México está encontrando nuevas reservas petroleras probadas en la sonda de Campeche, y el campo de Cantarell se encuentra entre los pocos yacimientos supergigantes existentes en el mundo. Junto con el petróleo del golfo arábigo y el de los campos caucásicos y siberianos, el petróleo y sus subproductos que se extraen de nuestro suelo constituyen la parte principal de las reservas mundiales de estos combustibles no renovables, sobre los cuales se basa, todavía, cerca de 40 por ciento del consumo mundial de energía. Además, el valor estratégico de las reservas petroleras de Campeche, comprobadas por Pemex, y de la misma compañía nacional aumenta con el paso del tiempo y con los nuevos hallazgos.
En efecto, con la guerra del golfo Pérsico Estados Unidos se ha asegurado ya el control del petróleo en aquella región, tan vital también para las economías europea y japonesa. Y de las importaciones petroleras provenientes de nuestro país dedica un alto porcentaje (casi 20 por ciento) a la constitución de sus reservas estratégicas. Al mismo tiempo, preserva sus propios yacimientos, que en las condiciones actuales de producción resultan costosos, previendo el momento en que la escasez mundial de ese combustible, que se tornará aún más preciado, haga rentable su explotación.
Frente a una estrategia a largo plazo de nuestro principal comprador de combustibles (que, al mismo tiempo, garantiza sus préstamos financieros con nuestros yacimientos y nuestras exportaciones petroleras), el problema del petróleo mexicano es cada vez más una cuestión política de vital importancia a mediano y a largo plazo, no sólo para nuestro país sino para todas las demás naciones, sean ellas productoras de carburantes o importadoras de los mismos.
Es de prever, por lo tanto, fuertes y crecientes presiones para controlar tanto los yacimientos mexicanos como la posibilidad de un desarrollo independiente (desde el punto de vista jurídico, económico y tecnológico) de nuestra empresa estatal, Pemex. Para Estados Unidos, en especial, cuyo modelo económico se basa en un altísimo y despilfarrador consumo de energéticos no renovables, ha existido y existe la tentación, varias veces declarada, de considerar la producción petrolera mexicana como parte integral de una visión estratégica de su seguridad nacional y de su economía.
Razón de más para ser extremadamente vigilantes en lo que respecta al tema de Pemex, de los hidrocarburos y de la soberanía nacional, y para elaborar, con criterio nacional, una estrategia de desarrollo a largo plazo que cuente con la posibilidad de nuevas tecnologías a fin de poder probar nuevas e ingentes reservas, y permitir una extracción y utilización más racional de los recursos petroleros, previendo, al mismo tiempo, qué hacer una vez agotados los mismos a mediados del siglo próximo.