Las elecciones municipales y legislativas que se celebran hoy en Morelos aportarán importantes datos para interpretar el panorama político del resto del país. Ha de recordarse que esa entidad, cuyos principales centros urbanos están estrechamente ligados a la ciudad de México --que es a su vez la mayor concentración demográfica de la nación-- y que los comicios anteceden a los federales del próximo 6 de julio.
Por otra parte, no debe olvidarse que las elecciones de hoy ocurren en un contexto particularmente conflictivo. Además de la mala situación económica y el deterioro institucional que afectan a la generalidad del país, han de considerarse los factores locales de este contexto.
Tal vez el problema más característico de Morelos sea el desencuentro entre el tejido social comunitario, que se manifiesta vivo y vigente en diversas regiones del estado, y los proyectos y desarrollos urbanos, industriales y turísticos surgidos e impulsados de unas décadas a la fecha. Esta difícil y confrontada coexistencia ha sido el caldo de cultivo para los problemas más actuales y visibles.
El más acuciante es, sin duda, el planteado por la descontrolada delincuencia y la violencia creciente, por la descomposición de las dependencias y corporaciones de justicia y seguridad y por la única forma de respuesta que han encontrado a ello diversas comunidades: la justicia por propia mano y los linchamientos.
No menos graves son las lacerantes inequidades sociales y económicas y la desigualdad entre sectores beneficiados por el auge industrial y turístico de diversos polos urbanos de la entidad y el rezago que prevalece en diversas zonas predominantemente agrarias, en donde miles de familias sobreviven en lamentables niveles de miseria. Esta brecha ha sido acentuada por fracasos de políticas económicas de décadas y años anteriores, como el que hundió a la industria azucarera de la entidad.
En tercer lugar, los desencuentros mencionados arriba entre los estamentos comunitarios tradicionales y los programas modernizadores impulsados por los gobiernos estatales y los capitales privados han derivado en pugnas de difícil solución entre diversas comunidades y el gobierno local, siendo el de Tepoztlán el ejemplo más conocido.
Con estos factores, no es de extrañar que las campañas políticas para las elecciones que hoy se celebran se hayan desarrollado en un ambiente de hostilidad y polarización, en el cual no han faltado las falsas acusaciones, las campañas de desprestigio, las descalificaciones, la siembra de rumores e, incluso, algunas condenables agresiones físicas.
Sin embargo, y a pesar de todo, la celebración de estos comicios es, en sí misma, alentadora. Significa la posibilidad de que el estado de Morelos encauce sus conflictos y empiece a resolverlos por la vía del sufragio. Un dato relevante que sugieren las encuestas realizadas en días previos es la conformación de un nuevo mapa político caracterizado por un relativo equilibrio entre las tres fuerzas electorales más importantes del país. Si esas previsiones se concretan como resultado de los comicios de hoy, la vida política de Morelos desembocará en una pluralidad que hará necesaria la negociación entre disímiles fuerzas políticas y opciones de poder reales.
Cabe hacer votos por que los problemas de la entidad no perturben el desarrollo de los comicios que hoy se celebran en la tierra de Emiliano Zapata, por que las convicciones cívicas de los morelenses logren derrotar al abstencionismo y por que el ejercicio electoral democrático desactive las tensiones partidarias en la entidad y abra perspectivas de solución a los conflictos que aquejan a la entidad.