Hay quien afirma que los médicos son, ``por naturaleza'', historiadores o biógrafos. De hecho, quienes practican las disciplinas clínicas cada día disecan, a través de la enfermedad, una serie de datos que reflejan la narración de una vida. La historia clínica es, en esencia, autobiografía. Al preguntar, evocar y escuchar al afligido, el ser, y sobre todo el ser del enfermo, queda integrado bajo la sensibilidad del médico y las cicatrices del padecer. Así, por medio del binomio salud-enfermedad, se construyen historias, presencias e ideas. Universo que permite al galeno ``saber de la vida'' y las insuficiencias producidas por el mal.
El médico recoge, primero, la ``ficha de clasificación''. Importa saber dónde nació el enfermo, qué estudió, cuál es su situación económica, su nivel escolar, empleo, estado civil, ingresos mensuales, así como el resto de las actividades que conforman el vivir cotidiano. Después, se recopilan los datos que describen el estado de salud y no salud: a través de las preguntas y las manos, el galeno tiene la obligación de saber quién es el doliente. No basta conocer exclusivamente el diagnóstico: es menester saber que el mal del enfermo es una entremezcla de todas las influencias que la vida ha tenido sobre su persona. Es precisamente al escombrar esas aristas, cuando se escribe la literatura de las enfermedades. El vínculo es la interfase, ora nítida y franca, en ocasiones hiriente, entre salud y enfermedad. Cuando falla la primera, germina, a través del mal, la reflexión, la introspección. Se plasme o no en la letra, es en esa interfase donde se escribe la literatura de las enfermedades. Y es en esas letras donde el médico se construye.
No en balde la tercera parte de las escuelas de medicina en Estados Unidos ha incorporado la literatura dentro del currículo. Se presupone que a través de esta disciplina, el estudiante contará con más elementos para comprender la enfermedad, y que por medio del análisis de poesía y literatura los doctores tendrán la posibilidad de retomar el humanismo que antaño enalteció nuestra profesión. De igual forma, la lectura en su sentido más amplio fomenta la empatía y desarrolla herramientas que le permiten al alumno interpretar con mayor profundidad las palabras del doliente. Comezón, náusea, insomnio y dolor dejan de ser sólo síntomas: se transmutan en el esqueleto de una o varias vidas. El resultado puede ser alentador: la medicina deviene arte. El fin será transformar los síntomas del paciente, primero en letras aisladas y luego en textos. De hecho, algunas escuelas consideran que los médicos deben ser también actores. La bata, el estetoscopio colgado y el ceño fruncido cuando el diagnóstico es alarmante, no son sólo gestos médicos, sino parte de la actuación cotidiana cuyo único fin es sanar al individuo.
Emerge la pregunta, ¿es o no la medicina un arte? Continuamente leemos artículos subtitulados ``...The state of the art'', con frecuencia repetimos a nuestros alumnos que diagnosticar es un arte, y con sorpresa creciente nos deleitamos con el color y la forma de las microfotografías de microscopía electrónica cuando muestran las paredes de un vaso; no menos estimulantes son las figuras surgidas de las reconstrucciones en tercera dimensión emanadas de la resonancia magnética nuclear. Es también, en la letra médica y las figuras de la enfermedad, donde nace el vínculo medicina-literatura y el incentivo para que la medicina se convierta en arte. Y es en el dolor y sufrimiento, donde puede --y debe-- florecer la necesidad de la creación.
Fernando Pessoa dijo:
El poeta es un fingidor
Finge tan completamente
Que lleva a fingir que es dolor
El dolor que de veras siente.
Reinterpreto al pensador lusitano y concluyo: el médico debe comprender lo que el poeta finge y entender lo que el paciente siente. Debe también saber que muchas historias de dolor se escriben a partir de la enfermedad y se leen en expedientes deshojados o en obras literarias.
* Texto leído en el XXV Congreso Mexicano de Reumatología para presentar al doctor Francisco González Crussi, patólogo y escritor mexicano, residente en Estados Unidos.