A Xel, amigo, y a sus compañeros de infortunio
Una característica del pragmatismo gubernamental y de la ideología dominante de moda es moverse en función de escenarios posibles y en términos de causa-efecto. ¡Faltaba más! Los tecnócratas de hoy se sienten los científicos del pasado porfiriano, y su ideología, igual que hace 90 años, es el positivismo acompañado del darwinismo; todo, ahora, con el prefijo neo: neoliberalismo, neopositivismo, neodarwinismo y otro más en el que nunca se reconocerán quienes manejan las riendas del poder en México: la neoestulticia.
Los neocientíficos del poder neoliberal se plantean escenarios y calculan los riesgos de cada uno. Si los riesgos del escenario escogido no afectan intereses de Estados Unidos y no pasan de protestas en algunos periódicos, el escenario es perfecto pues la mayoría de la población no lee los periódicos y, por lo tanto, no se entera de muchas de las atrocidades que comete el gobierno y, por lo mismo, no se expresa en contra de ellas. Ecuación sencillísima, salvo que una de sus variables está mal calculada: que por debajo de los periódicos existen redes de comunicación informal que poco a poco hacen fluir la información que supuestamente es para pocos.
Los delitos prefabricados en contra de los sacerdotes Jerónimo Xel Hernández y Gonzalo Rosas, y de los dirigentes de Xi Nich Francisco González y Ramón Parcero, son parte de un escenario escogido por los neocientíficos para limitar la acción pastoral de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas y a las organizaciones sociales independientes y legítimamente reconocidas por el pueblo chiapaneco, en la lógica de un diálogo (en San Andrés) que el gobierno nunca ha querido en serio.
Los gobiernos federal y estatal (de Chiapas) no aceptan que la acción pastoral que dirigen los obispos Samuel Ruiz y Raúl Vera se salga del círculo ritual propio de los sectores conservadores de la Iglesia católica. Les molesta que la práctica de la Diócesis de San Cristóbal se dirija al futuro emancipador de los pobres con base en la ``enseñanza de Cristo'', en vez de encerrarse en el ritualismo tradicional abstracto. Si por el gobierno fuera, el ritual católico debería de celebrarse en latín y no en lenguas propias de los fieles, y el mensaje tendría que ser aquel que decía que el sacrificio y la aceptación del sufrimiento eran el mejor camino para ganarse el cielo y la gracia de Dios, por lo que la sumisión al amo significaría la gloria eterna.
Tampoco aceptan, los gobiernos mencionados y otros omitidos, que el pueblo se organice para luchar por sus derechos en contra de quienes quieren despojarlos no sólo de sus precarios elementos de subsistencia sino de su dignidad.
Los neocientíficos están desesperados porque sus ecuaciones y escenarios no les resultan como creyeron. Por todos lados les surgen brotes de inconformidad, pese a que sus escenarios de escritorio les decían otra cosa. Como están convencidos de que ellos ``saben cómo hacerlo'' y los demás somos parte de un pueblo ignorante, sus escenarios y las relaciones de causa-efecto no podrán ser desbordados por la realidad y, en caso de que esto ocurra, ya tienen la respuesta: el uso legítimo (porque así lo dijo Max Weber) del monopolio de la violencia; es decir, de la policía y del Ejército --que para eso están y, según ellos, para eso fueron creados.
Pero se equivocan. El sábado detuvieron a los sacerdotes jesuitas y a los dirigentes de Xi Nich, y para el lunes ya se habían redactado decenas de protestas que firman desde modestos luchadores sociales hasta los rectores de la Universidad Iberoamericana en diversos planteles, pasando por diputados federales y académicos universitarios. Y seguirá la protesta pues los mexicanos, como los pueblos de todo el mundo, queremos la restitución del Estado de derecho, el respeto a los derechos humanos, la democracia y la justicia social.