La Jornada Semanal, 16 de marzo de 1997
Las fotos que no tomé son las que han sobrevivido.
Fotos de amor anteriores aún a la primera vista,
de tragedias y fiestas,
de magia y de la más cruda realidad,
retazos de historia teñidos con sangre,
Un extranjero lanza su mirada sobre esta patria de grandes extranjeros
y ve que nada, sin embargo, es un lugar común,
pues la banalidad tiene la belleza de un día de muertos colorido y
musical,
La fotografía tiene la virtud de evocar lo no fotografiado
La cámara quisiera registrar los placeres sencillos de un domingo en un restaurante del centro,
el ardor de los chiles en un café matutino de la Zona Rosa
o el ardor del sol que me quema en la Avenida de los Muertos, en Teotihuacan,
el fuerte olor de los mercados y las coladeras a la intemperie,
la humareda de los autobuses,
las calles ennegrecidas por el aceite que los camiones chorrean.
A lo lejos, el Popo lo vigila todo
Salgo a tomar fotografías.
Pero la forma en que te miro está viciada, ojos de amante prisionero
Aún así, insistes en existir en el teatro que montas en tus calles miserables,
El color sucio se confunde con los carteles olvidados,
La pared le pertenece a todos,
Y así quedas,
La fotografía tiene también la virtud de evocar
lo que desconozco,
en ese juego seductor que hace que se encienda el deseo
de tomar la foto
el lugar común y verdadero:
olvido de Occidente
en la memoria de una infancia americana.
fúnebre y jocoso,
viejo de eternidades pero con envoltura nueva,
vendido al turista con lágrimas honestas.
en los momentos densos,
en la intimidad del cuarto,
en la sala de muros altos la luz cae a través de
los largos vitrales verticales,
un día frío, arde la hoguera.
mientras recuerda la permanencia de las cosas.
que trae consigo, premeditadamente, los filtros con que te ve.
en la sed de libertad que explota
contra la política petrificada,
en el rosa y el azul añil
de los muros pelados por el tiempo.
la protesta a brochazos, la propaganda barata.
también al fotógrafo preso.
hiperrealidad que se insinúa en la memoria.
lo infotografiable,
lo indecible,
aquello que se oculta tras las paredes altas,
el misterio,
de lo que se perdió
y del amor que permanece.
Traducción: Juvenal Acosta
Aunque herederas de mi torpe encéfalo, estas anotaciones
ųproducto de mi observación a ratos
luengosų,
harán que no sólo por tus señas
contigo sepa luego Clarinda a qué atenerse.
Comparado a lo extraño de la raza, Ƒes algo el mucho escollo
de la salud
ųlas llagas en la boca, el pelaje caedizo, hasta la tropa indomeñable
de los ácarosų debido a las industrias en conjunto
de un amo desidioso y un mal médico?
Mas, a decir verdad, la punta de la lengua siempre afuera
e incluso la sordera, característica del gato
iranio (si es albino),
Ƒqué restan de virtud, qué menguan en belleza a un aristócrata
pincel, relamido e impoluto como tú?
Sin mucha explicación, le dirás a Clarinda que viniste en la carreta
de Zoroastro,
una noche a principios de noviembre.
Venías del universo aquel en que folgabas aguardando
turno...
ƑQué cogitabas en tu arriate cósmico?
Contigo y tu alma a solas en la nada, Ƒcuáles esencias contemplabas?
A esta vida, Ƒquién lo duda?, se viene a dar placer a la manía
gatuna
de andar aquí y allá, de asomarse a los vanos
y correr por la alfombra tras las sombras, e interpretar inopinados
efluvios de escalera...
Con recursos platónicos, probarás a acertar por su apariencia
los nombres de las cosas
ųuna pértiga, un gong, una quimera.
Cuando asomes al patio, esperarán en balde tu audiencia
las estrellas.
Y no serás oidor de pleitos de azotea.
ƑRecogerás espigas en el silencio de Dios?
ƑLlegarás a arcipreste de la luna?
"Diablo mundo", dirás, "que a todos maravillas",
al sospechar que de estos valles
(sonoros o silentes)
no hay réplica en el cielo de los gatos.
Fernando Fernández (ciudad de México, 1964), es autor del libro de poesía El ciclismo y los clásicos.