El centenario del nacimiento del doctor Ignacio Chávez se cumplió en enero de este año; con ese motivo se organizó una serie de acontecimientos para recordar y honrar a ese gran mexicano. Entre las distintas ceremonias realizadas correspondió a El Colegio Nacional llevar a cabo una sesión en la que se develó un busto del doctor Chávez, colocado en el Patio de los Fundadores del recién remodelado recinto de El Colegio. A la ceremonia asistieron el doctor Juan Ramón de la Fuente, secretario de Salud, y el licenciado Miguel Limón Rojas, secretario de Educación Pública, lo que fue muy apropiado, en vista de que esas fueron las dos áreas de la vida nacional en las que el doctor Chávez hizo sus mayores y más duraderas contribuciones.
También asistieron el rector de la UNAM, doctor Francisco Barnés de Castro, el director general del Instituto Politécnico Nacional, Diódoro Carrasco, los familiares del doctor Chávez y un numeroso grupo de universitarios, tanto científicos como humanistas, así como personajes de la vida cultural y política del país.
La ceremonia fue presidida por el doctor Pablo Rudomín, presidente en turno de El Colegio, y en ella participaron tres miembros de ese cuerpo colegiado que conocieron bien al doctor Chávez. En primer lugar habló el doctor Rudomín, quien hizo una relación de las distintas ceremonias organizadas para conmemorar los 100 años del nacimiento del doctor Chávez y destacó algunas de sus contribuciones más importantes a la vida de México. A continuación tomó la palabra el doctor Jesús Kumate, quien con la precisión y mesura que lo caracterizan hizo una semblanza de la vida y la obra científica de homenajeado, con énfasis en sus logros en la medicina y en la educación. Así, señaló su opus magnum en la primera era el Instituto Nacional de Cardiología, que ahora lleva su nombre, y en la segunda la transformación que logró en la UNAM durante su rectoría. A continuación habló el doctor Ramón Xirau, quien hizo un emocionado recuerdo del doctor Chávez como humanista, subrayando no sólo su trato siempre respetuoso y digno con sus pacientes, sino su gran interés en la literatura, en la historia y en las obras de los clásicos. Para gran alivio del público, el doctor Xirau habló despacio y con gran claridad, quizá porque estaba visiblemente emocionado. Para terminar esta parte de la ceremonia, tomó la palabra Carlos Fuentes, quien pronunció el discurso brillante y lleno de comentarios inteligentes y bien dichos que todos esperábamos. Sin embargo, como escogió hablar de cuando era un joven de unos 20 años de edad y conoció al doctor Chávez, y de cómo lo siguió tratando a él y a su familia a través del tiempo, el retrato que nos presentó al principio fue más del ser humano que del médico insigne o del gran rector. Pero Carlos Fuentes no podía pasar por alto la figura del doctor Chávez como símbolo y motor de su generación, como representante del México que se transformó a partir de la Revolución, como un líder indiscutible del progreso en la medicina y al mismo tiempo como el máximo representante de un humanismo ilustrado. Con voz firme y segura, denunció una vez más el incalificable atropello que sufrieron la UNAM y el doctor Chávez en 1963 por parte de una partida de bandoleros, quienes con el apoyo no soslayado del gobierno obligaron al rector a renunciar a su alto cargo, y lo consideró como un preludio a lo que ocurrió en el tristemente célebre 1968, que culminó en la abominable matanza del 2 de octubre en Tlatelolco, de la que fue responsable el mismo gobierno.
Los discursos del presidente en turno de El Colegio y de los tres ponentes fueron calurosamente premiados con el aplauso entusiasta y conmovido del público, que a continuación se dirigió al pequeño espacio dentro del edificio de El Colegio, conocido ya como Plaza de los Fundadores, para presenciar la develación del busto del doctor Chávez. Esta ceremonia fue uno de los tributos que El Colegio Nacional rindió a uno de sus miembros fundadores más dintiguidos.
Digo que es uno de los tributos porque desde su desaparición El Colegio le ha rendido otro tributo, estimulado no por aniversarios sino por su presencia permanente y por su influencia positiva para la buena marcha de la institución, que es tenerlo siempre presente, recordar sus ideas y sus obras, y tratar de que El Colegio trabaje y cumpla con sus funciones en forma que sea digna del elevado ejemplo que le heredaron sus miembros fundadores, entre ellos el doctor Ignacio Chávez.