Frente a cuarteles creció el poderío González Quirarte
Sergio René de Dios, Siglo 21, especial para La Jornada Ť Los González Quirarte prosperaron justo frente a los militares.
En San Juan de Ocotlán, Jalisco, cerca del cuartel militar y la base aérea, los González Quirarte tenían un centro de operaciones que incluía varias propiedades y negocios. No se escondían, trabajaban un amplio predio de los soldados y patrocinaban fiestas populares.
Frente a los militares acantonados en Zapopan crecieron el poder y las posesiones de cuatro miembros de la familia González Quirarte. Durante más de diez años, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) los tuvo a la mano; ahora los acusa de narcotraficantes y los busca afanosamente.
Eduardo González Rosas, padre de Eduardo, Enrique y René
González Quirarte, sembraba maíz en terrenos de la base aérea militar, al lado de las instalaciones castrenses, en el municipio de Zapopan. Los trabajadores de González Rosas levantaron la última cosecha entre octubre y noviembre del año pasado.
A dos kilómetros de distancia del cuartel La Mojonera y a cuatro del Colegio del Aire, cerca del poblado de San Juan de Ocotán, los González Quirarte tenían un centro de operaciones. A partir de 1990, ahí acumularon propiedades. En el área se localizan por lo menos cuatro bien cuidadas granjas, dos enormes bodegas, tres terrenos agrícolas, un restaurante bar y tres residencias, de presunta propiedad de la familia.
No son sus únicas pertenencias. Su riqueza es enorme: además de las propiedades en Jalisco tienen otras en Ciudad Juárez y Estados Unidos. En el caso de las 13 que se localizan en el valle zapopano, no pasan desapercibidas.
La cabeza
Enrique Cervantes Aguirre, secretario de la Defensa Nacional, señaló a Eduardo González Quirarte como enlace entre el capo Amado Carrillo Fuentes, El señor de los cielos, y el general Jesús Gutiérrez Rebollo.
Desde 1994 Eduardo González Quirarte tiene cinco órdenes de aprehensión en Estados Unidos por introducir más de 20 toneladas de cocaína, según informó el mes pasado el Buró Federal de Investigaciones (FBI). A pesar de ello, no se ocultaba. Por temporadas, era posible observarlo circular a bordo de alguno de sus vehículos blindados; eso sí, protegido por sus guardaespaldas, quienes lo escoltaban en dos unidades.
En la zona cercana a la base aérea y el cuartel militar conocen bien a Eduardo; cuando hablan de él lo llaman Lalo, como se habla de la gente que se conoce de toda la vida.
Cuentan que cada 16 de septiembre patrocinaba ``charreadas'' en el lienzo que tenía frente a San Juan de Ocotán. Los festejos eran a lo grande: la banda del pueblo tocaba todo el día y mucha gente del lugar disfrutaba las novilladas, cervezas y birria.
Para los vecinos de San Juan de Ocotán, la familia González Quirarte era, además de rica y temida, una fuente de empleo. Se estima que en sus negocios y propiedades del lugar laboraban más de cien personas; la mayoría, de otros municipios y entidades.
Si algún agente del FBI o de la Procuraduría General de la República (PGR) hubiera querido encontrar a Eduardo González Quirarte, bastaba que consultara el directorio telefónico. Su nombre aparece en el ejemplar de 1996 con el teléfono 681 11 86.
Su domicilio oficial: avenida Aviación (antes carretera a la Base Aérea) 260, CP 45010. Ahí se localizan las oficinas de la granja Los Comichines, clausuradas hace tres semanas por la PGR a raíz del escándalo narcomilitar. Todo, cerquita, cerquita de los cuarteles.
El poderoso
De joven, Eduardo González Quirarte compraba puercos en ranchos y granjas, para sacrificarlos en el rastro de Zapopan y vender la carne. Ahora, es considerado por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) como el narcotraficante más poderoso de Jalisco y lugarteniente del capo Amado Carrillo Fuentes, jefe del cártel de Ciudad Juárez.
Su nombre se hizo público tras aparecer en la prensa el 6 de noviembre de 1995. Un día antes circulaba por la avenida Manuel Acuña a bordo de una camioneta Gran Cherokee verde, en compañía de dos de sus hijos y una amiguita de ellos. Desde un automóvil Spirit blanco, varios desconocidos les dispararon con cuernos de chivo.
Eduardo y sus hijos resultaron lesionados de gravedad. Se les trasladó al hospital San Javier, donde González Quirarte rindió declaración ante un agente del Ministerio Público de la procuraduría del estado. Días después salió de ahí en un helicóptero. Lo misterioso es que, a pesar de lo escandaloso de los hechos, no se volvió a saber más del caso. La Procuraduría General de la República (PGR) no informó ni investigó nada, aun cuando el ataque fue interpretado públicamente como un pleito entre narcos. Desde entonces, se sospechó que ``algo raro estaba sucediendo''.
Después del atentado contra Eduardo, sobre todo a partir de enero de 1996, una ola de ajusticiamientos sacudió a la zona metropolitana. Se estima que fueron sacrificadas más de 70 personas ese año bajo ese método, propio de los narcotraficantes.
El peligroso
A Eduardo se le considera el más peligroso y violento de los González Quirarte. Se le conoce como Lalo, El Primo y El Flaco. De joven emigró a Estados Unidos. Compartió su tiempo entre esa nación y localidades de la frontera mexicana. Iba y venía. Una de sus actividades, antes de relacionarse presuntamente con el narcotráfico, fue vender automóviles en algunas ciudades fronterizas, entre ellas Ciudad Juárez.
Tiene 35 años de edad. Se estima que desde los 20 años ingresó al negocio de las drogas. Cada vez que retornaba de Estados Unidos o de la frontera a Zapopan, cargaba dólares y conducía vehículos lujosos.
Según el FBI, Eduardo poseía un lujoso taller de reparación de vehículos en Estados Unidos, llamado Truck Center, que le fue asegurado y rematado por el gobierno estadunidense. En febrero de 1996 los agentes estadunidenses catearon simultáneamente 14 supuestas propiedades de González Quirarte en ese país.
Católico, el 2 de febrero pagaba una manda en el templo del Señor de los Lagos, de Ciudad Granja, en agradecimiento a que ha logrado salvar la vida más de una vez.
Las versiones recogidas sobre Eduardo son de todo tipo. Se afirma que estaba al pendiente de las propiedades y negocios de la familia. Visitaba una tras otra las mansiones, ranchos, granjas y negocios en general.
De manera extraoficial se asegura que carga con una credencial que lo acredita como capitán del Ejército y que su jefe de guardaespaldas es un mayor retirado. Entre sus custodios trabajan lo mismo ex militares que ex agentes judiciales, se afirma.
Antes de escapar de la persecución militar desatada desde febrero pasado, estaba en una residencia de la calle Paseo de San Antonio, en el fraccionamiento Valle del Real, en Zapopan, a escasos dos kilómetros del Colegio del Aire, aseguró una fuente anónima. Desde entonces nada sabe de Eduardo González Quirarte.