Letra S, 6 de marzo de 1997
En el sida no hay buenos ni malos. Tampoco existe un programa nacional
de sida para el actual sexenio, que refleje una política de gobierno
coherente y la asignación clara de recursos ``problema más complejo de
salud pública'', según el secretario de Salud, Juan Ramón de la
Fuente.
Para muestra, un botón: las líneas de acción establecidas
en el Programa de Salud 1997, para el control de la pandemia, no sólo
carecen de una perspectiva de coordinación nacional y sectorial --a
corto y mediano plazo--, sino que más bien parecen entrar en la lógica
del mercado, pues reducen la participación estatal y abandonan a su
suerte a los ciudadanos con o sin VIH/sida.
No, en este flagelo no
hay blanco ni negro. Lo que sí hay son miles de tumbas, como también
largas colas de enfermos sin dinero, en espera de que las
instituciones de salud acuerden márgenes menores de utilidades en la
venta de los costosos inhibidores de proteasa, que no están en el
Cuadro Básico ni en el Catálogo de Medicamentos, ni se sabe cuándo
estarán, a pesar de que en un boletín del Conasida señala que ya están
aprobados. No obstante, la disposición todavía no aparece en el
Diario Oficial de la Federación. Autoridades y farmacéuticas
tienen la palabra.
La atención del sida es bastante cara. Sin
embargo, mayor es su costo social y más aún el costo incalculable del
dolor de tantos afectados, que por todo el país exigen se respete el
derecho constitucional a la salud, que a todas luces, no es lo más
importante para los funcionarios, como si lo es la llamada Reforma del
Sector Salud, con la descentralización y federalización de las
funciones de la Secretaria de Salud (Ssa) y la Reforma de la Seguridad
Social, Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) e Instituto de
Seguridad Social para los Trabajadores del Estado (ISSSTE). Los
críticos arguyen que dicha reforma se lleva acabo por encima de la
Carta Magna y que se trata de la caótica neoliberalización del Sistema
Nacional de Salud.
No obstante, todo parece señalar que por cada
paso adelante, damos varios para atrás. Por ejemplo, Conasida ya no
pudo continuar con un protocolo humanitario de retrovir (AZT) para
unas 60 personas --hombres, mujeres y niños-- sin recursos ni
seguridad social, que ahora no saben qué hacer, pues al suspender los
medicamentos, el virus se hace más resistente y agresivo.
En el
interior de la república la cosa está como para ponerse a llorar. En
Aguascalientes, durante un año, a un seropositivo, a punto de perder
facultades sensoriales básica, se le estuvo dando sólo vitamina B12. Y
hay muchas ciudades donde ni eso, sin mencionar lo que pasa en el
campo. Desde el Distrito Federal, los amigos tienen que mandar el
catéter y el medicamento que lleva dentro.
El presidente sí tiene quien le escriba
Mientras, las cartas
abiertas van y vienen. Agrupaciones como el Frente Nacional de
Personas Afectadas por el VIH/sida (FrenpaVIH) ya se están
convirtiendo en expertas escritoras de misivas con una lista de
copias, tan larga como su desesperación. Atento, como sabemos que es
su costumbre, el presidente Ernesto Zedillo le pasa la bolita al
Secretario de Salud, que diligentemente da alguna conferencia de
prensa --desayuno incluido--, donde reitera la gravedad de la
enfermedad y la posibilidad de incorporar los medicamentos al catálogo
de insumos, pero no dice cuándo.
No, no somos pesimistas, pero sí
escépticos. ¿Cómo no si la gente sigue muriendo, cuando podría vivir
más tiempo con una mejor calidad de vida? ¿Cómo no serlo si, hasta el
hartazgo, pedimos hablar con funcionarios y sistemáticamente se nos da
atole con el dedo? Ni siquiera el Presidente de la Comisión de Salud
de la Cámara de Diputados pudo encontrar unos minutos para contestar
tres preguntas. Debe haber andado muy ocupado con tanta actividad en
su Partido de la Revolución Democrática (PRD).
``Aquí, en Mérida, a
veces llegan al IMSS 90 cajas de AZT para 250 pacientes'', dice
Mariano, miembro de Vivir con Dignidad, A.C.
``Nos llama la
atención que aun a sabiendas del aumento de casos, en vez de
consolidar los servicios, se cierran espacios'', señala una carta que
en noviembre le enviaron al Delegado del IMSS en Yucatán. Ese mismo
mes, cinco agrupaciones también le escribieron al Presidente.
Reformar la Reforma
Claro, las cartas distan años luz de ser
tan llamativas, como los sendos anuncios de doce empresas financieras,
en su afán por captar los fondos de retiro de unos 10 millones de
trabajadores que cotizan al IMSS. Pero nada logra disipar las dudas
sobre el supuesto beneficio de las llamadas Afores (Administradoras de
Fondos para el Retiro).
``Esto es parte íntegra de la nueva Ley del
Seguro Social, impuesta por el partido en el poder'', dice Ricardo
García Sainz, ex director del IMSS.
Es por eso que junto con
senadores del Partido Acción Nacional (PAN) y del PRD, así como con
miembros de diversas organizaciones sociales y no gubernamentales,
García forma parte de un Frente que en diciembre firmó el llamamiento:
Por la defensa de la Seguridad Social Solidaria.
``La seguridad
social no es el propósito de la reforma aprobada aisladamente por la
bancada del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Su objetivo no
es mejorar la atención médica, ni resolver el terrible rezago en
guarderías, ni incrementar las pensiones, sino reducir servicios y
coberturas y transferir al sector financiero cuantiosos recursos, a
través de aportaciones mensuales exigibles hasta dentro de varios
lustros y a cuentagotas. La privatización vulnera la seguridad social,
responsabilidad del Estado'', explica quien abiertamente se solidarizó
con el neurocirujano Ignacio Madrazo Navarro, destituido como director
del Hospital de Especialidades del Centro Médico Nacional Siglo XXI,
por haber denunciado que existían serios problemas de desabasto de
medicamentos.
``Nos parece que hay una gran ignorancia, así como un
permanente doble discurso, que le quita visibilidad a la gente. Son
millones los que no alcanzan a darse cuenta de la dimensión de las
decisiones que actualmente se toman. Lo que ahora se decida, afectará
la vida del país de los próximos 50 años'', dice.
Por otra parte,
el también consultor empresarial opina que la situación es
especialmente compleja, pues en materia social los efectos no son
espectaculares, no se dan de la noche a la mañana, y el deterioro de
los servicios, la disminución de coberturas y las reducciones de
pensiones se van dando gradualmente. ``Sin embargo, el resultado es
que hay un deterioro permanente de muy difícil recuperación y que
cuando nos demos cuenta del impacto, nos estaremos lamentando.''
Es
por eso, que otro importante objetivo del Frente es: proponer
soluciones, discutir alternativas, llegar a las conclusiones más
eficaces y crear un grupo informado y amplio, con la capacidad de
gestión que permita plantear no sólo una reforma de la reforma, del
IMSS e ISSSTE, sino también de los sistemas estatales de
salud.
``La descentralización no resuelve nada. Desde mi punto de
vista, debe ser la culminación y no el detonador de un
proceso. Primero se deben establecer las bases y las reglas para el
cumplimiento, con toda una estructura normativa, de vigilancia y
capacitación'', señala García Sainz. ``Hay tareas que son fácilmente
descentralizadas, pero otras que no deben descentralizarse, como los
servicios de salud, porque en el caso de México se pierde uno de los
trípodes que soporta al sistema.''
Grave conflicto
Según el doctor Antonio Rosado García,
secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro
Social (SNTSS) que cuenta con unos 300 mil miembros y atiende a cerca
de 56 millones de asegurados, la federalización podría convertirse en
un grave conflicto.
``Eso es lo que queremos evitar, y estamos
agotando la vía de diálogo para hacerle un llamado patriótico al
presidente Ernesto Zedillo. De hecho, hace unos meses publicamos una
carta abierta y recibimos una comunicación donde se nos informa que el
asunto fue turnado para que el director general, el licenciado Genaro
Borrego, indique la viabilidad de seguir administrando el programa de
IMSS-Solidaridad.''
Asimismo, Rosado dice que si Zedillo no ha
podido cumplir con el bienestar económico del pueblo mexicano, debería
cumplir en cuanto a salud. Borrego le ha manifestado que está de
acuerdo con el sindicato, pero no puede desobedecer las órdenes de su
jefe.
``Por otra parte, donde no hemos encontrado recepción es con
el doctor Juan Ramón de la Fuente. Le hemos hablado y enviado oficios
que no ha contestado y sigue promoviendo la descentralización. En una
ocasión me dijo que el SNTSS estaba mal informado sobre el supuesto
deterioro de las unidades estatales. Sin embargo, nosotros viajamos
todas las semanas al interior del país y hemos visto el estado
deplorable en que se encuentran. Estoy seguro que la situación no va a
mejorar, por más que así lo aseguren.''
De vida y muerte
``Yo trabajaba como sirvienta, pero cuando
la señora se enteró de que soy VIH, me corrió. He andado de casa en
casa con parientes, pero hasta mi propia hermana nos cerró la puerta a
mi hijita y a mí'', dice llorando la joven, que junto con catorce
personas más acaba de demandar al Conasida por haber suspendido el
programa de entrega de medicamentos, por falta de fondos.
El caso
de Amalia es igual de trágico. Su esposo también murió de sida. ``Dejé
de tomar el AZT 20 días y me sentí muy mal. Cuesta 700 pesos al mes,
más todo lo demás. Las compañeras que tienen seguro me regalan algunas
cápsulas que les sobran. Tengo tres hijos y sé que moriré antes de
poder comprar la medicina.''
``Mi compañero y yo somos gays. En
Conasida nos pusieron muchos pretextos para entrar al protocolo,
porque no éramos marido y mujer. Después, nos incluyeron, pero luego
lo suspendieron. A mi pareja le dio sarcoma de Kaposi y quedó
paralítico. Yo vendo dulces en la calle y a veces ni para su
medicamento me alcanza'', explica el hombre angustiado. ``Con tanta
corrupción y despilfarro, las autoridades se niegan a pagar la
cuenta''.
Periodista.
En 1995 una esperanza comenzó a recorrer el mundo: en el seno de la
industria farmacéutica se habían elaborado nuevos medicamentos que,
combinados, podían ser más eficaces en la lucha contra el
VIH/sida. Los llamados inhibidores de proteasa comenzaron a ocupar el
centro de atención, y se habló del famoso ``coctel'' de tres
medicamentos -AZT-3TC-indinavir, el más conocido--. Tantas fueron las
expectativas generadas que revistas de amplia circulación
internacional hablaron del ``inicio del fin del sida'', epidemia que
afecta a 22 millones de seres en el mundo.
Sin embargo, junto con
las esperanzas aparecieron también los nuevos problemas: las dudas
sobre la efectividad de la ``terapia combinada'' y la preocupación por
su elevado precio que imposibilita el acceso para más del 90 por
ciento de los infectados.
En Estados Unidos el costo anual de la
terapia triple se calcula entre 12 y 15 mil dólares, sin contar gastos
de análisis clínicos y el uso de otros medicamentos
profilácticos.
En México, según cálculos del investigador José
Antonio Izazola, ese costo rebasó los 17 mil dólares en 1996 (Sida:
Estado actual del conocimiento. FUNSALUD/ Noriega
Editores/Sidalac). Una cifra tan elevada es imposible de cubrir por la
mayoría de los afectados, quienes se verán obligados a recurrir a
otras fuentes para conseguirlos --como el `tráfico ilegal' de
medicamentos, documentado por El Universal el 14 de febrero
pasado--, porque, aunque han sido aprobados para su comercialización,
aún no se autoriza su incorporación al cuadro de medicamentos básicos
del sistema de seguridad social.
El precio de los nuevos
inhibidores ha disparado el costo del tratamiento integral de la
infección por VIH. Tan sólo en 1995, cuando aún no habían sido
aprobados, el gasto de ese tratamiento fue de 49 millones de dólares,
aportados por igual por los bolsillos de los pacientes y por el
presupuesto público (Izazola, op cit.). Sin embargo, ese gasto
sólo cubrió ``a una minoría de pacientes'' (38 por ciento del total
estimado con vida). Si tomamos en cuenta que ``La mayor parte de los
gastos de bolsillo corresponden a la utilización de medicamentos
profilácticos o a un segundo antirretroviral'' (ibid), podría
esperarse que ese porcentaje minoritario de pacientes se redujese aún
más si consideramos la posibilidad de adquirir los nuevos antivirales
(cuyos precios oscilan entre 3 mil y 3, 500 pesos mensuales). Todo
esto sin contar a los sofisticados análisis de laboratorio, como el de
la carga viral, que alcanzan precios de entre mil y 2 mil pesos.
Esperanzas a mayor costo
Lo más paradójico y grave de esta
carrera farmacéutica contra el sida radica en el hecho de que, en la
medida que más avances médicos, terapéuticos y farmacéuticos se han
logrado contra la epidemia, más cara se convierte esta enfermedad, al
grado que un cálculo extraoficial indica que, en promedio, ahora un
enfermo mexicano tendrá que destinar por lo menos 40 mil pesos anuales
más que hace 10 años para solventar los costos directos.
También
ahora son más elevados los índices de exclusión de los enfermos que no
tienen acceso a las nuevos medicamentos en comparación con una década
atrás, no sólo por el alto costo de los medicamentos sino, por la gran
complejidad y los intereses mercantiles que rondan el combate a la
epidemia.
Algunos investigadores consideran que esto forma parte de
una lógica mercantil sin ninguna consideración humanitaria. El
infectólogo Franz Pérez Ancona, quien ha laborado para dos grandes
firmas que operan en México, indicó que el costo de fabricación de
moléculas que sirven para el desarrollo de nuevos fármacos se ha
elevado a 20 millones de dólares, y una cantidad significativa de
estos recursos se destina a presionar y promover la exclusividad de
sus propias marcas.
De 1987, año en el que aparece el primer
inhibidor de la transcriptasa reversa (AZT), hasta 1996, periodo en el
que se aprueban los antivirales inhibidores de proteasa (saquinavir,
ritonavir e indinavir), los costos directos de la enfermedad se han
elevado sustancialmente. Por ejemplo, en un estudio citado por Carlos
del Río Chiriboga (Gaceta Médica de México, Suplemento 1,
1996), se estimaba que en 1991, en Estados Unidos, el costo anual
promedio del manejo médico por caso de sida era de 38 mil
dólares. Pero, si se toma en cuenta que la tasa anual de incremento en
el costo del tratamiento de pacientes con sida es de 7 a 8 por ciento,
para 1995 el costo anual habría aumentado a 120 mil dólares.
Estas
cifras se refieren sólo a un rubro --el de los medicamentos-- de los
costos directos, entendidos como los costos relacionados con el
cuidado personal y de salud del enfermo, incluyendo servicios como los
exámenes de sangre, la educación en salud, el entrenamiento personal y
la investigación.
Dentro de los costos directos también entran
áquellos relacionados con los gastos de hospitalización. En Estados
Unidos, representan el 75 por ciento de esos costos (Carlos del Río,
op cit.), aunque, con los nuevos tratamientos, la tendencia es
hacia una mayor carga de los costos relacionados al gasto en
medicamentos, al mismo tiempo que el manejo de pacientes con sida se
realiza cada vez más en clínicas de atención ambulatoria.
En
México, el gasto ejercido en 1995 en el combate a la epidemia del sida
fue de 79.1 millones de dólares (Izazola, op cit.), cifra menor
en varios millones de dólares al gasto destinado a los partidos
políticos para ese año e, incluso, menor al famoso `fondo'
multimillonario de 80 millones de dólares que un selecto grupo de
empresarios `donó' al hermano del expresidente Carlos Salinas de
Gortari, hoy preso por enriquecimiento inexplicable, entre otros
delitos. La mayoría de ese gasto (85 por ciento) se destinó al rubro
de atención médica, y fue cubierto por el sector público (52 por
ciento). En prevención se ejercieron aproximadamente 29.5 millones de
dólares, destinados sobre todo a la prevención de transmisión
sanguínea y sexual.
Impacto económico y Repliegue del Estado
Si a los costos
directos del VIH/sida se le agregan los costos indirectos, es
decir, aquellos que en términos de producción perdida debido a la
morbilidad y mortalidad por la epidemia se presentan, tenemos un
panorama realmente inquietante que coloca a la enfermedad como una
verdadera amenaza para la economía de cualquier país.
Aunque el
sida, de acuerdo con el economista Enrique González, tiene una
prevalencia mucho menor en los países en desarrollo que enfermedades
como la malaria, su impacto económico es mayor. Y esto, informa en un
estudio publicado en Sida: Estado actual del conocimiento, por
dos razones: porque ``afecta principalmente a adultos en sus años más
productivos'', y porque ``En los países altamente infectados, la carga
de casos costosos de infecciones oportunistas relacionadas al sida
afectan considerablemente sus sistemas de salud.'' Si el gasto por
paciente se mantiene constante, escribe González, el monto destinado
al cuidado de pacientes con sida pasará de 340 millones de dólares en
1992 a 1,100 millones en el año 2000.
El impacto económico del sida
en el futuro mediato puede calcularse por medio de estudios
prospectivos, esenciales en el diseño de estrategias preventivas,
planeación de los servicios y distribución de recursos para establecer
políticas más eficaces contra la epidemia.
En el estudio
``Epidemiología del Sida/VIH en México: de 1983 a marzo de 1995'' un
grupo interdisciplinario de especialistas, estima que: ``La
trascendencia del sida en México radica en la ocurrencia de muertes en
edades tempranas. El promedio de edad de las defunciones por sida en
México es de 33 años; se estiman más de 400 mil años de vida perdidos
que representan un impacto económico directo de mil millones de
dólares'' (Salud Pública de México. Noviembre-diciembre,
1995). Esa cifra se incrementará sustancialmente si calculamos que
para el año 2000 se presenten de 76,900 a 87,800 casos acumulados ``y
habrán ocurrido entre 58 mil y 66 mil muertes por esta razón, la
mayoría en varones de 25 a 44 años. Para los próximos seis años se
diagnosticarán entre 45 mil y 55 mil nuevos casos de sida en México,
con una sobrevida de uno a tres años, lo que originará una creciente
demanda de atención médica'' (op cit.).
Esta creciente
demanda de atención médica se enfrentará a una tendencia creciente de
repliegue del Estado en su papel como garante del derecho a la
salud.
Lo cierto es que aunque se mantenga el porcentaje de
erogaciones destinado por el sector Salud al combate y atención de la
enfermedad, el impacto sobre el aparato productivo será cada vez
mayor. La paradoja de este proceso radica en el hecho de que mientras
el Estado siga destinando un porcentaje cada vez menor de recursos per
cápita a la enfermedad, en esa medida el costo indirecto de la
epidemia será mayor.
Periodista.