``Escoge un trabajo, una carrera, una familia, una lavadora, un carro, un abrelatas eléctrico; escoge un futuro, escoge la vida. ¿Y por qué diablos tendría que escoger todo esto?'' Este es el lamento de Mark Renton (Ewan McGregor), joven heroinómano escocés, deseoso de limpiarse de droga y empezar una vida diferente, sin mucha ilusión, casi con desgano, aguijo- neado cariñosa y sarcásticamente por Spud y Sick Boy, sus alucinados compañeros de viaje. Renton y sus amigos repiten una y otra vez: ``Todo es una mierda'', y las palabras mierda y coño (cunt), y el insulto chaqueteros (wankers) se vuelven letanía transgresora dirigida a hombres, mujeres e instituciones de una añeja Escocia, culpable, según Mark, de no haber sabido procurarse una cultura colonizadora más decente y saludable que la del intragable pueblo inglés. De las épicas gloriosas de Rob Roy y Corazón valiente se transita al retrato inclemente (y humorístico) de los suburbios de Edimburgo, un territorio apenas frecuentado por la literatura o el cine escoceses hasta la llegada, a principios de los 90, del escritor Irvine Welsh, autor de Trainspotting (93), y del cineasta Danny Boyle (Tumba al ras de la tierra/Shallow grave, 94), quien ahora adapta inteligentemente la exitosa novela de Welsh.
Trainspotting es el rápido registro visual de las vivencias de la droga, a la manera del juego que consiste en checar aceleradamente el paso de los trenes, contando los vagones y calculando el número de pasajeros. En la película de Boyle es también la transposición de las prosa sinuosa, escurridiza, increíblemente coloquial de Irvine Welsh, y su entreveramiento acústico con las letras y sonidos de bandas como Iggy Pop, Primal Scream, Brian Eno o New Order. Welch no crea un habla específica para los jóvenes de su novela (como lo hace Anthony Burguess en su novela Naranja mecánica, llevada al cine por Stanley Kubrick en los 70); se limita a capturar lenguajes marginales relacionados con la droga y con la transgresión punk, en un novedoso tono de comedia.
En La vida en el abismo/Trainspotting hay, en efecto, ecos de la comedia romántica inglesa, de Alfie, el seductor irresistible (Gilbert, 66), y de los delirios coreográficos de Richard Lester en La noche de un día difícil, o incluso de la fantasía escatológica francesa de Caaro y Jeunet en Delicatessen. La novela de Welsh y la película de Boyle parecen proponer un road movie cerebral, con un simpático Mark Renton invitando a participar en sus pesadillas más desquiciantes, como la escena en el cuarto en casa de sus padres, con un bebé gateando por el techo, o su propia incursión dentro de un excusado, buscando por los caños los supositorios de opio perdidos en el curso de una diarrea intempestiva. ``Todo es una mierda'', insisten los personajes. Un bebé muere cuando la madre y sus tres posibles padres lo olvidan en un pasón de 48 horas. La escena es macabra y fársica, con la droga, la muerte y el pasmo colectivo, como en otra escena de grupo en Pulp fiction, de Quentin Tarantino.
A la estupenda caracterización de McGregor como Mark Renton cabe añadir la notable presencia de un personaje singular y misántropo, el sicótico asalta-turistas y narcotraficantes Begpie (Robert Carlyle). Hay en la cinta referencias al sida y la contaminación intravenosa, al intercambio de parejas que dificulta la identificación del padre de un niño, una historia romántica (Renton y Diane) y un cómico y semifallido intento de regeneración que culmina en el desenlace light de una fábula posmoderna.
Danny Boyle aborda el tema de la drogadicción sin un asomo de discurso moralista, con la honestidad de Gus Van Sant en Drugstore cowboy. La vida en el abismo/Trainspotting es un retrato de familia (alternativa, por supuesto), con códigos de lealtad ocasionalmente transgredidos; es una alegoría de las conductas de riesgo y del romanticismo extremista (``vivir de prisa, morir joven, ser un cadáver hermoso''), y un grito de rabia contra el nacionalismo de tarjeta postal y tradiciones rancias. Una película sobresaliente, una de las creaciones más estimulantes del cine británico