El presidente de la Concamin dijo que en la Secofi le habían dicho que el precio de la tortilla sería liberado y aumentado, pero hasta después de las elecciones. No es la primera vez que observamos esta interacción entre lo económico-social y lo político-electoral. Esta noticia me recordó un trabajo que escribí hace años y que se publicó en un suplemento de La Jornada.
En este trabajo se enumeraban datos que mostraban que el mes de las elecciones federales de 1985 había sido privilegiado en varios sentidos. El cambio en el índice de precios frente al mismo mes del año anterior tuvo en ese mes su punto más bajo; el salario real, su punto más alto. Hasta el empleo tuvo su momento más alto en ese mes.
Detrás de estos resultados, se mostraban medidas oficiales que los explicaban. Se habían anunciado aumentos trimestrales a los precios de las gasolinas para que no hubiera un aumento brusco anual, pero éstos se suspendieron a principios de 1985 y ya en la segundo mitad del año se dio un aumento fuerte para compensar... después de las elecciones. El peso se mantuvo muy bien apoyadito, pero luego tuvo su devaluación... después de las elecciones. El gasto público se aumentó considerablemente poco antes de las elecciones, pero para no tener déficit en el año, se contrajo fuertemente en los tres meses siguientes a la elección. Medidas como éstas explicaban sobradamente lo afortunado de la situación económica del país en el mes electoral.
En 1976 y en 1982 también se esperó a que pasaran las elecciones para devaluar el peso. Y eso que en esos tiempos las elecciones no eran, ni de lejos, competidas como ahora. En 1988 todo iba muy bonito para repetir el éxito electoral-económico de 1985, pero a fines de 1987 vino el crac de la Bolsa de Valores, en la cual se apoyaba en buena medida la política económica como medio de financiamiento sin tener que subir demasiado las tasas de interés. Se tuvo que adelantar la devaluación a fines de 1987 y se lanzó un plan de choque. El resultado electoral, pésimo para el gobierno incluso si sólo vemos las cifras oficiales, no fue sólo por la situación económica, pero ésta evidentemente contó. Y en 1994, aunque sí se retrasó la devaluación hasta después de las elecciones y ello contribuyó a que el partido gubernamental tuviera un buen resultado, no se cumplió con la regla tradicional de devaluar después de la elección, pero antes del cambio de gobierno. A cambio de una buena elección, hubo un mal inicio del nuevo gobierno.
Es por todos estos antecedentes que me llamó la atención la declaración sobre la tortilla. Una y otra vez, funcionarios diversos han declarado que la política económica y las medidas macroeconómicas no serán influidas por las elecciones. Por otro lado, se empieza a hablar en algunos medios oficiales de la victoria electoral, en términos similares a los de antes del proceso de reformas políticas y del Estado que se iniciaron con el actual sexenio.
Habrá que estar atentos para ver si hay otras expresiones de esta singular relación entre los pesos y los votos.