La Jornada 20 de diciembre de 1996

Ciao, Marcello

Raquel Peguero y agencias ``Habrá que hacerle una nota necrológica''. La sentencia que Sostiene Pereira, hizo en boca de Marcello Mastroianni en la película homónima de Roberto Faenza, se cumple hoy para el bello Marcello.

El más grande actor italiano, que atravesó con su mirada sárdonica e indolente 40 años de cine en el mundo, murió ayer por la mañana en su casa de París, vencido por un cáncer de páncreas, que ``enfrentó con gran dignidad'' desde hace año y medio que le fue diagnosticado, indicó su médico. Lo acompañaban, en el momento de su muerte, su ex compañera Catherine Deneuve, la hija de ambos Chiara y el actor Michel Piccoli.

Mastroianni pidió guardar el secreto porque sentía ``terror de que al saberse su enfermedad, tal vez le habría impedido volver a actuar'', reveló a Ansa el periodista Enzo Biago, quien acaba de escribir un libro biográfico sobre el protagonista de La noche, titulado La bella vida.

Marcello Mastroianni era ``una auténtica fuerza de la naturaleza que había hecho del trabajo el centro de su vida''. Por eso se había sometido a un tratamiento en Francia, que lo mejoró notablemente y que le permitió retomar, hace unos meses, la gira con la obra Las últimas lunas, de Furio Bordon, y rodar su última película Viaje al principio del mundo con el veterano director portugués Manoel de Oliveira. El no pensaba que sería su última actuación: ``no entiendo el por qué debería dejar de trabajar cuando siento que todavía puedo hacer 50 películas. Sólo dejaré de hacerlo cuando ningún director me llame. Ser actor es un privilegio que deseo aprovechar hasta el último momento'', dijo entonces y así fue.

Nacido en el pueblito italiano de Fontana Liri, el 28 de septiembre de 1922, Marcello Mastroianni era hijo de un químico de ideas antifascistas caído en desgracia con la llegada de Mussolini al poder.

Enfrentó una infancia llena de dificultades, de viaje en viaje en busca de mejores formas de vida, no pudo hacer estudios consecutivos aunque consiguió entrar a la facultad de Economía.``Cuando era niño, tenía el pecho como canasta y dos patas de pájaro'', se describía a sí mismo cuando solía contar que de pequeño dormía con calcetines y camiseta, porque su padre no tenía dinero para comprarle una pijama.

Siendo muy joven fue una más de las víctimas del Decreto de Reclutamiento Obligatorio, dictado por Mussolini que necesitaba combatientes para la Guerra Mundial. Según unos biógrafos, Mastroianni huyó entonces de Roma y estuvo escondido unos años en Venecia; según otros, fue hecho prisionero y enviado a un campo de concentración alemán.

Nunca desmintió ninguna de las dos versiones, pero siempre recordó esa etapa como uno de los periodos más tristes de su vida. Al finalizar la guerra comenzó un duro periplo laboral: fue albañil, herrero, empleado público, agente viajero y cajero de un banco.

El teatro fue su ``primer amor'' antes de que lo desplazara el cine. ``No soy de esos actores que dicen amar el teatro y después no lo hacen nunca. Yo nací en el teatro y cuando puedo regreso a él'', comentó alguna vez, al rememorar su primera experiencia en Angélica, de Leo Ferrero, cuando era universitario. Después recrearía en escena personajes de Shakespeare, Goldoni, Chejov, Tennessee Williams, de la mano con directores como Luchino Visconti y Peter Brook. Su último reto teatral lo tuvo con la obra de Bordon, en donde encarnaba a un anciano abandonado por su familia, que monologa frente a una plantita en espera de la muerte. Fue un personaje que amó profundamente: ``Tenía los mismos problemas que yo, a pesar de haber hecho esta extraordinaria profesión de actor, que nace de niño y como tal permanece en el fuego del actuar''.

Al cine ingresó en 1947 con El miserable, de Ricardo Fredda. Pero fue Visconti, quien lo dirigió en nueve obras de teatro, el que le dio su primer éxito en 1957 con el protagónico de Las noches blancas. Su fama en la pantalla grande lo alejó de las tablas durante muchos años. ``Tal vez el cine es más adecuado para mí, estar al aire libre, errabundo, acampado en una gran confusión. En el escenario, en compensación, no hay espacio para el aburrimiento que siempre llega, en cambio, durante los tiempos lentos de una filmación''.

En cuatro décadas participó en más de 150 películas. Primero tuvo sólo papeles de tímido y buen mozo, pero se fue afianzando como un representante inimitable de un tipo italiano de la época. Hizo numerosos personajes pintorescos, de la Italia de la posguerra, característicos del llamado ``neorrealismo rosa'', después se le reconoció como el gran seductor, el latin lover por excelencia aunque solía burlarse de ello: ``¡no hay latin lover que valga! Esta es una imagen inventada por los estadunidenses que quieren encasillar todo y que a mí siempre me hizo reír. Confieso que por los machos tengo un poco de antipatía, tal vez porque no soy todo lo viril que de mí se espera''.

Cuando los años empezaron a acumularse en él, en la pantalla se convirtió en un convincente antihéroe, del que el filme de Pret a porter de Robert Altman es un buen ejemplo.

El protagonista de Todo modo se definía a sí mismo como un poco ``perezoso, caprichoso e inseguro'' a quien le gustaba trabajar con los amigos. Cuando le ofrecían películas extranjeras e italianas, elegía primero las que se podían hacer en casa: ``es que filmar es como ir al billar. Llegas y ahí están tus amigotes esperándote --decía--. Sin amigos, el billar no tendría sentido, lo mismo pasa con el cine, por lo menos para mí.''

Uno de sus más grandes ``amigotes'' fue Federico Fellini, con quien comenzó su relación en 1960, con La dolce vita, y decía modesto, ``me contrató porque tenía un rostro terriblemente ordinario''. Este filme le dio un Oscar al director y la fama internacional al actor, así como el origen internacional a la palabra paparazzi que ahora define a los fotógrafos indiscretos. Esta alianza cinematográfica terminó en 1987 con Entrevista y en ese intervalo de casi 30 años dieron al mundo filmes memorables como 8 y 1/2, La ciudad de las mujeres, Fellini Roma y Ginger y Fred, entre otras.

En 1962 hizo El bello Antonio y después fue el conde siciliano que trata de asesinar a su esposa en Divorcio a la italiana que le valió su primera nominación a un Oscar, que nunca ganó, aunque obtuvo dos veces la Palma de Oro del Festival de Cannes, por Drama de celos, de Ettore Scola (1970) y Ojos negros, de Nikita Mijalkov (1987) quien definió el trabajo del actor así:

``Domina como nadie el arte del medio tono: con una mirada transmite tres páginas de un libro''.

Mastroianni simplemente respondió:

``sólo soy como una pantalla en blanco que llena el director con su trabajo''.

El creador del entrañable Casanova viejo de La noche de Varennes, trabajó con los directores más importantes de su país: Michelangelo Antonioni, Vittorio de Sica, Ettore Scola, Giuseppe Tornatore, Mario Monicelli, los hermanos Tavianni, Dino Risi, Luchino Visconti, Marco Ferreri, Marco Belochio y varios extranjeros como Roman Polanski, Lina Wertmüller, Bertrand Blier, Theo Angelopolus, Robert Altman. Recientemente incursionó con directores latinoamericanos con la argentina María Luisa Bemberg y el chileno Raoul Ruiz, con quien presentó en el pasado festival de Cannes, Tres vidas y una sola muerte. Ahí interpretó tres personajes a través de un hombre con síndrome de ``múltiple personalidad''. Le valió que la crítica aclamara el filme como ``el regreso triunfal de un Mastroianni más seductor que nunca.''

El actor y seductor ``por casualidad'', según decía, tuvo una pareja cinematográfica por excelencia, Sofía Loren con quien trabajó en 12 filmes, incluido Un día especial, donde él interpreta a un homosexual. Eso no le quitó su ``fama de galán --decía lacónico-- ni siquiera lo logró el hecho de haber interpretado a un hombre embarazado'' en No te puedes fiar de la cigüeña. Asimismo compartió pantalla con Anita Eckberg, Hanna Schygulla, Catherine Deneuve, Rommy Schneider, Antonella Lualdi, Giuletta Massina, Faye Dunaway. Con algunas de ellas tuvo sonados romances de los que se disculpaba diciendo: ``tal vez sea simplemente que los italianos no sabemos lo que queremos. ¿La camisa blanca o la azul? y nos quedamos con las dos''.

Casado desde 1950 con la actriz Flora Carabella, tuvo dos hijas a las que adoraba. Una con ella, Barbara, y Chiara, de su larga relación con Catherine Deneuve. En los últimos años, aparte de una tos ``perruna'', como decía y un temblor permanente en las manos que hacía mover intermitentemente uno de los muchos cigarros que fumaba --a escondidas-- en el día, Mastroianni había empezado a hablar de la muerte, un poco con ironía pero también con humor y miedo: ``lo único que sé es que no quiero morirme y hago todo para permanecer aquí, no sólo fumo tres cigarrillos diarios, sino que además pago todos mis impuestos, y ¡qué impuestos!'', aseguraba pues aún tenía el plan de filmar un sueño anhelado, un ``Tarzán de viejo'', basado en una novela de Giovanni Arpino, y en la que habría querido compartir cartel con Vittorio Gassman.

Encantador, gran conversador, en una de sus últimas entrevistas resumió su vida diciendo: ``soy desvergonzadamente afortunado. He amado mujeres bellas, he actuado durante 40 años y hasta ahora, nadie me ha dado un balazo.''

Ayer, Roma le rindió tributo en la Fuente de Trevi y la ciudad eterna lo espera este sábado para los servicios funerarios que se oficiarán en la capilla ardiente en la sede del ayuntamiento romano en una ceremonia pública, antes de que sea sepultado en un panteón local Después de eso, tal y como él dijo cuando murió Fellini: ``Roma quedará más vacía que nunca''. El cine, en el mundo, también.