Presionado por los organismos financieros y por el gobierno norteamericano, interesado en nuestro petróleo y enojado por la participación de altos funcionarios mexicanos en el narcotráfico, el gobierno de Miguel de la Madrid veía con preocupación el crecimiento del Partido de Acción Nacional, que pugnaba seriamente por el poder en varios estados del norte de la República, en el centro y en la península de Yucatán. Para hacer más sombrío el panorama, los terremotos de 1985, además de poner de manifiesto la ineptitud de diversas oficinas del gobierno, habían dejado al descubierto la corrupción existente en altos círculos políticos ligados a la construcción de hospitales y unidades habitacionales.
Al acercarse 1988, año de elecciones, la estrategia del Presidente y su grupo político para mantener el poder era clara: convencer a los norteamericanos de que para ellos, el grupo tecnócrata del PRI era su mejor opción, y para ello darles algunas concesiones más, aunque éstas limitaran la soberanía de México. Establecer alianzas con la clase empresarial y la alta jerarquía católica (simpatizantes potenciales del PAN) a cambio de promesas y compromisos que fueran luego cumplidos cabalmente. Golpear y desprestigiar sistemáticamente al PAN y su candidato, con todos los recursos a su alcance, desde el fraude patriótico hasta el boicot de la radio a los intentos de la campaña política de Manuel Clouthier, al que se le llamó ``el barón del dinero'', con la intención de ganarle la antipatía de quienes poco tenían.
Con toda su efectividad, la estrategia así diseñada desde Los Pinos tuvo dos fallas: una, al ignorar el nivel de molestia de la sociedad mexicana por el precio que se le había hecho pagar en términos de desempleo y empobrecimiento, como consecuencia de errores gubernamentales y decisiones de las que nadie les había tomado parecer; y la segunda al minimizar la capacidad de convocatoria y organización alrededor de Cuauhtémoc Cárdenas. La estrategia del grupo en el poder hubo de ser enmendada tardíamente mediante la comisión de un enorme fraude electoral, y la cooptación de un grupo pequeño pero importante del PAN, que les permitiera obtener un mínimo de legitimidad.
A nueve años de aquellos sucesos, la situación no ha cambiado mucho que digamos, y de la estrategia del grupo de De la Madrid sólo puede decirse que permitió retrasar nueve años el proceso político de México. Hoy, ante su propio descrédito y con la mayor parte del país sumido en el tercer año de crisis económica, el gobierno de Zedillo enfrenta la presión desmedida del gobierno norteamericano, con asociaciones de funcionarios de su gobierno en el narcotráfico, con una cauda de crímenes políticos de los cuales no puede dar cuenta, con cargos de complicidad y encubrimiento de su antecesor ante la opinión pública, y con un partido de Acción Nacional que gobierna cuatro estados y la mayor parte de las ciudades del país.
Ante la cercanía de las elecciones, la instrumentación de una nueva estrategia política es necesaria y previsible de hecho, con sus primeras acciones ya conocidas o en vía de instrumentación: el otorgamiento de nuevas concesiones económicas y de supervisión desde Estados Unidos, el establecimiento de nuevas alianzas con los círculos financieros para que incrementen sus utilidades, el establecimiento de una campaña nacional de desprestigio de los panistas como gente moralista y retrógrada, más interesada en trivialidades que en problemas prioritarios (además del desprestigio personal dirigido a algunos de sus líderes, como Fernández de Cevallos y Lozano Gracia) para compensar los éxitos de los gobiernos panistas de Baja California y Guanajuato.
En esta nueva estrategia del gobierno, el PRD no implica el riesgo del PAN, que de ganar el DF vería incrementar significativamente sus posibilidades de gobernar el país en el 2000.
Quizás es por ello y sólo por ello, que Cárdenas no sea hoy el centro de los ataques de los medios de comunicación, como fue hasta 1994. Sin resignarse a perder el DF, el PRI hará todo lo que esté a su alcance por impedir el triunfo del PAN, y hará todo lo que esté a su alcance para mantener el control del Congreso, aunque para ello tenga que recurrir a sus peores mañas. ¿Le resultará nuevamente la estrategia empleada de 88? Mi impresión es que repetirán los mismos errores, aunque en esta ocasión corregirlos con los mismos instrumentos de entonces les será más difícil.