Como lo ha estado haciendo anualmente desde 1986, el gobierno de los E.U.A. emitió recientemente su lista 1997 de calificaciones sobre el combate a la producción y distribución de estupefacientes en 36 países (los E.U.A no se incluyen). Días antes el tema se trató en forma profusa y hasta con tintes de histeria en los medios de comunicación, y los partidos políticos, trenzados como están ahora en sus respectivas campañas electoreras, lo aprovecharon para atacar a sus contrincantes y apuntarse puntos a su favor. Entre todas las voces y las plumas que participaron en el debate una de las más equilibradas y racionales fue la de mi admirado amigo Don Eulalio Ferrer Rodríguez, quien llamó la atención al hecho de que siendo los E.U.A. el país que ha inventado y desarrollado al máximo la mercadotecnia, que se apoya en las tres P (Producto-Precio-Publicidad), sorprende que la pase por alto en el problema de las drogas. Dice Don Eulalio: ``Evidentemente, si la demanda de consumo no existiera, la de la oferta decaería o desaparecería. Este concepto ortodoxo es tan válido para el jitomate de Sinaloa como para la droga de Colombia... ¿No parece extraño que en el país del marketing y la publicidad se dedique más atención al entorno productor que al centro de consumo, entendiendo que el primero no tendría razón de ser sin el segundo, como es propio de los mercados en general?''
Don Eulalio llama la atención al hecho flagrante de que en los E.U.A. no existe una campaña para combatir el consumo de estupefacientes, comparable a la que el gobierno de ese país les exige a otras naciones para controlar su producción y distribución, a cambio de extenderles su ``certificado''. Ya no sorprende la inconsistencia de esa actitud, que raya en el cinismo más abyecto, porque es la misma arrogancia imperial que el gobierno de los E.U.A. frente a su inmenso problema del consumo de estupefacientes en ese país.
Resulta irrisorio el intento de hacernos creer que todos los productores de drogas y todos los carteles de narcotraficantes están fuera de los E.U.A., que no hay carteles norteamericanos que no sólo compran y distribuyen las drogas sino que además también las producen. Las noticias de la captura y juicio de los jefes del narcotráfico siempre se refieren a latinoamericanos; nunca vemos que se haya detenido y procesado a algun norteamericano por esos delitos, cuando es seguro que en un negocio de 50 mil millones de dólares anuales debe haber varias o muchas mafias involucradas, que seguramente controlan la producción, el ingreso y la distribución de las drogas en las calles de Los Angeles, de Chicago y de Nueva York, en donde es tan fácil conseguirlas.
Recordemos lo que pasaba en la época de la prohibición del alcohol en los E.U.A., con Al Capone y el resto de los gangsters; la principal diferencia es que ahora la magnitud del dinero involucrado es mucho mayor. Para empezar a señalar con el índice flamígero a los culpables fuera de sus fronteras, el gobierno de los E.U.A. tendría primero que poner en órden su propia casa, y hacerlo en serio y sin demagogias, en lugar de adoptar el aire de buenas e inocentes ``víctimas'' de los malos y perversos ``narcos'' latinoamericanos.
La simplificación del problema, reduciéndolo a una querella entre el Bien y el Mal, en la que el Bien son los drogadictos de los E.U.A. y el Mal son los narcotraficantes de otros países, principalmente de América Latina, sigue los lineamientos del mundo de Walt Disney y de las películas de cowboys, y puede servir para justificar la postura del gobierno de los E.U.A. ante sus conciudadanos, pero está muy lejos de servir como base para una relación diplomática de buena voluntad y cooperación entre países civilizados.