Angeles González Gamio
Papeleros restauradores

Con 31 años de fundada, Papelería Lozano Hermanos se ha constituido en una de las principales empresas del ramo. A su eficiencia y calidad añaden el buen gusto de instalar sus tiendas y oficinas en casonas antiguas del Centro Histórico, de gran valor arquitectónico e histórico; para ello han emprendido una cuidadosa labor de restauración.

En la calle de Cuba 93 está una de esas residencias, que posiblemente perteneció a la Malinche y su esposo Juan Jaramillo, el capitán español con quien la casó Cortés. Un investigador sostiene que encontró una acta de defunción en los papeles del convento de San Francisco, que menciona que en esa casa fue acuchillada y muerta la célebre mujer, para impedir que declarara en el juicio contra el conquistador.

Al margen de ese chisme colonial, la casona del siglo XVI fue reconstruida en 1670, como lo fue la mayoría de las construcciones de esa centuria, principalmente por el daño que padecieron por las múltiples y severas inundaciones, sobre todo la de 1629. La mansión barroca fue nuevamente remodelada durante el Porfiriato. En esa obra, la antigua fachada de tezontle y chiluca fue cubierta de cantera, trabajada en un almohadillado neoclásico y sobria talla en los marcos de los balcones, sólo interrumpida por hermosos mascarones cubriendo la piedra clave del arco. Salta la herencia colonial con el rodapie de recinto azabache. El interior, de gran belleza, conserva el patio rodeado de columnas en el primer y segundo pisos, amplios corredores y la viguería del siglo XVIII, que se rescató prácticamente completa. La cimentación fue reforzada respetando la arquitectura original y sacando a la luz elementos maravillosos que estaban ocultos y reponiendo los mutilados.

El resultado prueba que con buena restauración esas casonas pueden ser tan útiles y funcionales como el edificio más nuevo, con el placer extra de trabajar en un inmueble de alto valor artístico e histórico.

La mansión tiene el atractivo de estar a unos pasos de la majestuosa Plaza de Santo Domingo, que entre múltiples encantos tiene sus portales con los modernos escribanos y las pequeñas imprentas que hacen felicitaciones, tarjetas, invitaciones y cuanto se le pueda ocurrir, a muy buenos precios y en una hora, si es de emergencia. Esto data del siglo XVIII, cuando se instalaron en ese lugar los ``evangelistas'', escribanos públicos que habían sido desalojados del Portal de Mercaderes, ubicado en la Plaza Mayor. Los pintorescos personajes se sentaban en su mesa frente a una carpeta de distintos papeles, para escribirle al cliente la carta de amor, el contrato o los múltiples oficios que requiere cualquier trámite; en la actualidad han cambiado la pluma de ave por la máquina de escribir, pero su función continúa siendo la misma.

Próximamente los Lozano estrenarán local en otro rumbo del Centro Histórico, sede tradicional de papelerías: la calle de República del Salvador. Allí están arreglando una espléndida casona remodelada en el siglo XIX, que tiene una hermosa fachada de cantera plateada, adornada con medias columnas y dos originales nichos que han conservado sendos jarrones de piedra; aún muestra la bella puerta original.

Don Manuel Lozano, el hermano enamorado de la restauración, está propiciando que el mostrador de atención al público se localice adentro de uno de los dos lindos patios de la mansión, que tienen la particularidad de ser ovalados, para que el cliente se deleite con la arquitectura interior, bajo la luz natural que dejan penetrar los domos de cristal que cubrirán esos espacios.

Al igual que en la casona de la calle de Cuba, aquí se hacen las obras con el mayor cuidado y respeto a la añeja construcción. Así han surgido puertas y ventanas del siglo XVII, que se han dejado evidentes y permiten ``leer'' la historia de la casa. Los tres balcones del vasto salón principal hablan de la elegancia de la antigua residencia, que esperamos pronto ver terminada.

Ambas casas tienen la ventaja adicional de estar cerca de buenos lugares para comer. En la calle de Cuba está el famoso ``Cicero Centenario'', con sabrosa comida mexicana, música y buen servicio, dentro de su ambiente y decoración del siglo XIX, con un aire medio cocotte. El nuevo negocio está cerca del ``1900'', en la calle de Uruguay, con las mismas características del anterior en cuanto a ocupar una bella casona del siglo XIX, pero con un carácter muy sobrio, sólo roto por el colorido de los vitrales originales.