Letra S, 6 de marzo de 1997
En los últimos meses se ha producido un optimismo sin precedente con
respecto a la posibilidad del control de la enfermedad inducida por el
virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) o síndrome de inmuno
deficiencia adquirida (sida). El optimismo se ha generado, en gran
medida, por los resultados alentadores obtenidos con el uso de nuevos
medicamentos anti-VIH llamados inhibidores de proteasa (indinavir,
ritonavir, saquinavir), combinados con los previos (AZT, 3TC) para
tratar de controlar la enfermedad. Estos resultados, aún preliminares,
han sido difundidos de tal manera por diversos medios de comunicación,
internacionales y nacionales, que finalmente han acumulado entusiasmo
e ilusiones fuera de proporción en muchos pacientes infectados por
VIH, incluyendo a los que se encuentran en etapas tardía y avanzada de
la enfermedad (sida).
En un reciente número del Washington
Post, por ejemplo, se muestra la fotografía de un competidor, un
hombre joven con sida, en una competencia atlética efectuada en Hawai,
que clama una victoria sobre el sida, gracias al uso del tratamiento
combinado (también llamado coctel) que incluye un inhibidor de
proteasa. Ejemplos como el anterior, por cierto bajo el patrocinio de
las ``compañías de Investigación Farmacéutica de América'' o
``America's Pharmaceutical Research Companies'', han abundado en la
historia reciente del sida, de manera que no es difícil leer títulos
como ``Cuando la plaga finaliza: notas sobre el crepúsculo de una
epidemia'' (New York Times, suplemento dominical de noviembre)
u otros publicados en Newsweek o Times (``David Ho, el
hombre del año''). También se han manejado términos como ``curación
del sida a la vuelta de la esquina'', ``el sida como una infección
crónico-degenerativa más que letal'' o ``todos los nuevos infectados
serán convertidos a no progresores a largo plazo por el tratamiento
combinado'', ``el fin de la pesadilla'', etcétera. Es decir, todo un
``manojo de sueños'' casi hecho realidad. Si sólo eso fuera
verdad.
Las diversas fases de la enfermedad y la compleja y aún no
bien comprendida manera por la que el virus induce la destrucción del
sistema inmunológico de la persona infectada, dejándola presa
indefensa de infecciones oportunistas, ha hecho cada vez más difícil
la interpretación y el análisis de los alentadores resultados
presentados en los últimos congresos mas importantes sobre VIH/sida,
con respecto al tratamiento y control del virus y la enfermedad. Por
tanto, en forma paralela al entusiasmo y a la ilusión (poco antes que
``tomar el cielo por asalto'', pues), han surgido, principalmente de
la cabeza de las personas infectadas por el virus y de las de varios
grupos de investigación en el mundo, más preguntas que respuestas y
más dudas que conclusiones y, sobre todo, mucha confusión con respecto
al efecto a largo plazo de las novedosas modalidades terapéuticas en
el VIH/sida.
A partir de esas preguntas y dudas, cada vez más
frecuentes, Tim Horn y Gustavo Reyes Terán (como queriendo ``no pasar
nunca de largo y servir para algo''), han elaborado este documento,
que no debe ser considerado un consejo médico sino, más bien, como una
señal de precaución, un grito de alerta que sirva como ``vacuna''
contra los otros ``virus'', los de la inconsciencia, la ignorancia y
la mala fe, que andan sueltos y escondidos dentro de muchos pacientes
(los de la ignorancia), médicos (los de la ignorancia y los de la
inconsciencia) y, sobre todo, algunas compañías farmacéuticas (los de
la inconsciencia y la mala fe). El documento tiene, además, la simple
pretensión de que acaso pueda servir como guía a la que puedan
recurrir todas las personas que, de alguna manera, tengan o quieran
tener interés en el progreso verdadero de la investigación del
VIH/sida y quieran ver cumplido ese ``manojo de sueños''.
Mucho se habla de dinámica viral. ¿Qué significa el
término?
Una de las aportaciones más importantes en los últimos
años ha sido resolver la paradoja central que prevaleció en los años
ochenta: Destrucción progresiva del sistema inmunológico a pesar de
baja actividad del VIH en la sangre. En ese tiempo se pensó que una
persona infectada por VIH y sin síntomas (periodo de latencia clínica
o periodo asintomático) tenía un virus con poca actividad o inactivo
(con poca capacidad de replicación o sin capacidad de replicación) en
la sangre.
Ahora sabemos que el VIH, desde su ingreso (infección
primaria), se replica constantemente a una enorme velocidad: 10 mil
millones de partículas (viriones) por día. En promedio, la vida de un
virión libre (vida media de una partícula viral que se encuentra
``flotando'' en la sangre) dura unas 5 horas. Ello significa que el
virus requiere de 2.5 días para infectar a una nueva célula que vive
aproximadamente 1.6 días. Es todo esto lo que justamente se conoce
como dinámica viral.
La gran rapidez del VIH para replicarse (o
``copiarse'') le hace tener muchos errores en el ``copiado''. Por
tanto, aproximadamente 100 millones de virus producidos por día son
realmente infecciosos (viriones), es decir con capacidad de infectar a
otra célula. Los virus que no tienen la capacidad para replicarse se
denominan virus o ``partículas defectuosas''.
¿Dinámica viral es lo mismo que carga viral?
No exactamente,
aunque son términos semejantes (``no es lo mismo pero es igual''). Si
no fuera por la utilización de nueva tecnología que mide la cantidad
de partículas virales (viriones) por mililitro de sangre (esto es
carga viral) de una persona infectada por VIH, no se hubiese podido
conocer la dinámica del virus ni resolver la paradoja central de los
ochenta. Actualmente, hay tres métodos, o ensayos, usados por médicos
e investigadores para medir de manera precisa la cantidad de
``copias'' (viriones) de VIH (carga viral) que hay por cada mililitro
de la porción de sangre que no está compuesta por células: el
plasma. El primero es llamado PCR (del inglés Polymerase Chain
Reaction o reacción en cadena de la polimerasa; Amplicor, hecho
por Roche Diagnostics, aprobada por la FDA para determinación del
pronóstico de la infección), el segundo es la amplificación por bDNA
(del inglés branched DNA o DNA ramificado; Quantiplex, hecho
por Chiron Corporation y actualmente bajo revisión por la FDA) y el
tercero es NASBA (desarrollado en Europa). NASBA es frecuentemente
usado para medir la carga viral en niños, debido a que requiere poca
cantidad de plasma para el ensayo. Ninguno de los tres métodos pueden
distinguir entre partículas infecciosas y defectuosas.
En el
presente se desarrollan nuevas versiones de estos métodos con
capacidad para medir con mayor exactitud y más ``sensibles'' (es
decir, que pueden detectar aún menores cantidades de virus que las
detectadas por las versiones actuales).
Aunque hay diferencias
entre los tres métodos, en general proporcionan resultados confiables
comparables. Para optimar la consistencia de resultados, lo mejor es
elegir un método y continuar con el mismo en el ``seguimiento'' de la
carga viral de los pacientes.
¿Que significan los números o cantidades en el informe de mi carga
viral?
Una determinación (o medición) de la carga viral se
informa habitualmente como un ``número de copias'' o ``un logaritmo
(log) del número de copias'' por mililitro (ml) de sangre. Un log es
un factor de 10n, lo que es lo mismo, un cambio de 1 log es
igual a un cambio de 10 veces. Por ejemplo, si una persona tiene una
carga viral de 5 logs (que es lo mismo que 100,000 copias), esa
persona tiene un nivel de 100,000 copias de VIH por ml de
sangre. Alguien con una carga viral de 3.4 log, tiene un nivel de
2,511 copias/ml (cantidad que se encuentra entre 1,000 y 10,000). Esto
es relativamente sencillo de comprender.
Frecuentemente los
investigadores o clínicos informan que el tratamiento específico ha
sido exitoso, en términos de ``logaritmos de reducción'', para reducir
los niveles de la carga viral. De manera que una disminución de 2 log
en una persona infectada que ha tenido un nivel pre-tratamiento de
100,000 copias de VIH/ml de sangre es una reducción de 100 veces el
nivel viral (o un 99 por ciento de reducción), es decir, de 100,000 a
mil copias/ml. A todas luces esta reducción del nivel de virus de la
sangre, inducido por el tratamiento, es significativo, pero lo que ya
no es tan simple es determinar si la magnitud de cambio (o la
reducción) de la carga viral que es, sin lugar a dudas, de relevancia
clínica. Esto es, si uso un tratamiento contra el VIH, por ejemplo, el
famoso coctel de tres medicamentos, ¿qué tanta reducción de mi carga
viral con los medicamentos me dirá si tendré mejor calidad de vida, si
tendré menos infecciones oportunistas, si viviré mas tiempo o si me
curaré del sida? Regresaremos a este punto más adelante.
Investigador asociado visitante del Departamento de Microbiología y
Enfermedades Infecciosas del INER.
Internista e Infectólogo del
mismo Departamento del INER.
Tracemos una breve historia de nuestras familias. ¿Qué significaba
para nuestras abuelas y abuelos la virginidad? ¿Dónde se pensaba que
era lícito ejercer el deseo sexual de las mujeres? ¿Y el de los
hombres? ¿Con quiénes iniciaban su vida sexual los jóvenes de esa
época y con qué consecuencias? Sigamos con nuestros padres hasta
llegar a nosotros mismos. ¿Vemos diferencias no solamente en las
formas de expresar nuestra sexualidad sino también de definirla?
Estas y otras preguntas pretenden profundizar en la idea de que la
sexualidad no es un producto biológico sino parte de la cultura y que,
por lo tanto, tiene una historia. Si las respondemos, no podemos negar
que la manera en que enfrentamos nuestra sexualidad está sufriendo una
profunda transformación en nuestro país. Aunque es imposible afirmar
que la sexualidad significa lo mismo para todos los miembros de
nuestra cultura, porque las diferentes herencias culturales le
imprimen características particulares dependiendo de la historia y la
identidad cultural de las diversas comunidades, existe un interés
central por definir la sexualidad a partir de ciertos discursos que se
han vuelto dominantes a lo largo de nuestra historia.
Si durante siglos la religión católica ha sido dominante respecto a la
definición de la sexualidad, el proceso de modernización por el que
México está pasando --aunque de manera sui géneris pues
sufrimos sus desventajas sin gozar plenamente de sus beneficios-- ha
generado una relativa transferencia de este dominio hacia la esfera
del Estado y de la ciencia.
En cierta medida, la familia y la iglesia católica han disminuido sus
índices de poder para compartir su posición con otras instancias como
las instituciones de la salud, la escuela, los medios de comunicación,
la publicidad, etcétera, de modo que ya no existe un discurso
monolítico e incuestionable, sino un campo en disputa donde estos
diferentes discursos intervienen, frecuentemente de manera
contradictoria. Ello no quiere decir que la moral religiosa haya
perdido toda fuerza en nuestra cultura, sino que se ha visto obligada
a competir con nuevas propuestas cuya fuerza es indiscutible.
Esta dispersión de centros de poder interviene en la conformación de
modelos y valores sexuales y tiene efectos no sólo en los discursos de
las instituciones, sino en la experiencia y la identidad de los
sujetos de sexualidad de nuestra época, forzándolos a intentar
acomodos o francas resistencias para lidiar con esta mezcla en
ocasiones confusa y contradictoria de normas sexuales.
Un ejemplo de estas estrategias nos la ofrece la siguiente narración
de una joven, recogida en un estudio sobre las transformaciones de los
significados de la sexualidad para tres generaciones de mujeres
(Rivas, 1994):
``Me la pasé muy bien desde kinder hasta secundaria en escuela de
monjas y... pues ya sabrás todas las cuestiones de las monjas, de que
si no llevabas chaleco... el pudor y que si te subías o si te bajabas
la calceta estabas enseñando la pierna. Toda la formación muy
exagerada, pero ya después vas eliminando lo que crees que no... tal
vez por la educación que me daban a mí me permitía diferenciar que lo
que las monjas me enseñaban era muy exagerado. Yo sabía que dentro de
la escuela me tenía que comportar de una forma, porque eran las reglas
y eran las normas, pero en mi casa era otro rollo, totalmente
diferente''. (Rivas, 1994: 51.)
Las prescripciones que las mujeres de este estudio calificaron como
dominantes se relacionan en su vasta mayoría con los mandatos y
valores que sobre la sexualidad ha difundido la religión católica
durante siglos de ejercicio de poder sobre los cuerpos, los afectos y
los deseos. La equiparación de la carne con el Mal constituye una
formulación moral muy antigua que, sin embargo, parece seguir teniendo
una vigencia considerable. Esta condena contra el deseo erótico,
establecido como una derivación del pecado y del Mal, sigue presente
en el discurso de las entrevistadas, aunque su origen religioso parece
haberse perdido en la historia. Las razones para sostener esta
construcción es, a decir de algunas de los participantes, la
permanencia de ``las costumbres''. La racionalidad religiosa que las
produjo ha dejado el paso a una vaga y confusa noción normativa cuyo
fundamento no parece ser ninguno más que la inercia social.
La mezcla de discursos y las contradicciones que produce a nivel de la
experiencia se ilustra en el siguiente fragmento de una conversación
con una joven capitalina durante un estudio sobre el significado de la
virginidad en diferentes comunidades de nuestro país (Amuchástegui,
1994):
Joven (J): Luego en la plática salía `que la muchacha de allá
se fue y ya se entregó a su novio'. Y dije `¿por qué yo no?'. Pero ora
sí que yo tenía muy poca información, pero estaba tonta, al entregarme
a él hubiera tomado pastillas para... para evitar el embarazo, pero
nada, obviamente salí embarazada.
Entrevistadora (E): ¿Y cómo te explicas que no lo hiciste
así?
J: Pues, no sé, sería el momento de locura y que...
E: ¿No sabías que había métodos para no embarazarte?
J: Sí, ya sabía que había métodos, pero me daba pena
preguntar... me daba pena llegar a la farmacia y preguntar por
anticonceptivos, y como me decía mi mamá `es que me hubieras
preguntado', `pues, ¿cómo te iba a preguntar?, ¿sabes qué? mañana voy
a tener relaciones, dame'... le digo, `¿cómo hubieras actuado?', `pues
te hubiera dicho', `¡mentira! me hubieras dicho: qué, ¿estás loca o
qué?''.(Amuchástegui, 1994: 53)
Aunque en este pasaje la informante muestra una cierta apropiación de
su deseo erótico y una autorización de sí misma para decidir el inicio
de su vida sexual, este grado de autonomía no la lleva a la acción
concreta de prevenir el embarazo, a pesar de tener los conocimientos
necesarios para ello. Asumir su sexualidad frente a agentes externos
de la comunidad, tendría, en su opinión, graves consecuencias. Elige,
por tanto, el camino del riesgo. El reproche que le hace a su madre se
vincula con esta situación de transición, pues reconoce el grado de
contradicción a que ambas están sujetas en términos de la
sexualidad. Ambas quisieran prevenir el embarazo no deseado, pero
ninguna asume la responsabilidad de hablar abiertamente sobre la
sexualidad de la hija. Ante esta contradicción, la actuación impensada
es la única solución y parece preferible el riesgo que la aceptación
del deseo femenino.
De acuerdo con estos ejemplos, la secularización de la sexualidad y
los ideales de igualdad de género han adquirido una mayor relevancia
subjetiva en la transformación de los valores sexuales -especialmente
entre la población urbana y la rural migrante y con mayor nivel
educativo. La soberanía del deseo y su satisfacción parece estarse
trasladando de instituciones externas como la Iglesia o la familia,
hacia el individuo, de modo que este proceso de modernización de la
cultura sexual mexicana exige la construcción de un sujeto femenino
que goce de mayor autonomía, y de un sujeto masculino que se
enriquezca con relaciones más igualitarias.
Sin embargo, el proceso supone algunos riesgos de los que pueden
resultar pérdidas importantes. La individualización ligada al logro de
la autonomía puede transformarse mediante interpretaciones parciales y
mercantilistas en la versión individualista y atomizada propia de una
sociedad de consumo. De tal forma que se fragmenten los vínculos
grupales y las relaciones comunitarias que en nuestro país han sido
estrategias de resistencia a los poderes del Estado. Y aún así,
preferimos el riesgo que entraña la búsqueda de sujetos autónomos, que
tengan la posibilidad de elección, tanto a nivel subjetivo como
objetivo. Más que nunca deben promoverse las condiciones para la
emergencia de sujetos autónomos y construir las condiciones para que
todos podamos tomar decisiones libres e informadas a través del
respeto, el reconocimiento de los derechos, la educación para la
pluralidad y la provisión de servicios de calidad a toda la población,
aunque no ejerza su sexualidad de la manera en que los discursos
dominantes lo exigen.
Profesoras investigadoras en el departamento de Educación y
Comunicación de la UAM-X.
--Amuchástegui Herrera, A. 1994. El significado de la virginidad y
la iniciación sexual para jóvenes mexicanos. Reporte de
investigación. The Population Council/UAM-Xochimilco, México.
--Rivas Zivy, M. 1994. Cambios en la sexualidad femenina. Un
estudio de tres generaciones. Reporte de investigación. The
Population Council/UAM-Xochimilco, México.
--Weeks, J. 1992. The body and sexuality. En: Bobock, R. y
Thompson, K. (eds.) Social and cultural forms of
modernity. Polity Press/The Open University, U.K.