado tan poderoso que activa y reactiva continuamente la cadena del tráfico de sustancias ilegales.
* Fragmento de la intervención del secretario de Salud en los Centros de Integración Juvenil, realizada el 14 de marzo. El título es de la redacción.