Cantinflas, el célebre cómico que enriqueció el cine mexicano, hizo escuela más allá de la pantalla grande. Su peculiar estilo de decir sin decir está presente en muchos aspectos de la vida nacional, y de manera destacada en nuestra política. Así lo muestra la posición que la Cocopa adoptó el pasado 4 de marzo sobre la crisis por la que atraviesa el Diálogo de San Andrés.
En síntesis su propuesta consiste en cuatro puntos: primero, sostiene su iniciativa de ley del 29 de noviembre de 1996. Segundo, señala que la redacción del texto es perfectible. Tercero, ``considera que puede consensuarse con el EZLN y el Gobierno Federal otra alternativa para resolver las diferencias actuales''. Y cuarto, rechaza enviar unilateralmente su propuesta al Congreso de la Unión.
Nada habría de malo en la propuesta, a no ser que es contradictoria consigo misma y que pretende abrir una puerta para escabullirse del compromiso que estableció con el EZLN.
El 29 de noviembre la Cocopa entregó a los zapatistas una iniciativa de reforma constitucional sobre derechos y cultura indígena y les señaló que se trataba de un documento al que sólo se podía responder sí o no, y que no estaba dispuesta a recibir observaciones de ningún tipo o a abrir nuevamente la negociación. Añadió que el sí o el no eran la medida para evaluar el éxito o el fracaso de la Comisión.
Señalar hoy que el documento es perfectible y que pueden buscarse otras alternativas para resolver la crisis, desmiente su oferta del 29 de noviembre. Pero además, ¿cómo es posible que diga al mismo tiempo que sostiene su documento pero que hay que cambiarlo y buscar nuevas vías de negociación? El conjunto de estas afirmaciones es digna de Cantinflas, pero no de una Comisión que representa al poder Legislativo de nuestro país, y que debiera tener como regla básica de funcionamiento la transparencia. O sostiene su documento o lo modifica. O mantiene su posición o busca otras vías de negociación. No puede hacer todo al mismo tiempo. Una línea de acción contradice a la otra.
Por lo demás, la Cocopa guarda silencio sobre un hecho clave. Quien invalidó su iniciativa fue el gobierno federal, enviando una propuesta alterna distinta y opuesta a la suya. ¿Qué dice la Cocopa sobre el documento gubernamental? ¿Debemos entender que si la Comisión sostiene su texto el gobierno debe retirar el suyo? ¿Por qué no lo dice?
La Cocopa conquistó en el Diálogo de San Andrés una autoridad política que no provenía de su mandato de Ley. Lo hizo poniendo en juego su iniciativa y su capacidad de resolver problemas, ajustándose a lo estipulado por la Ley de Concordia y Pacificación. Sus gestiones para resolver las crisis en las conversaciones de paz alrededor de las detenciones de Fernando Yáñez, las sentencias contra Elorriaga y Entzin o la salida de la comandante Ramona a la ciudad de México fueron acciones relevantes, independientes y opuestas al comportamiento de los representantes del poder Ejecutivo, pero integradas en el marco legal en que el Diálogo se desarrolla. No fueron concesiones a una parte.
La iniciativa de la Cocopa no le pertenece sólo a ella. Ha sido hecha suya por el Congreso Nacional Indígena (los legisladores se negaron a reunirse con los miembros de dicho Congreso, pues les exigía una reunión pública), por amplios sectores de la sociedad civil y por una parte de la opinión pública internacional. No puede ahora modificarla sin darle cuentas a nadie, y menos pedir que la sociedad lo apoye. La Cocopa hizo de la negociación no pública su estilo de gestión. Ciertamente, tuvo algunos resultados favorables. ¿Cree verdaderamente que podrá movilizar a la sociedad civil, con la que no trató antes, a su favor ahora? La sociedad civil se moviliza en torno a objetivos concretos, no en torno a cantinfleadas. Lo hace por causas que considera justas, no para cubrirle las espaldas a quien busca deshacerse de sus compromisos.
¿Seguirá ahora la Cocopa el mismo camino que el gobierno federal? ¿No se da cuenta de que está a punto de perder el principal capital político que obtuvo: el de la confianza? ¿Romperá la palabra que empeñó? Los legisladores tienen la palabra. Tal y como lo señaló hace unos meses Gustavo Esteva, tienen delante de su destino la disyuntiva de optar entre la fama o la infamia. A ellos toca decidir.