Tiraron desde helicópteros; hubo al menos 5 muertos, relatan testigos
Hermann Bellinghausen, enviado, Municipio rebelde San Juan de la Libertad, Chis., 15 de marzo Ť Manuel (28 años) alcanzó a ver a tres de sus compañeros muertos por los disparos que venían de los camiones y de arriba, lloviendo de los helicópteros. Entonces le dieron a él en la pierna, se fue arrimando a una orilla del pueblo y rodó una barranca, allí ya no pudo más, hasta que lo recogieron y lo trajeron a esta comunidad, en el mismo municipio, llamado también El Bosque.
Su ``hermanito'' (de 17 años) quedó herido, cuando Manuel salió de cuadro. Ya no vio cuando llegó un soldado federal y le dio dos tiros hasta dejar a su hermanito muerto. De eso se acaba de enterar hace rato, por dos señoras que lo vieron, ellas también de San Pedro Michtalucum, que lograron escapar.
Estas mujeres, descalzas y cubiertas de lana, cuentan en tzotzil (y traduce la promotora de salud que atiende a los heridos) cómo otro señor, ya viejito, quedó herido en la carretera, y cuando salieron los carros de Seguridad Pública ya con los prisioneros, un vehículo le pasó por encima para rematarlo, a la altura del vientre. Todavía agonizó cerca de una hora. Alcanzaron a llevarlo a su casa.
Ni Manuel, ni la promotora, ni las mujeres saben si hay más heridos y muertos en San Pedro. No se puede entrar ni salir. Tampoco saben si alcanzaron a salir todas las familias zapatistas, o si quedaron atrapadas.
Y algunos de los 27 detenidos que se llevaron iban tan golpeados ``que podrían morirse en Tuxtla'', dice la promotora.
Los cinco muertos, los 27 detenidos, 2 niños desaparecidos y un número indeterminado de heridos de bala son, todos, civiles zapatistas que no dispararon, simplemente porque se encontraban desarmados. No fue emboscada, coinciden todos los testigos, reunidos en un pequeño cuarto de ladrillo, un puesto de salud de un pueblo de Los Altos, a 15 kilómetros de San Pedro Michtalucum. ``¿Cómo iban a hacer los compas una emboscada en el centro del pueblo? Y si tienen heridos de bala ellos, de la policía, es que ellos mismos les dispararon'', asegura la promotora de salud, con su rostro cubierto con un paliacate.
Aquí no conocen la versión oficial. Ni les importa. Por lo menos cinco de los presentes fueron testigos presenciales de los hechos. Dos de ellos yacen, heridos en las piernas. Manuel tiene atravesado cerca del pie. Antonio, yacente en el catre de al lado, tiene 18 años, y un muslo hecho pedazos.
-Eran balas de arma grande -explica la promotora de salud-, de las que usan de por sí la policía y los soldados.
A Manuel lo trajeron de donde quedó tirado, llegó aquí hasta medianoche, más de 12 horas después de herido. Y todavía no entiende por qué les hicieron ese ataque.
De aquí, Manuel y Antonio irán a recuperarse a la clínica de Oventic, en el vecino municipio de San Andrés Sacamch'en. Si consiguen llegar.
Lo que vieron Manuel y las mujeres
Como se sabe, el problema en San Pedro Michtalucum al principio no involucraba a los zapatistas. Se trata de un ejido de mayoría priísta, que controla el Comisariado. No obstante, se encuentra dentro de un municipio autónomo gobernado por la oposición perredista, con cabecera en El Bosque.
La medianoche del jueves, ya casi viernes, un grupo de priístas ebrios provocó por quítame de ahí estas pajas a unos campesinos de la Uncizon (Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte), grupo perredista que esa mañana había ocupado la agencia municipal de San Pedro.
Avisados los de Uncizon y los zapatistas, que son aliados, de la agresión, fueron a liberar a sus compañeros. Muchos, como Manuel, ni se enteraron. No fue grande el problema. El estaba en su casa, viendo televisión. Como es zona cafetalera, muchos campesinos han comprado televisión.
El problema grande vino en la madrugada del viernes, cuando dos jóvenes, de 18 y 16 años, ``comisionados'' que venían de regreso de ``una comisión'', relata Manuel, los priístas los estaban esperando ``arriba de la carretera en el cafetal, los agarraron y ahí los amarraron''. Manuel vive cerca, y uno de los muchachos era su sobrino. Oyó qué le gritaba: ``Vente, échame la mano, ya me están garrotiando, me quieren matar''.
Acudió con otros vecinos, y los priístas, que eran como 30, huyeron. Manuel y otros cuatro liberaron de sus ``lazos'' a los jóvenes zapatistas y los entregaron a sus familias.
Los priístas fueron al otro lado del pueblo y apresaron a seis hombres de una familia, que ni sabían del problema. También zapatistas: ``A ellos sí los apañaron y los garrotiaron y pegaron bien y lo amarraron y colgaron allí en la pilastra de la escuela; los colgaron'', repite Manuel.
Estos seis fueron golpeados ``quebrados los brazos por garrote, la gente del PRI llevaba varillas, tubo cortado con la segueta''.
Viendo esto, los zapatistas hicieron asamblea y decidieron retener a seis priístas para canjearlos. Dice Manuel: ``Para que nos vayamos a empate, apañamos a cuatro. Los llevamos a un ladito, al cafetal''.
Tienen al regidor del PRI, Santos Ruiz González, y a tres priístas. Llega el secretariado ejidal para ver si están de acuerdo. Y dicen, según Manuel, los del PRI: ``Aquí no estamos de acuerdo, estamos de acuerdo para matar a esos sus compañeros zapatistas. Aquí los vamos a acabar a todos''.
Cuando llega la Seguridad Pública, ``ellos sí están de acuerdo'', dice Manuel.
Para entonces son las 11 de la mañana. Dos helicópteros de la policía sobrevuelan San Pedro ``bien bajito'', de manera que la gente reunida distingue a bordo al comisariado ejidal priísta Sebastián Pérez Pérez ``y dos de sus componentes'', dice Manuel. Ellos señalan las casas y luego aterrizan en la ladera, en la cancha de otra escuela, ``la de CAPFCE'', y se posicionan.
Dos o tres minutos después llegan al lugar dos carros de Seguridad Pública y uno de Judiciales. Se dirigen con el juez del PRI, que tiene a los seis zapatistas golpeados y amarrados, y éste se los entrega como culpables del secuestro de los priístas. ``Uno de los compas se desamarra y escapa'', relata la promotora de salud. A los otros cinco los suben a los carros y se dirigen a liberar a los priístas en el cafetal. De los tres jóvenes que los cuidan, uno consigue escapar, los otros dos son apresados.
Las mujeres zapatistas van con los del PRI y piden que liberen a los detenidos. Amenazándolas con tubos y varillas, las ahuyentan.
La Seguridad Pública se dispone a llevarse a los primeros detenidos. ``Tenemos que echarle retén'', relata Manuel. Ponen rocas a la salida del poblado. Los vehículos policiales se detienen. ``Tenemos que ir a ver a los compañeros para que se bajen del carro''. Unos sobre el camino de la ladera, otros por la carretera.
Entonces, relata Manuel, la policía ``cortó cartucho y nos disparó tan luego. Ya ni dio tiempo. Nos defendimos, pero no con arma, unos compañeros agarraron leña y palo''.
A la vez, desde helicópteros que Manuel no sabe si eran de la policía o el Ejército, les comenzaron a disparar. Porque al poco de inicio de los balazos, llegaron al lugar los vehículos del Ejército federal. Manuel queda herido:
``El Ejército encuentra todavía tres que quedaron ahí, muertos, y entonces todavía mi hermanito vivía. Luego le echan dos balazos. Ya no lo vi. Lo vieron las mujeres.
``Cuando llegan los federales, entraban en cada casa'' de las que les señalaron que eran de zapatistas, ``ni perdón tuvieron los federales, hasta la puerta quiebran, ventanas, las televisiones, camas, lo que hay, dentro de la casa lo tiran todo''.
En ese operativo, los soldados ``llevan hombres, hasta muchachos de 13 y 14 años, los llevan todos. Otros se fueron al monte, al cafetal''. Las mujeres logran escapar. En total, 22 detenidos en las casas, golpeados a culatazos y patadas con mucha violencia, según la promotora de salud que traduce a las mujeres que lo presenciaron.
En total, 27 detenidos. ``Dos niños desaparecidos, de 8 y 9 años. Y no podemos entrar'', resume Manuel. ``Están los de Seguridad Pública cuidando a su gente, los priístas''. San Pedro está cerrado, las familias dispersas, incomunicadas. Podría haber más muertos y heridos en San Pedro, y zapatistas atrapados. ``No sé dónde está mi familia'', concluye Manuel.
La promotora confirma que desde aquí se pudieron ver los helicópteros que atacaban San Pedro. Y que están reuniendo en distintas comunidades a las familias dispersas. En realidad, todavía no saben cuántos más les faltan; además de los muertos y los presos, tienen muchos desaparecidos.