El Congreso norteamericano propuso formalizar el protectorado sobre México. Las predicciones de que la política de concesiones progresivas lejos de darnos beneficios debilitaría nuestra soberanía, se han cumplido. No culpemos a EU sin aceptar primero nuestra propia responsabilidad... Como nunca se hace evidente que la ignorancia de nuestra historia, por parte del gobierno, no impide el cumplimiento de sus leyes. Las sociedades humanas están regidas por principios que son estructuras tan fuertes como las leyes físicas y biológicas, aunque neguemos su existencia o seamos incapaces de sujetarnos a ellas.
Veamos lo que nos enseña nuestra historia política: hasta hoy se divide en sexenios. Cada uno es un ciclo cumplido ritualmente. El sistema se repite a sí mismo, no parece orientado a progresar sino a girar sobre sí. En este sexenio está a la vista la oportunidad de la transición política, de una ruptura, un cambio, un desplazamiento. Es la sexta vez que en el plazo de una generación los ciclos sexenales llegan a su apogeo poco antes de cumplir la mitad de un recorrido circular, justamente cuando se producen las elecciones federales que implican la renovación completa de la Cámara de Diputados y el recambio parcial de la de senadores. Con ellas se inicia la declinación sexenal; para los cinco presidentes anteriores ha desembocado en una crisis que por su carácter repetitivo Miguel Basañez bautizó como de final de sexenio.
En los anteriores, la crisis parecía muy lejana cuando se llegaba a las elecciones legislativas. Los presidentes estaban en su apogeo de popularidad, prestigio y poder. El sistema se recuperaba a plenitud y exhibía la mayor disciplina y cohesión. El sexenio zedillista, atípico en tantos sentidos lo es mucho más en este momento culminante. Para Zedillo, la gran crisis de final de sexenio se dio en los primeros meses de su gobierno. El empequeñecimiento de la oposición en los últimos sexenios se ha vuelto ahora un crecimiento expansivo. El sistema no sólo ha perdido mucho de su cohesión sino que padece tensiones que pudieran precipitar su derrumbe en los próximos meses o años. La situación económica no ha tenido la recuperación producida en los gobiernos anteriores, al contrario, después de un esfuerzo hercúleo, con un alto costo social que permitió una estabilización mediocre del crecimiento, el peso vuelve a verse acosado por la especulación y hay temores fundados de fugas capitales y de un descenso abrupto en los índices económicos y bursátiles. Las relaciones con EU, que también alcanzaron su punto más estable a la mitad de los cinco sexenios anteriores, se han vuelto conflictivas. Algunos de nuestros interlocutores norteamericnos han declarado abiertamente la intención de provocar una crisis devastadora que hunda al PRI.
En este escenario insólito se abre de nuevo la oportunidad de hacer una transición política. Pero ya no un mero ajuste del aparato para hacerlo más eficaz y mantener la hegemonía del binomio presidente-partido de Estado, sino una apertura radical, decisiva, al punto de que hay quien habla de la refundación de la república.
A la mitad de su sexenio, los cinco presidentes anteriores tuvieron oportunidades para hacer la transición; sin excepción, todas se perdieron por falta de visión, valor o decisión, o una mezcla de los tres factores. Los gobiernos de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Alvarez, José López Portillo, Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari se caracterizaron por llegar a su apogeo justamente a la altura de las elecciones federales legislativas. Todos ellos iniciaron su declinación progresiva, que se convirtió en agonía. Todos terminaron en una gran crisis, atribuible en gran parte a un exceso de concentración autoritaria, no compensada, en el sistema de toma de decisiones. El desastre fue principalmente económico, pero la causa y los daños mayores se dieron en lo social y político. Esos ex presidentes terminaron convertidos en víctimas propiciatorias de los errores colectivos; resultaron desprestigiados, difamados, calumniados y rechazados por el pueblo y por aquéllos que habían heredado el poder. Pero todas estas tragedias personales son menores en comparación con los daños que ellos y sus equipos hicieron a México.
Exploremos qué tan factible es que otra crisis devastadora se precipite en México. Y también determinemos la forma de evitarla y salir de los círculos viciosos de la mecánica sexenal.