Bajé del autobús en la estación de Tecamacharco, me dirigí al baño para caballeros y lo encontré sellado, por instrucciones de la autoridad, con el siguiente bando edilicio: ``Este recinto fue claurado en forma definitiva por prestarse a la continua y reiterada exhibición de aquellas partes del cuerpo humano que el Partido Acción Nacional considera ofensivas a la moral pública. Firman al calce: el H. Presidente Municipal Serafín Pompeyo (rúbrica ilegible) y la H. Junta de Vecinos''. Sin embargo, la palabra ``vecinos'' había sido tachada y por encima de ésta alguien escribió: ``Ombligos''.
Camino de la famosa pulquería y cantina El Imperio de los Sentidos, encontré que la Vulcanizadora Duncan estaba cerrada porque en su interior los panistas hallaron una exposición de calendarios pornográficos. Crucé la calle Cita y vi los mismos sellos sobre la cortina metálica de la Carnicería Humana. ¿El motivo? ``Colgar en el dintel, a la vista de niños e impúberes, muslos de res y piernas de cerdo que incitan al onanismo.''
En el aparador de la Pollería Los Peces, destripadas y desplumadas como siempre, las gallinas, para mi sorpresa, no estaban desnudas: sus cuerpecitos inertes y exánimes lucían unos grasientos vestidos de Barbie, y la gente asomaba por debajo de las minúsculas crinolinas para ver cuál tenía mejores piernas. ``Inocencio, ¡quita!'', dijo de pronto una señora, asestando un manazo a su ruborizado consorte, que exploraba un escote tratando de elegir una pechuga.
``Vota por Castillo Peraza'', repetían carteles, pasacalles y espectaculares a todo lo largo del bulevar Varela. Doblé en la esquina de Joaquín Galicia y por primera vez en la mañana sentí la caricia, el aleteo, la sombra, el escozor de una mirada indiscreta sobre mi cabeza. Seguí caminando, tratando de fingir que no me importaba, pero al llegar al templo de Nuestra Señora de Lourdes vi que en el atrio varias personas escudriñaban el cielo, con el ceño fruncido y los ojos achinados dentro de la visera que cada cual hacía con la mano.
Alguien empezó a gritar, en tono de arenga. Frito por el calor, barrí la vista de derecha a izquierda, examiné las grietas que rajan los altos muros del templo, y reconocí la figura y el rostro del tonto del pueblo, que estaba diciendo: ``¡Mocos, güeyes!'', una y otra vez, y con los dedos de ambas manos encogidos como patas de langostinos.
--¡Tengan, pinches gringos mirones!
Una vez de tal suerte lograda la atención colectiva, el tonto del pueblo pidió calma a los presentes, moviendo las manos un poco menos crispadas como si estuviese tocando un piano de aire.
--¡Hola! ¿Acabas de llegar? --me preguntó Chucha.
El tonto del pueblo dijo:
--Conciudadanos en vías de serlo: el ``gobierno'' mexicano está moralmente obligado a retirar a su embajador en Washington, hasta que el presidente William Clinton destituya a la señora Magdalena Allrigth o por lo menos le ordene que deje de observarnos con microscopio.
--Sí, Chucha --respondí sonriendo.
--El ``gobierno'' mexicano --agregó el tonto del pueblo--, no puede eludir su responsabilidad histórica. Si protesta de manera inmediata y efectiva, que la patria lo premie, y si no, pues que luego no llore como candidato lo que no supo defender como prócer. El que calla otorga, ¿no es cierto, com-pañeros?
Y con suma elegancia, los presentes callaron.
Me instalé en un rincón de El Imperio de los Sentidos y me puse, no hasta atrás, sino a leer viejas notas de prensa, tomadas de Internet. El 17 de febrero de 1996, al día siguiente de los acuerdos de San Andrés, la periodista Rosa Rojas entrevistó en Chiapas a Marco Antonio Bernal (representante de la Secretaría de Gobernación para el diálogo con los zapatistas), quien junto a Jorge del Valle (coordinador de la delegación gubernamental), Uriel Jarquín (subsecretario de Gobierno del estado de Chiapas) y el general Tomás Alvarez (observador permanente del Ejército Mexicano), explicó a la reportera que los acuerdos no habían sido firmados por los emisarios oficiales del presidente Ernesto Zedillo ante los delegados del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, sino que cada una de las partes había hecho esa necesidad por separado.
En el relato de Rosa Rojas, que nunca fue desmentido, Bernal ``rechazó'' que esta modalidad pudiese restar validez a los acuerdos, y enfatizó: ``Porque si ambas partes tienen palabra, allí está la firma''. Un poco más adelante, al comentar los avatares del proceso, Bernal hizo un reconocimiento: ``Pese a todo lo que se dice, esta negociación no hubiese sido posible si no hubiéramos contado con el firme y decidido apoyo del Ejército Mexicano'' (La Jornada 18/02/96).
--¿Tú crees que el doctor Zedillo desconoció los acuerdos porque se borró la firma de Bernal y Del Valle? ¿O porque el diálogo ya no tiene ese ``firme y decisivo apoyo'' que Bernal presumía? --pregunté al tonto del pueblo.
--Mira --dijo éste, pensativo--, mientras el Ejército Mexicano reitere que está por el diálogo, no tenemos por qué no creerlo. Y mientras el Ejército Mexicano esté por el diálogo, el que se encuentra en graves aprietos es el doctor Burgoa Orihuela.
--¿Por qué? --intervino uno de los meseros Ramazzoti.
--Porque, en palabras textuales, pronunciadas delante de numerosos testigos el lunes pasado en la UNAM, el doctor Ignacio Burgoa Orihuela dijo que ``sólo un orate puede pactar con encapuchados''. Y esa ofensa, compañerito --añadió el tonto, blandiendo un puro apagado para imitar a Burgoa-- alcanza no sólo al Ejército sino al presidente de la República y al Congreso de la Unión que expidió la ley para el diálogo.
El martes próximo, 11 de marzo de 1997, a las 12 horas, la comandante insurgente Ramona estará en la explanada central de la Ciudad Universitaria, para encabezar un mitin a nombre del Comité Clandestino Revolucionario Indígena del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y, acompañada por dirigentes del Congreso Nacional Indígena, darle cabal respuesta al doctor Burgoa Orihuela y al gobierno de Estados Unidos.
La reunión, convocada por los estudiantes universitarios, será al mismo tiempo una nueva oportunidad para que los zapatistas ratifiquen su decisión --acatada por mandato de la sociedad mexicana-- de transformarse en una fuerza civil y pacífica, resuelta a luchar legalmente por la transición a la democracia.
Sin embargo, el ``gobierno'' se opone a que el EZLN dé este paso. Y la causa de ello es el ambicioso proyecto que el Banco Mundial ha diseñado para el sureste mexicano, según lo denunció el doctor Luis Javier Garrido, también el lunes pasado, al tomar la palabra para intervenir en el debate sobre los acuerdos de San Andrés, del que el doctor Burgoa Orihuela salió huyendo.
--No --me interrumpe el tonto del pueblo--, no es sólo por el proyecto del Banco Mundial que Zedillo desconoció los acuerdos. El Banco Mundial sabe, y Zedillo sabe, y todos debieran saber, que mientras el país no establezca un acuerdo político con los pueblos indios, no habrá proyecto que vaya a ningún lado dentro de las regiones que habitan los pueblos indios. Pero la contrapropuesta de reforma de Zedillo, que los zapatistas rechazaron el 11 de enero, obedece también a problemas de corto plazo.
--¿El fin del milenio? --supone el ingeniero White, que se ha agregado a la mesa.
--Las elecciones --dice el tonto--. Así como el Partido de la Revolución Democrática prefirió tener a Cecilia Soto dentro de sus listas, para evitar que el ``gobierno'' trate de usarla en contra de Cuauhtémoc Cárdenas, así los tecnócratas prefirieron olvidarse de San Andrés para impedir que Marcos entrara a la campaña.
--¿Te cae? --dijo alguien en otra mesa.
--En diciembre, antes de mandar a Chiapas su contrapropuesta de reforma constitucional, la Presidencia de la República efectuó una encuesta para medir la popularidad de Marcos y encontró que éste contaba con las simpatías de 64 por ciento de las personas consultadas.
Lo cierto es que después de dos meses de silencio y perplejidad por el giro inesperado que el ``gobierno'' dio en Chiapas, los diputados y senadores de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) --única instancia facultada por el reglamento interno del proceso para declarar la ruptura del diálogo y pedir que se reactiven las órdenes de aprehensión contra los zapatistas-- admitió públicamente que ha dejado de servir a la mediación entre las partes.
El 20 de febrero concluyó el periodo del senador Heberto Castillo como presidente temporal de la Cocopa y hasta ahora no ha sido remplazado por ningún otro miembro del organismo. Es decir, la Cocopa está acéfala y sin rumbo, pero si bien reconoce que su propuesta de reforma sobre derecho y cultura indígenas ``puede ser perfectible mediante una nueva redacción'', no la ha retirado de la mesa.
Toda vez que el ``gobierno'' ha perdido la batalla de la opinión pública y ha sido incapaz de convencernos con los ``argumentos'' que justificarían su extraña conducta, la única vía que sigue siendo transitable para alcanzar un auténtico acuerdo político que ponga fin a la guerra, es el retiro de la contrapropuesta de Zedillo para que el texto de la Cocopa sea sancionado por el Congreso y convertido en ley.
Por lo pronto, desde ahora han comenzado los preparativos para el arranque de la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas, pensada para ganar el voto de ``una ciudad que es muchas ciudades'' y la cual (o las cuales) ``concentra(n) talentos en cantidades sorprendentes'', que Cárdenas intentará combinar y desplegar, ``lanzar hacia las calles, potenciar, apoyar sin censura ni manipulaciones'' para ``iniciar una verdadera revolución cultural democrática'' en todo el país, que tendrá como eje la ciudad de México.
Así, mientras el zapatismo es relegado a las montañas pero continúa organizándose en las ciudades, el cardenismo se dispone a emprender una nueva gesta democrática para ganarle espacios al autoritarismo neoliberal y abrir caminos para que todas las fuerzas que residen en las raíces históricas del país se manifiesten libremente, a salvo de pretextos tan insostenibles como arbitrarios.