La elección de Cuauhtémoc Cárdenas como candidato del PRD a la gubernatura de la capital del país fue un saludable ejercicio de democracia partidaria. Y algo más. Con esa elección la base del PRD, incluyendo a quienes ese día se inscribieron en el partido, de manera inequívoca adoptó una posición frente a las políticas, matices, personalidades de los dos precandidatos; definió rumbo para los meses de la confrontación electoral y al seleccionar a Cárdenas reconoció su trayectoria, la firmeza de sus convicciones, su posición ética e intransigencia frente al salinismo, y su tenacidad en la lucha por la democratización del país.
Ecos favorables y promisorios de esa elección se han producido casi de inmediato. En la encuesta de marzo del diario Reforma, realizada después de las elecciones del día 2, el PRD con 26 por ciento encabeza las preferencias electorales en el DF, seguido del PAN con 24 por ciento y el PRI en tercer lugar, con sólo 19. A su vez, Cárdenas sigue aventajando a Castillo Peraza y al candidato del PRI. Los datos de esa encuesta indican que en el momento del arranque de la confrontación electoral, el perredismo se coloca en la primera posición en el DF, al menos en el sondeo de opinión.
A cuatro meses de la elección, este es un buen indicio; revela la existencia de un electorado de izquierda y democrático, partidario de verdaderos cambios políticos y rectificaciones en el rumbo; indica posibilidades de victoria para el PRD en esta compleja zona del país. Mas esas posibilidades sólo se harán realidad si en las próximas 16 semanas el PRD y sus aliados, con su trabajo, argumentos, prestigio y credibilidad de sus candidatos, inspiran confianza a una mayoría consistente del electorado de que efectivamente se le puede confiar el gobierno del DF y la mayoría en la Asamblea de Representantes.
Las posibilidades de avance del PRD en general y de victoria de Cuauhtémoc Cárdenas en la capital, no nacieron ayer. Tienen historia prolongada, la de los años de existencia de este partido. Más allá de sus tropiezos y desatinos de los primeros años, y de la desgastante y desprestigiante pugna de sus grupos internos, algunos de ellos expresión inconfundible de corporativismo nocivo, el PRD se ha instalado poco a poco en la vida política del país; ha construido sus propios espacios a contracorriente de la hostilidad gubernamental, que contó en los años del salinismo con la complicidad vergonzante de Acción Nacional.
Su posición intransigente en favor de la democracia, la resistencia enérgica al salinismo, en la que Cárdenas ocupó un lugar principal --por su firmeza y tenacidad--, le permitieron al PRD afianzarse como la tercera fuerza electoral y ganar crédito en franjas importantes de trabajadores de la ciudad y del campo y de capas medias de la población, deseosas de cambios. Si los avances de este partido no han sido mayores, la explicación tal vez se encuentre en la falta de claridad y titubeos en sus definiciones sobre el rumbo económico impuesto al país por el bloque en el poder, y en la relación de este partido con los movimientos sociales de masas, como el obrero y sindical y el campesino. La absolutización del papel de lo electoral tampoco le ha permitido trabajar en otros espacios como los de la cultura y la intelectualidad, importantes en la labor de crítica y de creación de alternativas, y en los cuales la vieja izquierda tenía indudable presencia.
Un freno al desarrollo del PRD y a su instalación plena como la única alternativa política hoy al conservadurismo priísta y panista es el pragmatismo sin horizontes, presente todavía en algunos de sus actos. Los más recientes, la propuesta de alianza electoral con el PAN y la elaboración de una variante del fin justifica los medios: ``para derrotar al PRI vamos a unirnos hasta con el diablo''. Traducida a hechos explica la propuesta de incluir a Cecilia Soto en la lista de candidatos plurinominales del PRD, como si esta mujer de sospechosa trayectoria fuera una pequeña potencia política necesaria para garantizar el triunfo del PRD en las próximas elecciones. Eso, sin duda, nada tiene que ver con el polo progresista que pregona el PRD. La gente, los electores de este partido, seguramente esperan algo más que astutas combinaciones de intereses y desatinadas propuestas de candidatos.
De no ser rectificada esa propuesta en el Consejo Nacional, el PRD va a empañar su buen arranque en el proceso electoral ya iniciado.