Córdoba: infamia, vincularme al crimen de Colosio
Ciro Pérez Silva y Oscar Camacho Ni se despeinó...
En un intenso careo con tres diputados del Partido de la Revolución Democrática (PRD), José María Córdoba Montoya, ex jefe de asesores del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, anunció que demandará ``por difamación y daño moral'' a Cuauhtémoc Cárdenas y a los legisladores Jesús Zambrano y Ramón Sosamontes. Estos dos últimos, junto con el también representante perredista Isidro Aguilera, interrogaron hoy al hombre fuerte del sexenio salinista en el auditorio sur de la Cámara de Diputados.
Durante tres horas de duelo verbal con los perredistas, Córdoba Montoya reconoció que Carlos Salinas de Gortari sí tomó decisiones que contribuyeron a ``enrarecer'' el clima político en el que se cometió el asesinato de Luis Donaldo, y que provocaron choques personales de Salinas con Colosio, pero deslindó al ex presidente de toda responsabilidad directa en el crimen, al afirmar que ``el clima político no dispara balas''.
Comparecencia de José María Córdoba Montoya ante los diputados del
PRD
pertenecientes a la Comisión Colosio: Jesús Sambrano, Ramos
Sosamontes
e Isidro Aguilera. Foto: José Antonio
López
Sin embargo, aseguró no tener elementos para aseverar o vincular el enrarecimiento de ese clima político con el asesinato ni para sospechar de alguien en particular.
Entre las decisiones que según Córdoba tomó Salinas y que enturbiaron el ambiente en los últimos meses del sexenio anterior, señaló en primer lugar la designación de Manuel Camacho Solís como comisionado en Chiapas, y la ``tolerancia excesiva'' que tuvo el ex presidente ante el ``excesivo protagonismo'' de aquél en su juego por alcanzar la candidatura para la Presidencia de la República.
Córdoba reveló que en su momento le hizo saber a Carlos Salinas que Colosio estaba ``sumamente molesto'' por la designación de Camacho y por el efecto negativo que tendría para su campaña, pero de inmediato explicó que dicha molestia tuvo su origen en el hecho de que ambos tenían diferencias de criterio en ese momento, debido a que uno debía tomar decisiones como Presidente de la República y el otro como candidato.
No obstante, Córdoba indicó que tampoco contaba con elementos para afirmar que Camacho Solís tuviera responsabilidad alguna en el crimen de Lomas Taurinas, aunque dijo que con su ``ambigüedad política'' el ex regente también contribuyó, al igual que las decisiones de Salinas, al enrarecimiento de ese ambiente político en que se suscitó el asesinato.
Reveló que otro motivo de roce entre Salinas y Colosio ocurrió a raíz de que el primero consideró innecesaria la inclusión de una crítica al presidencialismo en el discurso que el candidato pronunció el 6 de marzo, aunque aseguró que ese discurso nunca fue motivo de ruptura ``con el sistema y menos con el licenciado Salinas''.
Sin embargo, en su explicación Córdoba reconoció que durante la campaña electoral Luis Donaldo enviaba sus discursos fuertes a dos personas en Los Pinos: Carlos Salinas y él mismo, pero indicó que esto sólo era a manera de cortesía y no como una obligación.
Córdoba admitió que luego del asesinato de Colosio, Salinas consideró que ``ya no era tan justificada'' su presencia en el gabinete y que además su cercanía con Zedillo podría afectarlo en su campaña.
De su relación con quien fuera su amigo el sexenio pasado, Ernesto Zedillo --''lo que está ampliamente documentado'', acotó--, Córdoba aseguró que no tiene actualmente ``ninguna relación'' con el Presidente, y en seguida agregó: ``Es una relación que está en suspenso...''
José Córdoba Montoya llegó a las nueve en punto a la Cámara de Dipuados, y de inmediato se trasladó al auditorio sur del recinto, donde más de cien personas esperaban que se realizara el encuentro con Ramón Sosamontes, Jesús Zambrano e Isidro Aguilera, los diputados del Partido de la Revolución Democrática (PRD) que lo invitaron a explicar ``todo lo que supiera del crimen de Luis Donaldo Colosio'', y quienes en diversas declaraciones anteriores habían señalado la responsabilidad intelectual de Córdoba en el asesinato.
Instalado en una silla, como estudiante ante sinodales, Córdoba Montoya comenzó a apabullar a los diputados cuando, tras la presentación que realizó Sosamontes, regañó a los perredistas por hacerle ``graves imputaciones en relación con el asesinato del licenciado Colosio con gran ligereza, sin ningún fundamento y con toda irresponsabilidad''.
Aseveró que él acudía a la invitación porque era lo menos que podían hacer ``los amigos de Colosio en su memoria'' para que se aclarara el crimen.
El primer traspié perredista vino con la intervención de Isidro Aguilera, quien luego de recriminar a José María Córdoba que los insultara en su propia casa, acusándolos de irresponsables, le manifestó que él no tenía derecho ni siquiera a hacerles preguntas, y que allí quienes preguntaba eran los diputados.
Sin perder el tono ni la compostura, Córdoba Montoya le contestó que, aunque no era traicionar ningún secreto el revelar que no había votado por ellos'', como ciudadano tenía el derecho de hacer preguntas a los representantes populares.
Luego, ante el señalamiento de que como jefe de la Oficina de la Presidencia pidió telefónicamente a Colosio que renunciara a su candidatura, un día antes de ser asesinado, clavó su mirada --``la mirada del Diablo'', como la calificaron algunos diputados presentes--, Córdoba alzó la voz y espetó a los perredistas:
``Eso es una infamia, es una calumnia, es un disparate, es un delito esa afirmación'', y retó a Aguilera a presentar los elementos que la sustentaran, sin que éste pudiera exhibir mayor dato que la referencia a la declaración del senador Guillermo del Río Ortegón, autor de la acusación.
Entonces dijo Córdoba dirigiéndose a los periodistas: ``Quiero que conste ante los compañeros de los medios que el diputado Aguilera no quiso expresarme ningún indicio de que hubiera exigido la renuncia y él (Colosio) me hubiera dicho que no. Ninguna prueba, ningún elemento, ningún dato, ningún indicio'', remarcó el ex funcionario.
Luego Jesús Zambrano le pidió que expresara si el crimen de Colosio pudo ser posible debido a la irresponsabilidad o incapacidad del Centro de Investigaciones de Seguridad Nacional a cargo --señaló-- de Córdoba.
Ante ello, éste lo retó también a que presentara pruebas de que él había sido el responsable de la seguridad nacional en el sexenio anterior. Con evidente ironía, Córdoba se concretó a citar el acuerdo por el cual se creó la Oficina de la Presidencia, para luego afirmar que sólo había sido un modesto ``asesor'' de Salinas de Gortari con la función de dar seguimiento a los acuerdos de gabinete.
Ante la incredulidad de Zambrano, Córdoba le espetó:
--Si tiene algún elemento para sostener que yo era el encargado de la seguridad nacional, le ruego diputado Zambrano que lo presente...
--En su momento... --le respondió el perredista.
--¡Preséntelo ahora! --ordenó Córdoba Montoya.
--En su momento --insistió el legislador.
--Está usted evadiendo, diputado --dijo Córdoba, con satisfacción en el rostro.
En esa tesitura transcurrieron los cuestionamientos de los perredistas a Córdoba Montoya, quien recurrió en todo momento a la misma estrategia: solicitar pruebas que estaba seguro no le podían ni le iban a ser presentadas.
A lo largo de las tres horas fue también una constante en Córdoba su recurrencia a negarlo todo: ``Eso es falso... Eso no es verdad... Eso es una calumnia... Eso es, en conciencia, una falsedad...'', respondió una vez tras otra.
Ante las preguntas de los diputados perredistas, el ex funcionario salinista negó haber ejercido control alguno sobre el Estado Mayor Presidencial o sobre Domiro García Reyes, y consideró que las acusaciones del padre de Luis Donaldo Colosio, quien lo señaló como responsable del crimen, sólo fueron producto del ``dolor y del engaño''.
--Entonces, ¿quien mató a Colosio? --le preguntó Sosamontes.
--Señor, a mí no me pagan por investigar --se burló Córdoba.
--Ciertamente, no le estamos pidiendo que asuma o usurpe las funciones del Ministerio Público. Es difícil que alguien se autoinvestigue cuando está siendo acusado por el padre de una persona muerta y, desde luego, por la propia opinión pública --reviró Zambrano.
Pero Córdoba ni se inmutó.
Luego de dos horas con cuarenta minutos, Córdoba preguntó si tenían más interrogantes. Calculador, esperó a que le dijeran que no para pasar a la ofensiva, pidiendo a Zambrano y a Sosamontes que presentaran las pruebas de sus acusaciones públicas que lo responsabilizan de los crímenes de Colosio y José Francisco Ruiz Massieu.
Nerviosos y titubeantes, los perredistas indicaron que no tenían pruebas. Córdoba les advirtió que al siguiente día (hoy) los demandaría --igual que a Cuauhtémoc Cárdenas-- por difamación.
Ya no hubo, entonces, espacio para más preguntas. Desde el graderío Armando Quintero le gritaba: ``¡Asesino... asesino!'', mientras los simpatizantes perredistas presentes lo abucheaban.
Córdoba se levantó como si hubiera pasado el examen con mención honorífica y se retiró rodeado de reporteros y camarógrafos, quienes fueron agredidos por sus guardaespaldas y personal de seguridad de la Cámara de Diputados.
Luego, en el salón de sesiones de la cámara, la diputada priísta María Elena Yrízar, junto con otros diputados, comentaron que, más que exhibirlo, los perredistas sólo ``hicieron el ridículo y sirvieron para lavarle la cara a Córdoba, quien jugó con ellos como si estuviera practicando balero: capirucho tras capirucho...