Néstor de Buen
Tengas pleitos y los ganes o entre abogados te veas

Los gitanos, que son muy malajes, pasan por autores de las mejores maldiciones, al menos mis paisanos andaluces. Aunque ya no crea eso de que soy su paisano, porque ¡ay de mí! perdí hace mil años el acento sevillano.

Entre esas maldiciones, las de arribita son la Biblia en el gremio.

El hoy maestro en derecho, mi querido y brillante amigo Gerardo Laveaga, publicó no hace mucho un libro con el título de la segunda. Y allí aparecimos enredados en las hábiles entrevistas hechas por el propio Gerardo o sus colaboradores. Nos vimos los abogados entre abogados. No es malo, por cierto.

Esto viene a cuento porque por aquí debe haber pasado algún gitanillo (nunca seguramente de la categoría de aquel gitanazo que fue Joaquín Rodríguez Cagancho, el más gitano de todos), que en un momento de mal humor le habrá dicho a nuestro México eso de que entre abogados te veas y que tenga pleitos y los gane.

Porque entre abogados nos vemos y los pleitos abundan.

Hace unos días el informe del subprocurador especial, el abogado Luis Raúl González Pérez a propósito de las investigaciones en el caso jurídico más sonado, el juicio a los responsables visibles e invisibles del asesinato de Luis Donaldo Colosio, provocó las violencias de la oposición. Al mismo tiempo a Antonio Lozano Gracia, que por lo tranquilo hace honor a sus dos apellidos, me lo traen de declaración en declaración, aunque la verdad es que Antonio no pierde la compostura. De cuando en cuando aparece de nuevo el nombre del fugitivo, Pablo Chapa Bezanilla, también abogado. El juicio de Mario Ruiz Massieu, licenciado en derecho, ocupa grandes titulares. Y ahora el tema de los jesuítas detenidos y afortunadamente liberados se ha convertido en punto central, con miedo de prisiones formales y alegría nacional por su libertad.

Los dos últimos años del gobierno socialista de Felipe González, un litigante en asuntos laborales en su tierna juventud, fueron años de pleitos jurídicos con protagonismos de fiscales como Baltasar Garzón, un hombre que disfruta viéndose en el espejo, y las colas de aquélla temporada aún se agitan en el barullo del gobierno deshilvanado de Aznar. Los salvajes de la ETA le han puesto la puntería también a los magistrados del Tribunal Supremo.

Las corrupciones italianas, tan magnificadas siempre, son temas de abogados, aunque los protagonistas no lo sean. Por ahí están el señor Craxi, agobiado por las condenas y su imposible regreso a la patria, y maese Berlusconi.

Y no le faltaron problemas legales al efímero presidente del Brasil, Collor de Mello, ni a Fujimori con su esposa o a Menem con la suya (esposa).

Y uno se pregunta: eso, ¿es bueno o malo?

El tema aguanta muchas perspectivas. Desde el punto de vista de la paz, es mejor que se combata en los tribunales y no en las barricadas. A partir de la notable desconfianza que hay que tenerles a los que juzgan o litigan asuntos laborales, civiles o penales o de la especialidad que sea, lo cierto es que esos chismes crean un enorme malestar por la serie de chanchullos, marrullerías y trampas que sustituyen a los alegatos o a las sentencias fundadas en la debida apreciación de los hechos; en el conocimiento adecuado de las leyes y la jurisprudencia y en la honestidad a toda prueba. Todo eso escasea.

Pero estoy entrando en serias sospechas. Porque así como tuvimos un presidencialismo abogadil por muchos años, con notables litigantes (Miguel Alemán), jueces laborales (Gustavo Díaz Ordaz) o administradores del derecho laboral (Adolfo López Mateos) o simples abogados políticos (Luis Echeverría Alvarez) o maestros universitarios (José López Portillo y Miguel de la Madrid), desde hace dos sexenios dominan los economistas y como a los economistas no les ha ido nada bien, lo más probable es que quieran derivar a los abogados sus culpas y sus penas.

Pleitos los hay, sin duda. De la misma manera que miserias y privaciones.

Pero por lo visto es más divertido lidiar con el derecho que con las necesidades.

Y, de paso, el viejo recurso del pan y circo se vuelve a poner de moda.