Angeles González Gamio
El metro y la cultura

``Hijo de tigre... pintito''. Ese dicho popular bien puede aplicarse al hombre que ha convertido el sistema de transporte colectivo más importante de la ciudad, que diariamente traslada más de cuatro y medio millones de pasajeros, en un espacio donde se ve y vive la cultura: Alfonso Caso Aguilar, director general del Metro, nieto del notable intelectual que tanto enriqueció nuestra historia, con la colaboración de otro descendiente de ilustre varón, Hero Rodríguez Neumann, hijo del respetado y querido don Hero, uno de los pilares del viejo Excélsior.

Para mencionar sólo algunas de las acciones que han emprendido, baste hablar de ``un paseo entre libros'', sin duda el proyecto librero más grande de AL, ubicado en el inmenso Pasaje Zócalo-Pino Suárez, que por muchos años fue la sede de la Feria Metropolitana del Libro y que se había convertido en un lugar problemático.

Allí se construyeron 39 librerías espaciosas y llenas de luz que muestran alrededor de 20 mil títulos. Esto fue posible por el acuerdo que concitó el Metro con la Cámara de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), la que absorbió el gasto de la obra y se comprometió a pagar una renta que va a ingresar a la Fundación Cultural del Metro AC, que tiene por objeto el desarrollo de actividades culturales como la organización de exposiciones de arte, ciencia y tecnología, conciertos, proyectos editoriales, etcétera.

La Fundación está integrada por ciudadanos notables como Gonzalo Celorio, Carlos Monsiváis, Luis Herrera de la Fuente, José Gordon, Sebastián, Joaquín Díaz Cañedo, y como presidente ejecutivo Ignacio Solares.

El lugar es impresionante y placeroso: 500 metros para solazarse a través de las amplias vidrieras con la vista de miles de libros para todos los gustos y presupuestos; es prácticamente imposible no caer en la tentación y adquirir alguno. El Pasaje tiene el encanto de dos pequeñas cafeterías, un auditorio para cien personas, área de exposiciones y algo importantísimo, que prácticamente no hay en la ciudad: ¡baños!

Este es uno más de los logros del Metro y su Fundación; entre sus éxitos tiene en su haber varias exposiciones interesantes, como la que llevó por título ``Pueblos indígenas de México, muchas raíces, un país'', presentada en nueve estaciones y que mostró distintos aspectos; por ejemplo en Chabacano estuvo ``Instrumentos musicales'', en la del Zócalo ``Máscaras, la otra cara del hombre''; esto se logró con el apoyo del Instituto Nacional Indigenista.

Del convenio que suscribió el Metro con el CNCA ya se han visto muchos frutos, entre otros la participación en el homenaje nacional que se rinde a los grandes poetas y artistas mexicanos, con carteles que se colocan en los trenes y las estaciones del Sistema, con fragmentos de la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz, Jaime Sabines, Alí Chumacero, Carlos Pellicer y varios más.

Notable fue la participación de la ciudadanía en los concursos de Pintura infantil y de Crónica y Cuento. Muy concurrido fue ``Octubre, mes de la ciencia y la tecnología'', con la intervención de la UNAM, UAM y el Conacyt. Otra exposición muy vista fue ``Cien años de cine en México'', que mostró la historia de nuestro cine desde que se hizo el primer cartel en 1936. Igualmente atractiva fue la de ``El mundo de la ópera''. Esto ha sido posible en gran medida porque se ampliaron los 500 metros lineales dedicados a la cultura a mil 500, en 42 vitrinas que albergan alrededor de 360 exposiciones al año, con más de 10 mil obras plásticas. Todo ello es adicional a la compleja labor cotidiana de hacer funcionar eficientemente uno de los sistemas de transporte masivo con más afluencia de pasajeros del mundo, y continuar con la ampliación de las líneas para llegar a más lugares y atender a más usuarios. Increíblemente, con todo y la crisis no se han detenido las obras. Un técnico francés comentó: ``aquí uno cree en los milagros''; en realidad es trabajo, eficiencia y honradez.

Esto debe celebrarse; un buen lugar es el tradicional Casino Español, en la calle de Isabel la Católica, en su enorme y austero salón compensado con la riqueza de su comida, que comienza con el carrito de las entradas, que bien pueden ser salidas por su exquisitez y abundancia; el remate es una sabrosa leche quemada. Para más informal, en la parte baja del edificio está la cantina con la misma calidad en la comida, aunque más económica y parca, pero eso se olvida con una partida de dominó.