Don Norberto Rivera y la Iglesia católica salieron fortalecidos políticamente después de intensos debates en torno a su homilía. En el envío pasado, analizamos algunos contenidos polémicos de los pronunciamientos del obispo; concluíamos que no había novedad sino tradición a un catolicismo de sabor tomista que no se resignaba a recluirse en lo espiritual, y que las dimensiones social y política eran inherentes a su quehacer pastoral. El catolicismo, como cualquier religión, contiene en sus entrañas formas específicas de historicidad y de organización social. Esta semana privilegiada la aprovechamos para observar a los autores y sus posiciones para acercarnos a los reacomodos de la Iglesia en la sociedad: creemos asistir a una Iglesia que inaugura estilos diferentes de presencia social y nuevas estrategias. Para algunos analistas, el enfrentamiento Rivera-Gobernación fue ``cortina de humo'' y ``guerra de papel'' que desconcentró a la opinión pública y a los propios actores de la compleja agenda polítca. Para otros, la polémica no la desató la jerarquía --caracterizada en los últimos meses, por emitir pronunciamientos críticos, provocadores y de franca oposición al gobierno-- sino la precipitación de Gobernación con ese inusitado desplante que contrasta con la discreción en la que se había desenvuelto hasta ahora.
A partir de que la oficina de prensa de la arquidiócesis externó que Rivera no iba a cambiar ni una sola coma de la homilía, la situación tuvo su clímax de tensión. En torno al arzobispo se alineó inmediatamente la totalidad de obispos; los empresarios le externaron su apoyo; diversos medios de comunicación se le alinearon con cuidado; el PAN y el Verde Ecologista no tardaron en manifestar su adhesión; sectores del PRD, entre ellos Cárdenas, querían saber ``¿quién iba a atreverse a cerrar la catedral?'', y Muñoz Ledo calificó de ``torpe'' la acción gubernamental. Un enorme desplegado salió en casi todos los diarios, signado por centros e institutos católicos, intelectuales y universidades católicas como la Continental y la Iberoamericana. Intelectuales y analistas independientes recomendaron cordura y moderación a los actores. El abogado José Luis Soberanes no encontró violación constitucional en los planteamientos del arzobispo; el historiador Jean Meyer hasta calificó de ``moderada'' la homilía. Por el contrario, los opositores fueron pocos y los cuestionamientos de legisladores priístas poco serios; muchos ni siquiera conocían la actual Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público ni el texto completo de la homilía. No faltaron los exabruptos dinojacobinistas que nada nuevo aportan al debate. Quizá no hubo tiempo para que madurara un debate más profundo, ya que el miércoles 23 se dio a conocer la opinión del presidente Ernesto Zedillo, en entrevista a Univisión, quien lapidariamente negó que entre Iglesia y su gobierno existiera conflicto alguno. El jueves, el subsecretario de Asuntos Jurídicos y Religiosos, Rafael Rodríguez Barrera, en tono conciliatorio afirmó que no existe ningún ``apercibimiento ni sanción ni amenaza ni absolutamente nada'' contra el arzobispo pretendiendo poner punto final a las controversias.
De la breve narración de hecho extraemos algunas constataciones: 1) Desde hace meses, existe un distanciamiento efectivo entre la jerarquía y el gobierno. La crisis en torno a la homilía no es punto de partida sino un episodio que se desencadenó dada la acumulación de tensiones; una enumeración de hechos lo corroboraría. Quizá el punto neurálgico es el rechazo explícito de los obispos al modelo económico del presidente Zedillo. 2) A pesar de que la fricción política ha sido inevitable, los actores deben tener mucha prudencia y serenidad porque a nadie conviene una confrontación abierta; la agenda del país ya esta cargadísima. 3) Existe un vacío jurídico que esta crisis evidenció; es urgente contar con una nueva ley y reglamentación en materia religiosa que norme y precise el comportamiento de las Iglesias y de la autoridad. 4) Detrás de los abundantes apoyos laicos que el arzobispo recibió, entre ellos de Iglesias protestantes --hecho sin precedente--, ¿no estárá la preocupación de intentar cualquier tipo de autoritarismo oficial o de semilla de intolerancia gubernamental en términos de libertad religiosa? 5) Parece que los arreglos discretos, en privado y entre cúpulas, han dejado de ser la única fórmula de concertación entre jerarquía y gobierno. La actitud más visible y directa de las declaraciones públicas es la fórmula que los obispos han venido utilizando y a las cuales, tanto opinión pública como gobierno, debemos acostumbrarnos, a condición de que sean serias. Sin embargo, Don Norberto ha sugerido otra más: salir a la calle con la presencia masiva de católicos y la movilización pública. Su capacidad de convocatoria quedó patente este sábado en el toreo con el rosario viviente, y si recordamos él mismo ha salido de la catedral en la fiesta de Corpus christi lo que la Iglesia no hacía desde el siglo XIX.