La Jornada 2 de marzo de 1997

JURO ALFREDO DEL MAZO

Víctor Ballinas y Ricardo Olayo Ť Alfredo del Mazo, ya ungido como candidato del PRI a la jefatura del gobierno del Distrito Federal, afirmó que el principal imperativo del gobierno consiste en construir los consensos, dotar de soporte ciudadano el ejercicio de la autoridad, y a la aplicación de las leyes. ``Es hacer de las demandas, soluciones, sumando a los ciudadanos en el proceso de la toma de decisiones'', agregó.

En un Auditorio Nacional que aun lleno a su máxima capacidad resultó un escenario frío para el ungido, en donde en casi 55 minutos de lento discurso, el ya candidato solamente logró arrancar aplausos tibios en cinco ocasiones, signo evidente de que el mensaje no penetró en las huestes priístas ahí reunidas.

Del Mazo, con lectura pausada y sin ningún énfasis, dijo que su gobierno será un empeño democrático por identificar la legalidad con la legitimidad, por transformar el poder del funcionario en autoridad moral al servicio del ciudadano.

Los problemas de la metrópoli son difíciles y complejos; pretender resolverlos con soluciones simplistas al calor de una campaña política es actuar demagógicamente. ``Mi compromiso es buscar, junto con la ciudadanía, los diagnósticos y propuestas que faciliten la solución de raíz y de fondo de los problemas'', dijo.

Al hablar sobre la inseguridad que vive la ciudad, y que es preocupante, porque lesiona la convivencia y altera el orden social, Alfredo del Mazo arrancó un aplauso, un poco más fuerte que los anteriores, pero no dejó de ser un tibio aplauso, pues ni siquiera resonó en el inmueble.

Sobre la inseguridad que se vive en la ciudad, dijo que la gente exige que no la asalten, que no la roben, y si lo hacen, pide que se castigue a los culpables: que no haya impunidad. ``La inseguridad es un cáncer que debemos extirpar''.

Ni porras, ni matracas. Sólo algunas mantas completaban la escenografía: los más de 10 mil priístas ahí concentrados desde temprano no lograron cimbrar con sus aplausos el inmueble. No hubo ecos que retumbaran en el interior; más bien se sentía hueco. El candidato detalló que el fenómeno de la inseguridad es complejo.

Obedece, leyó en su discurso de 14 cuartillas, a muchas y variadas causas: delincuencia ligada a la gran ciudad; problema económico; corrupción de cuerpos policiacos y judiciales; desempleo, subempleo y pobreza; degradación social y familiar, e impunidad y devaluación del policía.

Las causas y el origen del problema, agregó, ``las tenemos claras, pero esto de ninguna manera implica contemplación e indulgencia. La sociedad exige cuentas claras y resultados concretos sobre este delicado problema. Tiene razón. Está en juego su vida y patrimonio''.

En esta que fue su principal propuesta en la campaña interna, Del Mazo apuntó que ``sí se puede combatir a la delincuencia. Sí se puede hacer de la capital una ciudad segura: ¡Sí! Sí se puede, con energía y con determinaciones políticas, y con participación de la ciudadanía''.

A través de un pacto claro entre la familia, la comunidad y las instituciones públicas ``podemos vencer las inseguridades que hoy amenazan a nuestros hogares, nuestra familia, nuestros bienes y nuestra tranquilidad''.

Elogió a sus líderes nacional, Humberto Roque Villanueva, y local, Roberto Campa Cifrián. Hizo asimismo un reconocimiento a sus dos contrincantes en la campaña interna: José Antonio González Fernández y Manuel Jiménez Guzmán, ahí presentes.

``¡Hay PRI para rato... hay PRI fortalecido, renovado''. Estamos preparados para la batalla. Ganaremos la contienda, para el bien de la capital y por el bien de México'', expresó.

El acarreo

La llegada al Auditorio Nacional es cosa de números: centenas de microbuses trasladan a miles al magno evento para ver a un candidato, pero --y entonces viene la paradoja-- el acarreo desborda el recinto y varias centenas quedan fuera del acto.

Por la mañana los microbuses arrojan ciudadanos, priístas o no, en las inmediaciones del Auditorio Nacional. Otros más reciben su desayuno prometido y entregado en bolsa de plástico, pero las estrictas medidas de seguridad les impiden entrar con la comida. ``Nos citaron a las 7 de la mañana, nos dieron el lonche, pero aquí a la entrada nos lo quitaron'', se queja una mujer de Iztapalapa que dice no ser del PRI, pero que se acaba de desvanecer y un socorrista de la Cruz Roja le toma la presión. Este auditorio también se empezó a vaciar rápido cuando aún hablaba Alfredo del Mazo. ``Para nosotros ya acabó el evento, ya cumplimos con venir como nos dijeron'', dicen de huida al bosque de Chapultepec un grupo de jóvenes politécnicos.

A pesar de lo evidente, de los micros con sus respectivos choferes en espera de regresar a la gente a sus distritos, del traslado masivo, el dirigente del PRI en el DF, Roberto Campa, se defiende y con una respuesta que evade hablar del acarreo, contesta a la pregunta sobre el tema: ``Estoy viendo a la gente, los conozco prácticamente a todos por su nombre, y estoy muy orgulloso de mis compañeros de partido, y los respeto enormemente y respeto su voluntad y compromiso con el PRI''.

Entonces el tema dio pie para las preguntas cíclicas que se hacen a un dirigente priísta.

--¿Qué hay con la imagen del cacique priísta de sombrero y lentes negros?

--Siempre fue un poco una caricatura que hoy debe ceder terreno a las personas que están cerca de la gente.

--¿Ya ven su fin los dinosaurios?

--No sé de quién me están hablando... se extinguieron hace muchísimos años.

--¿Cuáles son los conceptos que ya no existen en el PRI? ¿Acarreo, dinosaurios, cuáles más?

--Son compromiso, unidad, honestidad y cercanía con la gente. La sociedad exige de los políticos una nueva forma de hacer política... Creo que tenemos un candidato que tiene todo para ganar la confianza de la gente.


José Ureña Ť El hombre que en 1987 se postulaba como abanderado de la modernización a través de la reconversión y decía que el pacto social era condición para la sobrevivencia política, ayer se ofreció como el futuro ganador en el DF ``para bien de la capital y por el bien de México''.

Pasaban 59 minutos del mediodía. Era la culminación de un proceso interno del priísmo que en ningún momento de la hora ceremoniosa dejó asomar divisiones internas y sí una vuelta de años en las formas, en las concentraciones y en los discursos conceptuosos de compromisos genéricos.

Un discurso de toma de protesta que tardó nueve años, cuatro meses y 27 días y que al menos atenuó aquella derrota del 4 de octubre de 1997, cuando el hombre que lo llamaba ``el hermano que nunca tuve'' se inclinó por Carlos Salinas de Gortari, hoy tan defenestrado.

Ahí estaba el mexiquense de la voz ampulosa, la sonrisa satisfecha y el porte ensayado. Se expresaba agradecido con su regreso a la política y con la mayor oportunidad de la elección en puerta:

``Damos testimonio los priístas aquí reunidos del liderazgo democrático y de la política eficaz y sensible del presidente Ernesto Zedillo... Su convicción ideológica, su honradez y su patriotismo me comprometen. Al Presidente de todos los mexicanos, mi aprecio y mi lealtad''.

Desde antes de la ceremonia se intentó proyectar en el Auditorio Nacional la imagen de un candidato y un partido fuertes. Así fue interpretada desde el atril la presencia de cuatro miembros del gabinete: Oscar Espinosa Villarreal, Francisco Labastida Ochoa, Jesús Reyes Heroles y Carlos Ruiz Sacristán.

Fortaleza intentaba expresar el nutrido presidium que una y otra vez generaba aplausos y porras para el hombre revivido sexenio y medio después de su felicitación y expresión de apoyo a Sergio García Ramírez, cuando el candidato a presidente era Salinas de Gortari.

De aquel error se buscaron culpables y desde el poder se señaló a un hombre ayer ausente --el sinaloense Heriberto Galindo Quiñones--, a quien se atribuyó haber dado a la prensa el nombre falso y que pudo haber causado conflictos en la entonces mermada unidad del priísmo.

Todo esto estaba olvidado ayer. Después de todo, Del Mazo tiene una generación de frutos. A su gobierno mexiquense llamó, hace 16 años, a Emilio Chuayffet Chemor, a Carlos Almada, a Oscar Espinosa, a Humberto Lira Mora, a Alfredo Elías Ayub, a Alfredo Baranda, a David López, a Gerardo Ruiz Esparza. Hoy tienen imagen propia y dos pistas para el 2000.

La mayoría no asistió, como tampoco acudió el jefe del grupo y artífice de la victoria del candidato ungido y de aquel alud de manifestaciones en favor de Ernesto Zedillo en 1994: Carlos Hank González.

De acuerdo con los organizadores, se invitó a 10 mil personas y todas fueron disciplinadamente sentadas. Hubo espacios hasta para cientos de ambulantes, que la víspera se expresaron contra el gobierno de la ciudad y ayer aplaudieron de pie a Oscar Espinosa y Jesús Salazar Toledano.

El ex procurador capitalino, José Antonio González Fernández, desmintió con su presencia las versiones de prensa que lo mandaron de vacaciones, tal vez inconforme con la inducción del proceso interno. Nada más falso: se veía contento y así repartía saludos y abrazos primero, y aplausos a Del Mazo después.

Una masa de porras y escasas mantas acartonaban el Auditorio. Ambiente frío. Había control y razones para ello: 22 de los 40 distritos electorales de la urbe arrastran dirigentes impulsados desde hace dos décadas, tiempos del veracruzano Fidel Herrera Beltrán y Rodolfo González Guevara.

Candidato y dirigentes de partido --extraña ausencia de Juan S. Millán, Esteban Moctezuma, Héctor Hugo Olivares y Artemio Iglesias, con lugar en el estrado-- llegaron a las 11:03. A consejo de Roque, el candidato ayer ungido oficialmente saludó al frente.

Primero al micrófono, el jerarca nacional priísta citó a Roberto Campa Cifrián --``incuestionable conductor de los destinos de nuestro partido en el Distrito Federal''-- y la gente soltó el aplauso más cálido del mediodía. Frase y reacción confirmaron confianza en Campa para dirigir la campaña.

De nuevo hubo reconocimientos para quienes se inscribieron en esta competencia de resultados predecibles, vaticinados: Manuel Jiménez Guzmán y José Antonio González Fernández. Ambos, dijo Roque, ``priístas leales que equilibran madurez y convicción institucional''.

Ganó el tercero en el alfabeto. ``Ciudadanía y priísmo hemos elegido al candidato del PRI'', argumentaba Roque.

A las 11:20, el ``Sí, protesto'', y el dejar la mano extendida por segundos, para muchas fotos. Discurso del candidato y cansancio de la masa en las alturas. Del Mazo alzaba la voz y no dominaba el desorden.

Una mujer se acercó al pie del atril donde el candidato hablaba del programa habitacional más ambicioso para la urbe y soltó un grito:

--¿Y los viejitos qué?

La cenecista Beatriz Paredes Rangel mandó retirarla. ``Yo sólo quiero entregarle este escrito de mi hijo. No tiene casa, paga mil 200 pesos de renta y le faltan 25 puntos para un crédito del Infonavit. Nos piden 500 pesos para asignarle una vivienda''.

Se empecinó y esperó el final para entregar a Del Mazo el sobre. Eran las 12:02. La ceremonia había terminado. El estrado se hizo un desorden y los invitados especiales debieron saltar por donde pudieron, pues la escalerilla estaba obstruida con oportunistas en busca del saludo a la vieja usanza.