Bárbara Jacobs
La presencia del grande

En especial cuando el viento de octubre castiga la tierra, dice Dylan Thomas; en especial cuando el viento de octubre castiga mi pelo. Estoy en octubre dentro de un café viendo el Common desde el segundo piso; el viento castiga afuera la tierra del parque central de la ciudad, pero no mi pelo. Con vista a los árboles despeinados por el viento, hojas camaleonas, prados y caminos, Dylan Thomas me pasa una mano por la cabeza cuando Alicia, Alicia Borinsky, me propone dialogar con Grace Paley. Habla en su calidad de profesora de la Universidad de Boston.

Paréntesis: Con Charles Olson comparto la inseguridad que hace de nosotros hijos más que padres, sumisos ante nuestros modelos, admiradores sin condiciones. Entre colegas, Olson admitía en cartas, poemas o apuntes, en cuadernos o en hojas sueltas, sus diarios íntimos (recogidos y estudiados por Catherine Seelye), el secreto de que Pound era su amo. Pound controversial. Pero Olson guarda silencio ante su dueño, su señor, su maestro, su preceptor, su patrono, su capitán. No es que Olson fuera feliz siendo como era. Visitó a Pound por primera vez en un momento en el que él se sentía fracasado en su trabajo y en su vida. Caído, se acercó a Pound caído. Percibió parte de lo mismo que Pound. Pound lo atrajo y le fue repulsivo. ``Me resisto a seguir siendo hijo'', declaró Olson cuando se cansó de las visitas. Para que le fuera fácil separarse, modificó el nombre de familia y le dio origen judío. Así se desmoronaría justificado bajo el rechazo de Pound.

El admirador quiere deshacerse de los sentimientos de inadecuación que experimenta en presencia de grandes hombres. A éstos, Olson los define como ``hombres respaldados por más trabajo''. Guardaba silencio ante ellos; deploraba esta actitud suya de autodesaprobación. De Pound, no dudó: sí al poeta; al hombre, no. ¿Por qué visitar al héroe? Durante dos años y medio, en el Hospital St. Elizabeth, en Washington. Pound acusado de traición; salvado como paciente psiquiátrico. En una carta escribió que Olson le había salvado la vida; pero se resistió a hablar con él de literatura, de su propio trabajo. Por su parte, atraído por curiosidad y por compasión, Olson experimenta ternura y comprensión hacia Pound. ¿Por qué visitarlo? Igual que el Everest, porque ``está allí''. Olson dice: ``Preferiría ser menos de lo que me imagino a mí mismo ser, y ser yo mismo que seguir luchando para ser algo que cada uno de estos hombres pudiera admirar''.

En qué tremenda encrucijada se encuentra Olson. No logró dar forma final a las conclusiones de su relación con Pound porque murió antes que él. Olson con el tiempo ha llegado a ser considerado un pivote o figura central en la poesía moderna; pero cuando leyó ante Pound un poema propio que le dedicó a Pound y no obtuvo de éste ninguna respuesta, no volvió a visitarlo. Esa lectura, que Olson mismo calificó de ``poco feliz'', fue determinante para el joven admirador del poeta grande. ``Es enteramente posible que yo tenga que desandar considerablemente lo que yo podría (o ellos podrían) creer que soy capaz que andar para encontrar mi propia base'', dice, con su sintaxis, Olson. Fin del paréntesis.

Antes de que Alicia Borinsky me invitara a un coloquio con Grace Paley, yo le contaba que había traducido un cuento de Paley, lo primero de ella que caía en mis manos. Mi traducción, la respuesta espontánea y total al efecto que su escritura me había producido. Tuve en aquel momento la oportunidad de entrar en contacto con Paley. Wants, título, ¿carencias? ¿Anhelos? Decidí sola, por el placer del riesgo. La inseguridad al traducir igual a la inseguridad al escribir; el temblor, aliento. Pero, ¿conocerla? ¿Conocerla y guardar silencio? A diferencia de Olson, que tenía que reprocharle a Pound, yo no tendría nada que hiciera las veces de una mínima resistencia. Inadecuación en presencia del grande; inseguridad; lucha patética por mantener el propio ego --como se lamenta Olson-- por encima del agua de los demás. Silencio ante el amo, el preceptor, el capitán. ¿En dónde está uno mismo, entregado al otro? Desandar: ``Preferiría ser menos de lo que imagino que soy, y ser yo mismo, que seguir luchando para ser algo que cada uno de estos hombres pudiera admirar'', Olson.

La circunstancia de admirar modelos caídos o huraños o tímidos; nunca a los pagados de sí, que viven de ser admirados. El temblor presente en la admiración al inseguro. La circunstancia de admirar modelos desinteresados, misántropos. Nunca pretendí acercarme a J. D. Salinger. Intenté hacerle llegar los dos o tres trabajos publicados de mi admiración por su obra y por su vida; los paquetes siempre me fueron devueltos. La circunstancia de admirar a escritores que no se dejan admirar. ¿Cuándo me animaré a dejar de ser hijo?

El Common de Boston oscurecía, las tazas de café se vaciaban, las librerías de la ciudad no tardaban en cerrar. Era la hora de partir