Testimonios de que Mario Ruiz recibió ``maletas llenas'' con dinero del narco
Jim Cason, enviado, Houston, 12 de marzo Ť El comandante de la Policía Judicial Federal en Zacatecas, Jesús David Grajeda Lara, supuestamente entregó personalmente a Mario Ruiz Massieu dos maletas llenas de dinero en una reunión frente a las oficinas de la PGR en la ciudad de México, semanas antes de las elecciones de julio de 1994, declaró aquí ante la Corte Raúl Macías, un ex guardaespaldas del oficial, en el juicio civil por los fondos del ex subprocurador mexicano.
El testimonio del guardaespaldas que vinculó al ex subprocurador con ``mordidas'' pagadas por narcotraficantes se presentó minutos después que un agente del Servicio de Aduanas de Estados Unidos, Robert Rupp, declaró que informantes confidenciales del gobierno estadunidense habían reportado que Ruiz Massieu estaba recibiendo pagos de narcotraficantes.
``El dinero provino de Amado Carrillo Fuentes y Manuel Aguirre para pagar sobornos y pagos a Adrián Carrera Fuentes, quien se los daba a Mario Ruiz Massieu'', afirmó el agente especial de Aduanas, Robert Rupp.
Con estas declaraciones el gobierno estadunidense presentó este miércoles sus primeras evidencias directas vinculando a Ruiz Massieu con el narcotráfico. Los abogados de la defensa trataron de demostrar contradicciones en las declaraciones del guardaespaldas y afirmaron que sus acusaciones eran falsas.
El guardaespaldas, Raúl Macías, mostró en algunos momentos cierta confusión sobre su versión de los hechos pero, hablando en español, nunca cedió en sus acusaciones básicas a pesar de un duro interrogatorio del abogado defensor Tony Canales. De 1989 a 1995, Macías fue ``madrina'' del delegado asistente de la PGR, el comandante Jesús David Grajeda Lara, en Michoacán, Tijuana, Aguascalientes, Hermosillo, Zacatecas y Monterrey.
--¿Usted vio alguna vez que el comandante Grajeda Lara recibía dinero? -- preguntó el fiscal federal Jesse Rodríguez.
--Sí, señor. En Hermosillo, Zacatecas y Michoacán --respondió Macías, y agregó que quienes llegaban con el dinero eran ``oficiales de la policía que venían a darle su cuota al comandante Grajeda''. Por medio de un intérprete, Macías explicó que la cuota era el pago para permitir el transporte de mariguana y cocaína.
En un incidente detallado hoy, Macías describió cómo el comandante Grajeda ordenaba a soldados descargar un avión con 10 toneladas de cocaína que aterrizó en Sombrerete, Zacatecas, y cómo se robaron 8 toneladas del cargamento. Las dos toneladas de cocaína restantes fueron combinadas con otras cajas parecidas llenas de madera y quemadas en una ceremonia oficial para demostrar la efectividad de los esfuerzos antinarcóticos del gobierno.
Días después, aproximadamente el 8 de agosto de 1994, a Macías se le ordenó nuevamente ir al aeropuerto de Sombrerete donde descargó 20 maletas de una camioneta Suburban que había llegado de Aguascalientes y colocar todo en la Suburban azul del comandante. El guardaespaldas dijo que no aguantó la curiosidad de abrir las cajas esa noche y lo que descubrió dentro eran bultos de billetes de varias denominaciones, y decidió quedarse con algunos. ``Desde las dos o tres de la mañana a las ocho tomé más o menos diez billetes de cada bulto'', comentó. Después descubrió que tenía una suma de 100 mil dólares que guardó en su casa donde estaban los pañales de sus hijos.
El día siguiente Grajeda ordenó a Macías y dos compañeros más colocar las maletas en la Suburban azul en la que partieron a la ciudad de México, donde un día después Macías y sus dos compañeros se dirigieron a las oficinas de la PGR y el comandante Grajeda, que ahora manejaba una pickup amarilla, los acompañó. Ahí, Grajeda se estacionó junto a un auto Marquis azul y mantuvo una conversación con alguien; después ordenó a Macías llevar dos bolsas de la Suburban y colocarlas en la cajuela del Mercury. ``Cuando salí del coche vi que era Mario Ruiz Massieu el que estaba en el otro coche'', afirmó Macías ante la Corte.
¿Y cómo sabía quien era?, se le preguntó. ``Porque en la oficina de Grajeda en Zacatecas hay una fotografía oficial de él'', respondió.
Macías, a quien se le prometió que él y su familia desde ahora podrán residir en Estados Unidos, pareció estar muy seguro de que el individuo que vio en el automóvil esa mañana de agosto fue el que ahora estaba sentado frente a él, aunque esa fue la única vez que lo vio en su vida hasta hoy, según el testigo.
Su testimonio de alguna manera fue apoyado por las declaraciones del agente especial de Aduanas, Rupp, quien antes comentó que informantes confidenciales habían indicado al gobierno estadunidense que Ruiz Massieu tenía un auto Mercury Marquis azul que le entregó Roberto Lloyo, un intermediario de Amado Carrillo. Según esta misma versión, Ruiz Massieu tenía una colección de autos regalados, entre ellos un Mustang amarillo, un Lincoln Town Car negro, una Suburban blanca y un Chevrolet Super Sport.
Rupp refirió que otro agente de Aduanas en Texas manejaba varios informantes confidenciales que anteriormente habían proporcionado datos confiables y que fueron estas mismas fuentes las que informaron que Ruiz Massieu aceptaba pagos de narcotraficantes a cambio de protección.
``En un momento, uno de los informantes declaró que había observado un millón de dólares en efectivo en uno de esos vehículos'', dijo Rupp. El comandante de la PJF, Adrián Carrera Fuentes, y el intermediario Roberto Lloyo entregaban este dinero a Ruiz Massieu usualmente en su casa de la ciudad de México. ``Después de que el señor Massieu recibía el dinero en casa, Jorge Stergios llevaría el dinero a un lugar seguro'', dijo Rupp, aunque no ofreció pruebas para apoyar esta aseveración.
El testimonio del agente aduanal fue escuchado mientras el jurado no estaba presente en la Corte ya que se considera, bajo las interpretaciones legales estadunidenses, que no representaba conocimiento directo sino más bien información de segunda mano. No obstante, el peso del testimonio de ambos testigos hoy llevó a que un número de periodistas estadunidenses que estaban considerando abandonar Houston decidieron quedarse un día más.