Jean Meyer
Consideraciones para un fin de año

Para Octavio Paz

La historia, como la justicia, descansa sobre hechos. Reconocer un hecho es una operación científica: eso es una calavera, eso es el ADN de esa calavera única; por lo tanto historia y justicia son ciencias: ¿ciencias verdaderas o ciencias de la Verdad? Se dice comúnmente que ``los hechos no mienten'' o que ``los hechos son testarudos''. Se nos olvida el actor y sus ``jueces''.

La molestia es que el hecho descansa sobre el acto y que el sentido verdadero (¿verídico?) de toda acción nos escapa totalmente.

Los mismos hechos llevan a Marat al Panteón, a Stalin al Mausoleo de la Plaza Roja, y, unos años después, los expulsan del Panteón, del Mausoleo.

A la radioactividad, Marie Curie debe de haber entrado al panteón, radioactividad que la mató y alivia algunos cánceres, a la vez que mata otros enfermos: ¿está mal? Esa ``actividad'' (del radio) muy natural es bastante ambigua, como toda nuestra actividad, ¿o no?

A la mística del átomo los Becquerel y Co deben el Panteón, sobre el camino de Hiroshima. Hiroshima, primer ``golpe de cirujano''... sobre la población civil, para salvar la vida de soldados norteamericanos.

Cirugía=asepsia=limpieza; luego ``el golpe de cirujano'' se vuelve limpio, lo que nos lleva de manera natural a la guerra del Golfo: limpia. Así, la guerra limpia ocupa el lugar de la guerra justa.

Sentado en su poltrona, el teórico dice: ``no hay guerra limpia'', y los pragmáticos, con razón, lo condenan. Malraux, quien acaba de entrar al Panteón francés, dijo: ``Las ideas no se piensan, sino se viven''. Admirable fórmula. Fórmula incapaz de resistir al dicho: ``Si hay guerras justas, no hay ejército justo''. Malraux tenía que justificar SU guerra de España y como ``jefe de la aviación republicana'', teoriza la guerra justa y echa la responsabilidad de la guerra sucia sobre el soldado. El soldado sucio justifica la guerra limpia.

Fue fascinante ver, hacer unos días, en televisión, la cara de Malraux, destruida por los movimientos nerviosos; fascinante escuchar esa voz tan grave como titubeante; espejo de nuestra fundamental contradicción interna. En el punto de equilibrio perfecto de las contradicciones, la verdad actuada se encuentra a donde nos llevan nuestras pulsiones-impulsiones. Así: ``Frente al fuego, se tiró desde el piso 20''. Sin alternativa, escogió, si no la verdadera, indudablemente ``la buena solución'', ya que prefirió el vacío.

Extra-lúcido de sus contradicciones, Malraux concluía: ``El propio de las cuestiones insolubles es gastarse con las palabras''. No cabe duda que las palabras, hasta con todos los diccionarios y su arbitraje convencional, no tienen jamás estrictamente el mismo sentido para todos y para siempre. El poeta dice que son como esas monedas que, a fuerza de pasar de mano en mano, se borran. Gastándose como las piedras en las playa, las palabras toman, poco a poco, la consistencia de la arena. ¿Será mucho escepticismo? El escepticismo corresponde bien a la época presente, de México y del mundo. ``Epoca'' significa, etimológicamente, ``suspensión del tiempo'', ``epokhe'' de los griegos. ``Epokhe'' es también, para los filósofos, una suspensión del juicio (juez, justicia): ni verdadero ni falso.

Suspenderemos nuestro juicio, en espera de nuevos acontecimientos, en espera de justicia, en espera de actos tan limpios como justos.