MURIO EL MATAOR
Raquel Peguero El 13 de junio de 1939 en el puerto de Veracruz, descendió del barco Sinaia, un hombre delgado, pelado a rape, con una sonrisa enorme y un hambre del carajo. Venía junto con mil 600 refugiados más, que salieron de España tras la cruenta Guerra Civil que llevó a Francisco Franco al poder, y a ellos a exilio. Ese hombre era fotógrafo y traía consigo la simiente de una dinastía que floreció en este país: los Hermanos Mayo.
Faustino del Castillo Cubillo era su verdadero nombre y desde entonces vivió y trabajó aquí. En un un par de días, 57 años después de aquella fecha, regresará a ese mar a descansar para siempre, cumpliendo así un deseo de volver al sitio donde renació. El mataor, como le llamaban sus amigos, falleció el lunes pasado, en esta ciudad a consecuencia de una neumonía.
Nacido en Madrid en 1913, comenzó su tarea fotoperiodística antes de cumplir los 20 años en el periódico ABC, al lado de José Díaz Casariego. Con su cámara siguió profesionalmente desde el atentado contra los reyes de España hasta los sucesos más dolorosos de la Guerra Civil española, creando un archivo que la misma guerra se encargó de desaparecer, aunque aún existen los retratos que hizo Dolores Ibarruri La Pasionaria, Enrique Lister, Joan Camorera, Antonio Mije, y secuencias de mitines en Madrid, Barcelona y Valencia donde aparecen políticos republicanos y dirigentes de izquierda.
El seudónimo de Mayo lo traía ya desde su tierra natal. Nació en 1931 cuando al lado de Francisco Souza registró la masacre en la Plaza de las Cibeles de Madrid, del primero de Mayo de ese año.
A partir de ahí todo mundo preguntaba si habían visto las ``fotos de Mayo'' y el mote se les quedó. Cuando junto con sus hermanos Cándido y Paco comenzó a publicar su trabajo a México, lo siguió usando como homenaje a todo aquello que dejó. Recibidos en el puerto por Vicente Lombardo Toledano, para Faustino fue un personaje que le impactó y para quien tuvo una gran admiración toda su vida, lo mismo que para Lázaro Cárdenas, quien abrió las puertas al exilio e hizo por ``nosotros cosas que nunca olvidaré ni terminaré de agradecer'', solía decir. Asentando ese mismo año en la capital de la república, un año después comenzó a trabajar en el periódico La Prensa. Ahí conoció a Federico Barrera, decano de los periodistas en México, quien en entrevista recuerda a su amigo, entonces ``sumamente joven, pero ya entrenado en la vida por la guerra civil. Llegó siendo un hombre completo, profesionalmente realizado y fueron muchas las ocasiones en que, siendo yo reportero, trabajamos juntos. Nos tocó cubrir el caso de León Trotski y creáme que una de las fotos más perfectas que se tomaron de él, fue la de Mayo en la sexta delegación. Su muerte para mí es muy sensible porque perdemos a uno de los mejores profesionales en materia de información gráfica. Fue un hombre de gran intuición del momento, de lo que vale la foto periodística. Fue también un hombre con mucha audacia personal y sabía captar el momento. Profesionalmente hay que reconocer sus mérito. Como hombre y amigo fue excepcional''.
Introductor en México de la cámara Leica, ``al principio los otros se burlaban, pero después vieron su utilidad''; su amor por retratar todo lo hacía levantarse todos los días a la cinco de la mañana, cámara en mano, para tomar los diferentes aspectos de la ciudad, desde que amanecía hasta que anochecía. Compadre de Cantinflas, adorador de la fiesta brava (de ahí que le llamaran mataor) documentó lo mismo la vida frívola de los cabarets de los años cuarenta, las estrellas de cine de los años posteriores que el campo, la urbanización, las multitudes, los organilleros, la industrialización, la política.
Su admiración hacia Lombardo Toledano lo llevó a unirséle en la fundación del periódico El Popular y más tarde, junto con Enrique Ramírez y Ramírez, a la de El Día, diario en el que permaneció hasta el final de su vida. De ese tiempo data su amistad con el cronista Ricardo Cortez Tamayo, también fundador de ambos diarios quien asegura que, ``aunque colaboró en otras publicaciones para él, como para mí, estos dos fueron nuestros verdaderos periódicos. Lo admiré mucho como fotógrafo porque fue de los más distinguidos de México. De hecho transformó el arte fotográfico aquí. Vivíamos a cien metros de distancia, desde hace 40 años en la colonia Periodista, que él fundó. Siento mucho su fallecimiento, es para mí uno de los amigos inolvidables: de los ausentes que están presentes''. Fue además, agrega Barrera, un hombre que nunca hizo daño a nadie y que siempre estimuló a los jóvenes. Lo vamos a extrañar''.
Don Faustino se casó en México. Le sobreviven su esposa Estela, su hijo Manolo y dos nietos. De sus hermanos queda el también fotógrafo Pablo, que vive aquí, y sus hermanas Elena y Lola que están en Madrid. Fiel a su pedido, su archivo de más de 5 millones de negativos fue donado hace un año al Archivo General de la Nación ``para devolver algo de lo que México nos dio'', señala Pablo, quien explica lo hicieron al considerar que ninguno de sus hijos se dedica a la fotografía. ``No queríamos que pasara lo mismo que con el Casasola''. En breve, El Centro Nacional de la Imagen, le rendirá un homenaje en su sede.
El fotógrafo fue velado en una agencia de Félix Cuevas, a donde acudieron personajes como Cuauhtémoc Cárdenas, Socorro Díaz, Carlos Girón, Sara Moirón y amigos como Armado Mendoza, con quien compartía lugar en la plaza de toros y el Chino Pérez. Su cuerpo fue cremado ayer, y la caja donde permaneció mientras era velado, se donó al asilo del hospital español, según sus deseos