Guillermo Almeyra
Los Balcanes en la hora albanesa/II

En el problema albanés se entrecruzan ahora toda una serie de otras cuestiones y eso da a Albania un papel fundamental para la paz en los Balcanes y, en general, en todo el Mediterráneo y el mundo). En primer lugar, Tirana ha reconocido al gobierno clandestino de Kosovo (apoyado por el 90 por ciento de los albaneses que son la mayoría en esa región que Serbia considera sagrada; allí nació la monarquía serbia y allí combatió contra los turcos) y que es actualmente una zona autónoma de Serbia. Ese gobierno tiene presidente, Parlamento, diputados, hospitales, pero hasta ahora ha evitado un alzamiento militar contra Serbia, mientras el gobierno de Belgrado, por su parte, evitaba toda provocación, incluso de los serbios ultranacionalistas de Seselj (que tienen el 30 por ciento de los votos) que reclaman brutalmente mano dura en toda la ex Yugoslavia.

Por lo tanto, el nacionalismo albanés tiene una carta fuerte en Kosovo o sea, impulsa hacia la disgregación de Serbia y estimula el chovinismo granserbio. Si no fuera por la madurez de los albaneses de Kosovo (que son gengs como Berisha y el ejército albanés) podría estallar una guerra étnico-religiosa que de inmediato involucraría a Macedonia (donde la minoría albanesa es fuerte) y Grecia, por lo menos, y haría arder de nuevo el conflicto en Bosni-Herzegovina, con los eslavos islamizados sometidos a la república ``musulmana'' del dictador Izbegovic o con los croatas (católicos) del régimen semifascista del presidente Tudjam.

En una región donde el frágil equilibrio depende de Serbia, el país más grande y desarrollado, pero actualmente acosado por el bloqueo económico y con grandes problemas políticos y sociales, la cuestión de la intervención exterior es decisiva. En este sentido, lo que pasa en Albania lo es en particular no sólo porque podría haber una intervención armada ``pacificadora'' europea (como ya pide Italia) sino también porque en Albania se está jugando en parte el destino de la ex Yugoslavia y el de la misma unidad europea y, por consiguiente, el equilibrio de Europa con Estados Unidos.

En efecto, Washington apoya a los talebanis afganos, a los fundamentalistas paquistaníes, al gobierno dictatorial-mafioso de Turquía y al fundamentalismo norafricano del mismo modo que ha apoyado a los ``musulmanes'' bosnios: para golpear a sus adversarios (que en el caso asiático son China y Rusia) y en el africano y europeo Francia en particular. Francia es tradicional aliada de Grecia y de Serbia y en Albania y Bosnia Turquía, que es también europea y quiere ser la punta de lanza de Washington en el continente, ha hecho pie para cercar a Grecia por el Norte mientras la presiona en el Mar Egeo y en Chipre. Una nueva guerra balcánica, por otra parte, retardaría enormemente la unidad europea, que hasta ahora es sólo la unidad financiera, de los bancos centrales, pero no una unidad política real. Washington se frotaría entonces las manos al quedar como única superpotencia político-militar. Ahora bien, si Albania se instala en la guerra civil, los países europeos intervendrán. Y actualmente la oposición seudocentrista (Zejedno), incluida en ella la seria señora Vera Pasic, ha ido a pedir a Londres que el ex rey de Yugoslavia se haga cargo del poder en Belgrado, o sea, una intervención extranjera europea que lesionará el nacionalismo serbio y alentará incluso a los ultranacionalistas reaccionarios de Sesell. Eso equivale a desestabilizar ulteriormente a Serbia, cuando habría que reforzar la economía y la viabilidad de ésta con una ayuda económica internacional que borrase los efectos del bloqueo y de la guerra, para asegurar la paz en la región y el desarrollo de la democracia interna en ese país.

Estamos, por lo tanto, caminando al borde mismo de una extensión de la guerra desde Albania a toda la región, provocada por el dictador Berisha, que se autorreeligió presidente con el solo voto de sus diputados fraudulentos y que ha lanzado a los soldados y policías de su clan contra el sur del país. Ahora la alternativa es la siguiente: o Berisha ahoga en sangre a sus opositores en muy pocos días, o el país se instala en una guerra civil, provocando reacciones en cadena. La única vía posible es un nuevo gobierno de transición que convoque a una Asamblea Constituyente, cosa que piden los sublevados. Pero ni Bersiha ni la mafia turco-italiana-albanesa dejarán tan fácilmente un poder que les ha rendido tanto y que es tan estratégico.