Me referiré a comentarios contenidos en el artículo ``Dirección sin dirección'' --publicado el 19 de febrero en un periódico capitalino de moda. Un conocidísimo escritor y columnista imprescindible, cuyos criterios respeto siempre, casi me ordena ignorar el reporte que menciono, pero mi impulso aclaratorio resulta ser más fuerte que su atinada recomendación.
Parece que ``no me expliqué bien'', como se dice elegantemente, en la primera de las mesas redondas que compartí con Oswaldo Sánchez, en la Feria Arco de Madrid. Bien o mal, lo haré ahora.
1. Nunca se me encomendó ``ofrecer un panorama del arte mexicano para que el público español tuviera cierta idea de lo que ocurrió después del muralismo'', en primer lugar porque en media hora resultaría ridículo incluso formular tal tipo de encargo y en segundo lugar porque --la verdad sea dicha-- sabía que el público español sería minoritario, entretenido como estaba en la feria, que parecía picnic ese día. La asistencia a las conferencias era heterogénea, los interesados se quedaban, otros entraban y salían en cualquier momento, sobre todo si no había asiento para mitigar la fatiga. Tomé como parteaguas 1949 (año en que ocurrió la muerte de JC Orozco) debido a que para buen número de artistas de las generaciones recientes Orozco es punto de referencia. Los ponentes éramos tres (por razones técnicas Agustín Arteaga se vio involuntariamente inhabilitado para participar) y podíamos disponer del auditorio por hora y media. No nos fue suficiente y tanto Oswaldo Sánchez como yo disminuimos el número de diapositivas a proyectar. Sobre su intervención (de la misma extensión que la mía) inexplicablemente no se emitió comentario alguno en el artículo del 19 de febrero. ¿Será que el autor abandonó el auditorio antes de tiempo, como dice que lo hicieron unos enfurecidos juniors españoles?
2. Procuré ilustrar lo dicho con imágenes de Orozco, Manuel Alvarez Bravo (que expone en MOMA, New York) Manuel Felguérez (hoy día en el Marco) Juan Soriano y Vicente Rojo (ambos en el Reina Sofía) prosiguiendo con obras de artistas más recientes. ¿Fue por eso que me vi muy ``descarada''?, sobre todo porque en quien más insistí fue en Germán Venegas, ya que la obra que más me impactó de todas la que vi es de su autoría, es perdurable y se adquirió para el acervo del nuevo museo en Extremadura. Dícese además que proyecté imágenes de mis proteges, pero desgraciadamente no veo cómo proteger a Enrique Guzmán y a Emilio Ortiz (salvo quizá con plegarias) quienes se suicidaron la década pasada. A través de Rafael Cauduro, Arturo Rivera, Roberto Cortázar, Alberto Castro Leñero y Luis Argudín aludí a diversas modalidades de realismos. De Francisco Toledo apresuré la proyección por apremio. Como autora de un libro y de más de 10 ensayos sobre sus quehaceres creativos me hubiera resultado ideal dedicarle toda la plática, e igual hubiera sucedido con Frida Kahlo, solicitada en exceso, representada en Madrid junto con la brasileña Tarsila do Amaral (1886-1973) y la cubana Amelia Peláez (1896-1968) en la Fundación La Caixa. De Frida siento decir que hay una atribución dudosa, criterio que comparten Edward Sullivan y Cristina Gálvez.
3. Deslindamos el campo de nuestras participaciones: yo me ocuparía de artistas que trabajan en técnicas tradicionales y Oswaldo, versado en lenguajes alternativos, haría una propuesta sobre quienes los cultivan. Nunca afirmé ni desconocimiento ni desinterés en lo que hacen Helen Escobedo y Carlos Aguirre, entre los maduros; Gabriel Orozco, Silvia Gruner, Pablo VargasLugo, Thomas Glassford, Diego Toledo, Francis Alys, Rubén Ortiz, et al. No sólo estoy al tanto de lo que ``viene cocinándose en México'' (en medios alternativos) desde los años sesenta sino que como historiadora conozco bien dónde, cuándo y cómo tales veneros despuntaron.
4. Aunque casi nadie quiere parecer viejo, o más viejo de lo que es, sí me referí a ``mi edad''. Quien ejerce la crítica de arte resulta proclive a interesarse de manera particular (no exclusiva) en artistas de generaciones afines. Cuando se hace historia del arte, la cosa cambia.
5. Platique en los stands de los galeristas mexicanos y de los otros; entrevisté a una moscovita expositora de cuyas obras gusté. Me percaté de que Julio Galán aparecía por lo menos en cuatro stands, la participación de José Bedia también fue nutrida. En el ámbito de la OMR vi, entre otras cosas, unas pinturas que me interesaron. Solicité diapositivas, no las había en 35 mm. El autor de éstas es Yishai Jusidman. Infundado e intransitivo desencuentro se produjo entre él y mi persona. No llegué a conocerlo pero el tono que adoptó saboteó un reporte que resultó francotirador en vez de crítico. Cosa irrelevante debido a su excesiva obviedad. Sorprende, eso sí, en un pintor que escribe.