La Jornada miércoles 5 de marzo de 1997

Luis Linares Zapata
Atraco

Perdidas entre el maremagnum del crucial proceso electoral, las reverberaciones del caso Rebollo y los escándalos de la narcopolítica; sepultadas por un alud publicitario y abandonadas a las truculencias de un mercado bajo estricto control de los banqueros participantes, las Afore esperan acogotar a los indefensos trabajadores que caigan en sus redes.

Ningún sindicato ni legislador, menos aún funcionarios de los que tendrían injerencia, han levantado la voz para auxiliar a los que serán sujetos de despojo. Se oyen, a pesar del vocinglerío, algunos reclamos en la prensa crítica y la oposición de izquierda, y algún reparo de empresarios con un mínimo de conciencia social.

Sobre los hombros de los trabajadores del apartado A ya se han encaramado miles de promotores que los engancharán en alguna de las Afores autorizadas. Los aportantes, diseminados por todo el país, han creado tales empleos en la ciudad de México, mucho mejor pagados que los de ellos mismos. El resto de los caudales que irán depositando en las ``seguras'' manos de los financieros a lo largo de los meses y los años, servirán, además, para restituir rápidamente el capital invertido, financiar al gobierno, fondear a los bancos y apuntalar el mercado de valores. A los clientes les quedará la esperanza, al final de las mil 200 y pico de semanas cotizando regularmente, de lograr un préstamo, algo para soportar un eventual desempleo o un escuálido fondo para contratar su retiro con la aseguradora que quiera aceptarlo.

Imagínese que usted, armado con mil pesos, una fracción disponible de su salario para estos menesteres, se presenta ante un banquero para que le invierta su dinero. Este le promete un interés de 1 por ciento mensual pagadero de inmediato, es decir, un 16 ó 20 por ciento anual. Sin embargo, al mes siguiente, cuando recibe su estado de cuenta, en lugar de tener unos mil diez pesos, el saldo que le muestra el reporte sólo registra 707 pesos. El resto, le dirán en voz muy baja o letra muy chica, son las comisiones cobradas por anticipado: un 30 por ciento de inmediato. Y lo peor es que esa será la práctica a seguir cada vez que usted acuda a dejarles sus ahorros. Si tal cosa sucediera, usted tomaría su dinerito y se iría con cualquier otro que le ofreciera algo racional, o de plano no lo invertiría.

Lo anterior es un ejemplo más o menos similar de lo que acontecerá con los recursos que los trabajadores invertirán en la Afore de ``su elección''. Lo malo es que en este caso, y debido a la ley que tan mal las regula, usted tendrá que dejarles su dinero, pues el descuento de su salario es obligatorio. Las comisiones que le cobrarán serán, hoy por hoy, superiores al 28 por ciento, pero disfrazadas al aducir que se trata del 1.7 por ciento sobre el ``salario base de cotización''.

Es cierto que algunas Afore le cargarán sus comisiones al final del año y sobre los rendimientos obtenidos (de más o menos 30 por ciento), pero la mayoría lo hará por anticipado. Comparadas con sus similares del cono sur, las Afore mexicanas se fueron al doblete. Sin ser cierto, se afirma que cuando el IMSS manejó los fondos para retiro, a todos les fue peor. Sólo que, al menos, mucho de aquellos recursos se invirtió en hospitales para los trabajadores. Ahora sólo les quedará el gusto de enriquecer a los accionistas, reguladores o publicistas de las Afore.

Nada de contemplaciones con los mexicanos, se dijo desde las alturas que rigen a los mercados y su ``libertad'' de fijar precios por acuerdo. Para eso se tiene a los Velázquez, los Solís y su ``ingenua'' como atónita cuasi certeza de manejar bien la Consar, a Mancera, a Ortiz, al mismo doctor Zedillo y a todos los legisladores del PRI que tan minuciosos han sido para sostener el tinglado.

Tal despojo en descampado es casi increíble. Pero los responsables piensan que todo ello es regular. El ahorro interno requiere de un financiamiento de esta naturaleza y características, afirman con desparpajo justificatorio. No hay de otra, se dice, y la recomendación del FMI y la exigencia del Banco Mundial salen a relucir a continuación. Lo que extraña no es la impune voracidad sino la recurrencia a socios extranjeros. El negocio restituye lo invertido en sólo un año. Los riesgos de quebrantos son estrechos, y la tecnología, relativamente fácil de elaborar. El imperativo de tan costosas campañas de afiliación se mitigará mediante una presión adicional. Así y antes de los cuatro años previstos en la ley, se podrá proceder a ubicar de manera arbitraria o ``equitativa'' y entre las Afore existentes, a los trabajadores remisos o indiferentes. Por ahora y después de algunos sobresaltos iniciales, todo fluye en calma, menos la equidad social, la salud y eficiencia del aparato productivo nacional.