La Jornada 9 de marzo de 1997

EL SALVADOR: PRESERVAR LA PAZ, TAREA COMUN

Apenas a ocho días de las elecciones en El Salvador la violencia enluta el proceso electoral y sube la tensión entre la oposición y el partido oficialista. Mientras las encuestas se suceden y en general tienden a dar una ligera ventaja a los ex guerrilleros del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), también aumentan los atentados y el número de muertos y heridos como resultado de la intensa campaña que prepara las elecciones municipales y legislativas del próximo 16 de marzo.

El FMLN acusa a la Alianza Republicana Nacionalista (Arena, de derecha, implicada en la represión durante la guerra civil que afectó durante años al atormentado ``Pulgarcito de América'') de intentar amedrentar a la población con atentados llevados a cabo por grupos paramilitares para crear un clima de inseguridad que pueda llevar a la abstención, permitiendo así al partido oficialista triunfar por pocos votos. Arena, a su vez, acusa a los partidarios del FMLN de atacar a sus caravanas de simpatizantes. En este cuadro, la voz del presidente de la República, Armando Calderón, que propone a los partidos ``enfriar'' el proceso electoral reduciendo la campaña proselitista y, sobre todo, las acciones de propaganda callejera, parece no encontrar el eco necesario.

En efecto, a las pasiones desatadas por la larga guerra se une, por parte de importantes grupos de poder político y económico, la decisión de no ceder posiciones, pues un eventual triunfo del FMLN en las elecciones de alcaldes y diputados podría abrir el camino a resoluciones legales o administrativas contrarias a los intereses arraigados de quienes medraron sin traba alguna durante el periodo prolongado de ilegalidad y violencia del que intenta salir El Salvador. De ahí surge una amenaza real contra la pacificación.

La paz en este país hermano ha sido una conquista de la madurez de los salvadoreños, pero también de la comunidad internacional, dentro de la cual tuvo un honroso papel la diplomacia de México. Todo lo que pueda afectarla y amenazar con un retroceso político y social en El Salvador influirá sin duda la delicada situación imperante en otros países centroamericanos, como Nicaragua o Guatemala, que también se esfuerzan por transitar el camino pacífico de las soluciones democráticas. Por eso la preservación de la paz no está sólo en manos de los salvadoreños sino de todos los latinoamericanos, que tienen interés en que las soluciones políticas predominen sobre la fuerza brutal de las armas. La vigilancia internacional sobre el proceso electoral salvadoreño, por lo tanto, debe acompañarse con un llamado a la cordura y a la eliminación de los actos y acusaciones que sólo pueden conducir a la violencia y al odio, como las que miembros de una de las ex formaciones guerrilleras, convertidos hoy en un partido oficialista, lanzaron contra los dirigentes del FMLN, a los que denunciaron como organizadores de asesinatos de miembros de la Arena durante la guerra civil, arrojando así leña a una hoguera que, en cambio, se debe extinguir para bien del país.

En particular, el carácter paramilitar de algunos de los últimos atentados contra los simpatizantes del FMLN llevaría a exigir una investigación gubernamental a fondo en los medios que se distinguieron durante la ``guerra sucia'' para cortar de raíz no sólo las provocaciones durante la campaña electoral, sino lo que sería aún peor, el posible recrudecimiento de la violencia que podría seguir a un eventual triunfo de la oposición.