La Jornada 6 de marzo de 1997

Azcárraga tejió muchas historias de poder y dinero con Televisa

Arturo García Hernández/ II y última Ť Cuando Emilio Azcárraga Milmo llegó a la boda de Lucero y Mijares en el Colegio de las Vizcaínas, el 18 del pasado enero, no parecía enfermo. Era difícil imaginar que sería una de sus últimas apariciones públicas y que menos de dos meses después estaría hospitalizado, presuntamente por problemas cardiacos, obligado a ceder el liderazgo de la empresa que con mano férrea dirigió durante casi 25 años y cuyas producciones llegan a más de 100 países.

Aquella noche descendió de su automóvil como a 50 metros de la entrada del colegio, acompañado de su actual esposa, Adriana Abascal. Caminó con paso sereno pero firme. Se veía de buen humor. Entre la muralla ambulante formada por sus guardaespaldas, los reporteros se atropellaban para oírlo hablar de su beneplácito por la boda; mirando la aglomeración tras una malla metálica de aquéllos a quienes una vez calificó como ``los jodidos'', expresó su deseo de que Lucero y Mijares se dieran cuenta del ``cariño tan grande que les tiene el pueblo de México.''

La amabilidad de ese momento contrastaba con la imagen que el empresario forjó de sí mismo, voluntaria o involuntariamente. Más allá de las anécdotas que pretenden ilustrar su extravagante despotismo, la auténtica ``leyenda negra'' de Azcárraga es la que lo muestra como un negociante duro, ambicioso, hábil para crearse desde el mundo de la política las condiciones que le permitieran lograr sus metas en el mundo del dinero. Abundan ejemplo concretos, como la condonación de 23 millones de pesos que en 1989 hizo a Televisa el entonces secretario de Hacienda, Gustavo Petricioli, según documentó Rafael Rodríguez Castañeda en Proceso (2/I/89). El adeudo era por el uso de los servicios de transmisiones de señales que le proporcionaba Comunicaciones y Transportes.

El pago de favores como ese era servir, prácticamente, de voceros acríticos del presidente en turno y del PRI. Célebre es la cena, en enero de 1993, en la que Carlos Salinas pidió ayuda económica para el PRI a un grupo de empresarios, entre los que estaba Azcárraga Milmo. La petición era de 75 millones de pesos. El primero que respondió fue Azcárraga: ``He ganado tanto dinero en estos años que me comprometo a otorgar una cantidad mayor''. Famosa es su frase: ``Soy un soldado del PRI''.

Mientras el gobierno y el PRI contaban con espacio a discreción en Televisa, para la oposición política era casi inexistente. Si bien hoy ese panorama se ha modificado, queda la certeza de que parte importante de la fortaleza económica de Televisa se debe, además de las habilidades de Azcárraga, a su relación con los presidentes y el PRI.

Aparte de la enorme influencia política con que cuenta Televisa, dentro y fuera del país, está otro tipo de influencia considerada por sus críticos más nociva y perdurable: la degradación del gusto del público, producto de una programación sin calidad, insulsa y determinada por el rating. Si como ``zar'' de la radiodifusión Emilio Azcárraga Vidaurreta puede ser considerado como pilar de la ``época de oro'' de la canción mexicana entre los años 30 y 50, a Azcárraga Milmo podría responsabilizársele del apoyo y promoción a expresiones ``artísticas'' de gran impacto masivo, pero efímeras y vacuas.

Si Cri Cri, Pedro Vargas, Agustín Lara o José Alfredo Jiménez son inexplicables sin la antigua XEW, ¿cuál es la herencia perdurable de Azcárraga Milmo? ¿Verónica Castro? ¿Raúl Velasco? ¿Timbiriche? ¿Thalía?

Sin embargo, y paradójicamente, a la Fundación Cultural Televisa se debe uno de los mejores museos de la ciudad: el Centro Cultural Arte Contemporáneo (CCAC) abierto una vez que Televisa perdió con Rufino Tamayo la disputa por el museo que lleva el nombre del pintor oaxaqueño.

Muchas historias de dinero y poder podrían contarse al hablar de la incursión de Televisa en rubros como el futbol, la lucha libre, los concursos de belleza, etcétera.

En la entrevista que Laura Castellot de Ballin le hizo a Azcárraga Milmo, para su libro Historia de la televisión en México, ella pregunta al empresario:

--¿La televisión da un poder enorme a quien la maneja ¿Qué piensa del poder?

--Azcárraga Milmo responde:

--El poder es una cosa que nadie entiende. Hay muchas definiciones de poder pero ¿qué es en realidad? Se traduce quizá en responsabilidad. El poder es lo que permite tomar una decisión, alguien tiene que ser responsable de que las cosas salgan bien o mal. Ese alguien es quien en ese momento tiene el poder, porque tiene la responsabilidad y trata de hacerlo mejor. Pero no se siente nada. El poder nunca me ha hecho sentir nada. Pasarme un alto, cualquiera lo hace y ¿se siente algo? No creo que se sienta nada. Tener un millón de pesos no creo que produzca absolutamente ningún sentimiento (...) Dicen que manipulamos a las masas... Eso es una mentira enorme, no puedes manipular a las masas, no son tontas, saben muy bien lo que quieren y tienen un sentido increíble de percepción de valores. No engañas a nadie (...) Eso que apuntan las ciencias de la comunicación como manipulación de masas, es infantil. Pensar que un medio puede manipular a las masas es totalmente falso.

Ante la renuncia de Azárraga Milmo a la presidencia de Televisa, ocupa el cargo su hijo, Emilio Azcárraga Jean, y Guillermo Cañedo White queda como Presidente del Consejo de Administración.

Ambos anunciaron el martes la creación de un Comité Ejecutivo el cual tomará las decisiones del grupo en forma colegiada. Según lo informado por Azcárraga Jean y Cañedo White ante analistas nacionales y extranjeros, podrán formar parte del Comité Ejecutivo personas externas a la empresa.

Empiezan los cambios.