La Jornada lunes 10 de marzo de 1997

Iván Restrepo
Carencia y derroche de energéticos

Quienes vivimos en las grandes ciudades virtualmente ignoramos los serios problemas que enfrentan millones de personas que habitan en el sector rural para obtener la energía que necesitan en su vida diaria. Sin embargo, datos recientes de organismos internacionales señalan que de los más de 3 mil 500 millones de personas que pueblan el mundo pobre o en vías de desarrollo, más de la mitad tiene en la leña, residuos animales y vegetales sus fuentes energéticas básicas. Hay países en Africa, por ejemplo, donde constituyen más del 90 por ciento de la energía utilizada. Según la FAO, el problema en vez de disminuir se agrava pues 2 mil millones de personas cortan más madera de la que crece en su entorno para satisfacer sus necesidades de energía. La cifra aumenta al paso del tiempo pues cada año hay 90 millones de personas más en los países del Tercer Mundo.

Otros datos muestran cómo cada persona que se encuentra en la situación anterior, necesita para sus demandas domésticas elementales (cocinar, hervir agua y calentarse), entre 500 y 700 gramos de madera al año ocasionando efectos desfavorables en términos ambientales, económicos y sociales. Así, disminuyen cada día bosques y árboles que crecen alrededor de pueblos y ciudades, se erosionan los suelos al deforestar, y bien pronto se afectan los mantos freáticos de los que se extrae agua que requieren millones. Por si fuera poco, aparece la desertización con sus desfavorables consecuencias.

Mientras, en el mundo industrializado y en los países en vías de desarrollo más importantes, aumenta el consumo de energía fósil y la obtenida a partir de hidroeléctricas con signos muy claros de derroche e ineficiencia. Las consecuencias son igualmente negativas pues el petróleo y sus derivados producen dióxido de carbono, metano, dióxido de azufre y óxidos de nitrógeno, responsables muy importantes del efecto invernadero.

Parecería entonces que nos hallamos en un círculo vicioso: por un lado, el combustible de los pobres (madera y carbón vegetal, especialmente) ocasiona serios desajustes ambientales en comunidades con recursos cada vez más escasos, mientras la energía que utilizan y malgastan los ricos origina las tres cuartas partes del denominado efecto invernadero con sus secuelas: variaciones climáticas al aumentar la temperatura y con ello el nivel del mar, lo que a su vez afecta zonas boscosas y propicia inundaciones, sequías y carencia de recursos para obtener los alimentos necesarios. Destaca al respecto la contribución del dióxido de carbono: se le atribuye la mitad del efecto invernadero que tanto preocupa por doquier pues se calcula que en 50 años más se habrán duplicado las emisiones de dicho dióxido como fruto del incremento de la población.

Estudios realizados en la República Federal de Alemania muestran el desperdicio y la ineficiencia que distingue al actual modelo energético mundial. Dicho país reconoce sus fallas en ese campo y propone y apoya una vigorosa campaña internacional con el fin de orientar el desarrollo futuro con base en fuentes de energía renovable, como el sol, el viento, la geotermia y la biomasa que hoy apenas representan en la tierra el 6 por ciento del total. La idea es apoyar modelos energéticos compatibles con el medio ambiente, y en especial con el clima, a fin de obtener un desarrollo sostenible.

En México durante décadas varios grupos de investigadores han luchado infructuosamente por obtener en las instituciones donde laboran los apoyos requeridos para hacer realidad el uso de las fuentes de energía renovable. Igualmente son notables por su persistencia los esfuerzos que en ese sentido han hecho grupos independientes. Pero los apoyos oficiales y privados han sido raquíticos y los programas de investigación puestos en el último lugar de las prioridades. Entre la burocracia del más alto nivel y en las dependencias que resuelven el destino de los fondos para la investigación, sigue vigente la idea de que el petróleo está lejos de agotarse y lo tenemos a la vuelta de la esquina. En tanto, el dispendio energético contrasta con las carencias de millones de familias campesinas sin lo necesario para cocinar, mejorar su calidad de vida y realizar sus actividades productivas.

En una época marcada por la globalización y el dominio de las grandes potencias, quizá lo que pretenden quienes deciden el rumbo de la energía y la ciencia en México es ahondar la dependencia científica y tecnológica y esperar, como en el caso que nos ocupa, que las soluciones nos lleguen de fuera. De ser así, nuevamente olvidan los costos de todo tipo que habrá de pagar la sociedad mexicana en su conjunto tanto en términos económicos, sociales, políticos y ambientales, por el derroche energético y la dependencia externa. Un poco de sensatez, de pensar en el futuro y no en términos de corto alcance, vendrían bien ahora, cuando se promete tanto.