La era postcomunista está marcada cada vez más por la fuerza de Estados Unidos. La desaparición de la Unión Soviética y el fin de un cierto balance mundial producido por la relación entre las dos potencias ha creado el espacio para un renovado y ostensible poder político, económico y militar de Estados Unidos. En la región de América Latina este poder se ha manifestado recientemente, entre otras formas, en la Ley Helms Burton, la certificación por la lucha contra el narcotráfico y los efectos de las inversiones en la evolución de estas economías.
Uno de los personajes relevantes del ejercicio del poder económico estadunidense es, sin duda, Alan Greenspan, presidente del Sistema de la Reserva Federal, el banco central de ese país. Su récord al frente de la gestión monetaria es notable; el suyo ha sido un periodo de crecimiento económico con poca inflación, en el que el dólar ha mantenido su valor frente a las monedas de los principales países industrializados, y sigue siendo la moneda que dicta las reglas del mercado. El poder del dólar ha provocado recientemente incluso una pequeña crisis en el proceso de creación del euro, la moneda única europea, y parece capaz de poner en jaque los planes de integración en esa región.
Pero una de las cuestiones que hace de Greenspan un personaje interesante en el conjunto de los banqueros centrales, es la forma en que encara la estabilidad y los periodos de euforia en los mercados. Mientras otros banqueros centrales aprovechan esos periodos para reafirmar las bondades de su gestión de la moneda y del proceso de estabilización económica, Greenspan aparece de manera periódica para advertir contra los excesos del entusiasmo financiero. A pesar de la gran autonomía de la Reserva Federal con respecto al poder ejecutivo, el chairman comparece ante el Congreso y plantea abiertamente su posición al frente del manejo monetario. Este banquero parece no perder la memoria de la forma en que se desatan las crisis financieras y de sus efectos perversos en la economía y las condiciones de vida de la población.
Por segunda vez en los últimos seis meses, Greenspan ha advertido sobre la sobrevaluación de la bolsa de valores, donde los precios de las acciones se han revaluado excesivamente, y sobre los efectos de la apreciación del dólar en los mercados internacionales. Llamó la atención de los inversionistas acerca de la posibilidad de un cambio en los precios de los activos representados por las principales variables financieras y los puso en guardia contra los ajustes que puede tener el mercado y con ello el patrimonio de los ahorradores. Este comportamiento del mercado y la necesidad de controlar un rebrote de la inflación significan que la Reserva Federal podría elevar las tasas de interés. Los mercados financieros mueven diariamente una enorme cantidad de recursos y los cambios, aunque sean marginales en los rendimientos relativos de diversas inversiones, representan pérdidas o ganancias muy grandes. Es por ello que en los mercados se presentan periodos de gran volatilidad en los precios de los valores que se intercambian. Bastó la sola mención de Greenspan sobre un posible cambio en las tasas de interés que administra la Reserva Federal para provocar un sentón en las bolsas de valores y una mayor demanda de dólares.
El reciente episodio de inestabilidad en los mercados financieros mundiales ya se había presentado unos días antes cuando el Bundesbank de Alemania tuvo que soportar una devaluación del marco y después vino la advertencia de Greenspan que generó un efecto global. Tan grande fue el efecto que hasta el peso mexicano, tan fuerte, en las últimas semanas tuvo que aceptar un leve golpe, elevando su cotización hasta casi los ocho pesos por dólar. En este caso el embate fue doble. A las condiciones estrictamente financieras provocadas por Greenspan se sumaron aquellas creadas por el proceso de certificación en la lucha antidrogas. La situación de jaque a la política mexicana mantuvo el suspenso durante varios días, y el peligro de un jaque mate llevó hasta al secretario de Hacienda, tan seguro de la recuperación económica apenas unas horas antes, a advertir sobre las adversas repercusiones financieras que tendría la no certificación. La partida no acabó en mate, aunque tampoco fue una situación de tablas, sino que quedó como en suspenso, y habrá que ver el significado en el terreno de la política interna de lo que ha ocurrido. Una cosa es clara: esto no va a salir barato.