Miguel Barbachano Ponce
Cine egipcio

Ubiquemos al cine egipcio, en el tiempo y en el espacio, cuyas más recientes producciones engalanaron en los iniciales días de marzo la pantalla de la Sala 2 Salvador Toscano de la Cineteca Nacional. Retrocedamos cien años para ir al encuentro de una fecha memorable --1896-- cuando Mesguisch y otros operadores de Lumière mostraron a los habitantes de El Cairo y Alejandría las primeras imágenes en movimiento que les provocaron estremecimiento, pues hacia 1924, los cinéfilos contaban ya con una cuarentena de salas de proyección, unas pertenecientes a Pathé, otras a Goumont, otras más a Chocolat Poulin o a Cigarettes Matossian. Dos años más tarde, nace el cine egipcio propiamente dicho. Paternidad a cargo del dramaturgo de origen turco Wedad Orfi, que realizó por cuenta de una sociedad francesa dos películas mudas con la participación estelar de cuatro actrices: Aziza Amir, Fatma Ruchdi, Assia Daghes y Mary Queeny.

Sin embargo, historiadores egipcios fijan el comienzo de su producción cinematográfica con la presentación de Leila, en 1927, realizada por Ahmed Galal, sin olvidar --¡claro está!-- los noticiarios concertados años atrás por Azis y Dores, camarógrafos del rey Fuad I, y dos largometrajes de Mohanad Karim: La bella del Shara y Zaynab. Si bien es cierto que el cine sonoro tuvo sus inicios cuando Chukri Madi entrelazó danzas y canciones en Al claro de luna (1929), fue en París, hacia 1931, donde se concertaron de una manera definitiva los primeros filmes hablados en árabe: La canción del corazón, del italiano Mario Volpe, e Hijo de papá, de Mohammed Karim, esfuerzos que vinieron finalmente a trasladarse a los estudios de El Cairo y Alejandría cuando Mohsen Szabo --técnico de origen húngaro-- perfeccionó un procedimiento sonoro. Así, sobresalieron cine-creadores de la talla de Ahmed Galal, Ibrahim Lama y desde luego Mohammed Karim, capaces de transvasar a los fotogramas, no sólo preocupaciones populares sino también obras literarias de los lejanos treinta, por ejemplo, Baile en la corte.

Durante la Segunda Guerra el cine hecho en Egipto irradió innúmeros destellos sobre los países islámicos con las obras de una nueva generación de cineastas formados en Francia, Italia y Alemania, entre ellos, Kamal Selim, autor de La voluntad, que mostraba con autenticidad neorrealista la vida de su país. La segunda mitad de la cuarta década, la producción fílmica en El Cairo --``el hollywood del medio Oriente''-- llegó a 64 filmes anuales, entre comedias y dramas, cuyas tramas recogieron asuntos libaneses, marroquíes, sudaneses y estadunidenses (recreaciones en árabe de cintas estelares hollywoodenses) alejados de la miseria y corrupción que distinguió el reinado de Faruk.

El destronamiento de Faruk, en julio de 1952, abrió en la historia del cine egipcio una nueva fase, misma que habíase manifestado meses atrás mediante tres películas: Nacimiento del Islam, de Ibrahim Ezzeldin, que recreó los tiempos de Mahoma; Mustafa Kemal, de Ahmed Badrakan, que presentó a uno de los fundadores del nacionalismo árabe; y Abajo el colonialismo, de Hussein Sedki, que mostró la lucha contra los ingleses. Durante esa nueva fase trabajaron de una manera señalada Salah Abou Seif y Yussef Chahin.

Chahin estudió en Hollywood y dirigió su primer filme a los 24 años de edad, Baba amine (1955). Posteriormente su extraordinario talento vendría a confirmarse con Estación Central (1958) intriga policiaca y psicológica que sucede en una gran estación ferroviaria. A partir de 1960 la industria cinematográfica egipcia fue nacionalizada y cineastas como Henri Barakat describió en El pecado la situación de los campesinos en tiempos de Faruk. Aquella nacionalización favoreció que una joven generación formada en el Instituto de Cine en El Cairo, como Jalil Chawaki (La montaña) y Hussein Kamel (Lo imposible) iniciara su labor. Ayer --séptima y octava década, ésta última signada por el asesinato de Sadat-- y hoy --años noventa-- la cinematografía egipcia se articula a través de géneros populares: aventuras, comedias, melodramas, sin olvidar, que en diciembre de 92, Violets are blue (Violetas azules) de Radwan El Kashef obtuvo el Premio Especial del Jurado en el ``Cairo International Film Festival'', entonces aquel ``demonio genial'' que inventó las ``sombras luminosas'', acorde a la metáfora que sobre la cinematografía hizo el periodista Al-Moayyid no ha abandonado a los cineastas egipcios.